EL TELPOCHCALLI Y TEZCATLIPOCA.
La segunda parte del proceso educativo se daba en la primera institución que brindaba el sistema. El Telpochcalli o “la casa de los jóvenes” era un internado al que ingresaban alrededor de los siete años. Existían telpochcallis para hombres y para mujeres, los cuales se llamaban Ichpochcalli, eran las escuelas a las que asistían las niñas y las jóvenes. En ellas recibían una educación semejante a las de los Telpochcalli, aunque en lo correspondiente a su ser femenino.
Los padres los llevaban, previa ceremonia que se hacía en la casa paterna, en la que participaba toda la familia y las amistades, pero en el que los padrinos y abuelos ocupaban un lugar muy relevante.
Esta “despedida del seno familiar” era muy emotiva y llena de discursos, algunos de los cuales han sido recogidos en los huehuetlahtollis, dado que eran aprendidos y usados de una generación a otra. De esta manera se le motivaba al niño o niña, para asumir con alegría y responsabilidad el inicio formal de su educación institucional. De la misma forma los padres entregaban a sus hijos al telpochcalli o al Ichpochcalli en una ceremonia, en la que los discursos eran elocuentes, en el sentido de la formación en valores:
“Aquí estas, mi hija, mi collar y pluma fina, mi criatura y mi hechura, lo rojo de mi sangre, mi retrato. Has venido a la vida, has nacido, que te mando acá nuestro señor Tloque Nahuaque, el hacedor, el creador de la gente de la tierra.
Los padres los llevaban, previa ceremonia que se hacía en la casa paterna, en la que participaba toda la familia y las amistades, pero en el que los padrinos y abuelos ocupaban un lugar muy relevante.
Esta “despedida del seno familiar” era muy emotiva y llena de discursos, algunos de los cuales han sido recogidos en los huehuetlahtollis, dado que eran aprendidos y usados de una generación a otra. De esta manera se le motivaba al niño o niña, para asumir con alegría y responsabilidad el inicio formal de su educación institucional. De la misma forma los padres entregaban a sus hijos al telpochcalli o al Ichpochcalli en una ceremonia, en la que los discursos eran elocuentes, en el sentido de la formación en valores:
“Aquí estas, mi hija, mi collar y pluma fina, mi criatura y mi hechura, lo rojo de mi sangre, mi retrato. Has venido a la vida, has nacido, que te mando acá nuestro señor Tloque Nahuaque, el hacedor, el creador de la gente de la tierra.
Ahora ya te das cuenta de las cosas, ya ves cómo es aquí; no hay alegría no hay felicidad, sino pena y desdicha y cansancio y miseria; penas y desdichas en exceso. Difícil lugar es la tierra, lugar del llanto y sufrimiento, donde se conoce la pena y la amargura; pasa, se desliza el viento helado, se dice que en verdad se calman el calor y el viento, pero hay hambre y sed; simplemente así son las cosas.
Oye pues, niña, hija mía; no es un buen lugar la tierra, no se alegra uno, no es feliz porque, se dice que nada más hay alegría con fatiga, con penas en la tierra; así decían los viejos.
Para que no siempre anduviéramos llorando, para que no muriéramos de pena los masehuales, nos dio nuestro señor la risa el sueño, el trato carnal para la reproducción, que embriaga toda la vida en la tierra, de modo que nadie ande de llorando.
Pues aun cuando así sean, aún cuando así estén las cosas en la tierra ¿acaso ha de oír lo uno y espantarse y vivir llorando? Se vive en la tierra, se es jefe, señor, noble, águila, tigre. Hay quienes no más están diciendo que así son las cosas en la tierra, quienes no más buscan morirse. Pero se actúa, se vive, se construyen, se trabaja, se busca uno mujer, se casa él, se casa ella, se madura.
Pues ahora, mi niña, oye bien, mira con calma, aquí está tú madre, tu señora, de cuyo seno y entrañas te despegaste, te desprendiste, como una palomita, como una yerbita te alzaste, echaste hojas, floreciste, como si hubieras estado dormida y despertaras.
Mira, oye, entiende, así son las cosas en la tierra. No vivas de cualquier modo, no vayas por donde sea. ¿Cómo vivirás, por dónde has de ir? Se dice, niña mía, palomita, chiquita, que la tierra es en verdad un lugar difícil, espantosamente difícil…
Vive en paz en la tierra, entre la gente, pues eres una mujercita; he aquí el trabajo que debes hacer: sé devota de noche y día, suspirando muchas veces por el que es Noche y Viento porque, suplícale mucho, llámalo a voces, abre tus brazos ante él en tu alcoba, al acostarte.
No le tomes sabor al sueño; despierta, incorpórate, levántate pronto a la medianoche, ve postrada sobre los codos en las rodillas, luego párate, haz tu inclinación y reverencia, invoca, llama a voces al señor, a nuestro señor, al que es noche y viento, pues el gusto de oírte por las noches entonces tendrá piedad de ti, entonces quedará lo que mereces.” Libro Sexto, Capítulo VIII del Códice Florentino.
Como puede observarse en este fragmento, la madre hace énfasis en que la vida, no es solo placer y gozo. Por el contrario, la vida se enfrenta como un reto de gran esfuerzo, sufrimiento y mucho trabajo, que tiene algunas gratificaciones, “hija mía que en este mundo, es el lugar de lloros y aflicciones, y de descontentos, donde hay fríos y destemplanzas aire y grandes calores del sol que nos aflige, y es un lugar de hambre y de sed: esto es una gran verdad y por experiencia lo sabemos.”Códice Florentino.
La educación era un medio para preparar a las nuevas generaciones en el esfuerzo y el sacrificio permanente. La vida, como un proceso de autodominio y templanza, de refrenamiento interior y equilibrio con el exterior. La enseñanza no se sustentaba tan solo en el conocimiento. Iba más a fondo, en los valores, actitudes, sentimientos, que formaban “un rostro propio y un corazón verdadero”.
La civilización del Anáhuac se fundamentó en la educación. Ninguna civilización antigua lo hizo con tanto rigor y la extendió a toda la población. La educación fue una gran institución de Estado, en la que se fundía la educación familiar, religiosa, cultural a través de la formación de valores. Los padres entregaban a los hijos a las escuelas, con la seguridad y convicción, de ser parte de un ancestral proceso que garantizaba, la superación del hijo, el desarrollo de la comunidad y la permanencia del Estado. Fr. Bernardino de Sahún nos transcribe el discurso de entrega de los hijos al telpochcalli:
“Aquí os ha traído nuestro señor, creador del cielo y de la tierra; os hacemos saber que nuestro señor fue servido de hacernos merecer de darnos una criatura, como una joya o pluma rica, que nos fue nacida; por ventura se criará y vivirá; y es varón, no conviene que le mostraremos oficio de mujer, teniéndole en casa.
Por tanto os lo damos por vuestro hijo, y os lo encargamos por que tenéis cargo de crear a los muchachos y mancebos, mostrándoles las costumbres, y para que sirvan a los dioses…”
A los niños y jóvenes de ambos sexos, se les enseñaba no solo las ciencias, como las matemáticas, astronomía, biología o las artes como el canto, la música y la danza; además de aprender a hablar correctamente; leer y pintar sus códices, los maestros les enseñaban a unos a sembrar y cosechar la tierra, a edificar, tallar, moldear, etc. A las otras, a sembrar, cocinar, curar, criar, cultivar plantas, tejer y bordar. Se practicaban deportes y juegos de destreza individual y de conjunto. El telpochcalli y el Ichpochcalli pretendían, en primera instancia, formar “ciudadanos”. Personas capaces de vivir en armonía en sociedad, respetuosos de las leyes y de las normas religiosas; productivos, autosustentables y solidarios, capaces de crear un hogar y una familia, y mantener las tradiciones y costumbres. Además de honrar “Aquél por quien se vive” y contribuir con su trabajo al bien de la comunidad.
El concepto de la eficiencia y eficacia educativa, estaba dada en la capacidad que deberían tener estas instituciones para ser autosuficientes. Sí las escuelas eran auto sustentables, se enseñaba en la práctica y con el ejemplo, a los alumnos a ser autosuficientes.
Los telpochcallis formaban “ciudadanos”, aptos para crear y mantener a una familia. Más adelante haremos con mayor detalle este tema, pero subrayamos el sentido de enseñar con el ejemplo y en actividades prácticas, en la que no solo los maestros enseñaban con la práctica y el ejemplo, sino el sistema era que los alumnos mayores enseñaban a los menores, en diferentes desempeños y con distintas responsabilidades.
Este nivel de educación estaba consagrado filosóficamente a Tezcatlipoca, en su represtación del “Enemigo Interior”. Los jóvenes tenían que enfrentar al enemigo interior que todo ser humano lleva en su interior, es decir, las limitaciones y defectos que arrastra a la materia (que contiene la “chispa divina”), por la fuerza de la gravedad, a los abismos de la estupidez humana.
En efecto, el concepto del “Espejo humeante” es la capacidad de “vernos a nosotros mismos”, en un proceso de transformación interior. Esta es la razón por la cual “la casa de los jóvenes” estaba consagrada a Tezcatlipoca. La formación en valores espirituales y comunitarios. El desarrollo de “ciudadanos” autosuficientes y solidarios, éticamente solventes y participativos, conocedores de sus derechos y obligaciones, de sus tradiciones, historia y cultura, aptos para formar una nueva familia y fortalecer a su calpulli, era el objetivo fundamental del telpochcalli del periodo Clásico.
Tomado del libro: PEDAGOGÍA TOLTECA
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