- La solidificación es el grado más duro y estable de la naturaleza, pero también el más infértil, el que se rompe e impide el flujo del agua, la vida. Es el Mineral.
- La disolución es el fin del Ciclo. De una época. De la disolución solo puede venir el renacimiento. La disolución es el final de los tiempos. Su propia incertidumbre genera inquietud y de la inquietud viene la reflexión, el espíritu entonces se agita y se cuestiona.
Veamos: un hombre que tiene un buen empleo, una esposa maravillosa, hijos tiernos y sanos. Su colonia es segura, no tiene más apuros que llegar a tiempo a su trabajo y pensar el paseo del fin de semana o las vacaciones.
Su situación de estabilidad le lleva a disminuir sus áreas de evolución. Su comida es la misma, sus hábitos, sus vicios, sus frases y expresiones. Todo tiende a la rutina. Lo que come, lo que viste, su sexualidad, su espiritualidad, sus juegos, sus opiniones. La televisión le hará diseñar un mundo acondicionado a sus pensamientos. Tenderá a alimentar su mente con lo que menos le agite su vida.
Si ese hombre enferma, o pierde el empleo, o su mujer le deja, o la colonia vive presa del delito o su país sufre una crisis, entonces el hombre se cuestiona, se plantea el porque de las cosas, de la vida, la muerte, el dolor y la alegría tan efímera.
Como Siddhartha bajo el árbol: ve al niño, ve al anciano y ve el cadáver. Como la Dama bruja del relato que de día es doncella, de tarde es mujer madura y de noche es anciana (doncella, madre, sabia). La vida pasa entonces como un alud de impresiones y cuestionamientos.
La Divinidad incluso aparecerá en su agenda. Su seguridad tan aparente cae por los suelos. Es cuando se sacude el velo de la realidad.
Las mitologías tan incomprendidas en la civilización tecnológica que sublima la perfección del funcionamiento sin profundizar en el Por qué de las cosas, nos enseñaban mucho. Cada cuento aprendido de Abuelos a Nietos era la Sabiduría Tradicional en símbolos. La Bella Durmiente, los Hombres hijos del Maíz, el Venado – Dios brincando y escapándose del cazador, pretendían romper el estado de solidificación. De la rutina implacable. La Diosa que recibe al que Ella eligió para descorrer su Velo y revelarle las Verdades Ocultas.
Por ello, al calor de las hogueras, los hombres y mujeres de la Historia Antigua crearon la narración apasionada, gestual, actuada (mas tarde nacerán el teatro y la danza, el canto y la poesía).
El objetivo era mantener alimentado al espíritu con el asombro, el misterio, el miedo artificial. La alegría y la risa en el relato divertido, las exageraciones del cazador, las fanfarronadas del guerrero, los ritos que fortalecían los vínculos de la Comunidad.
La Humanidad es el reflejo de cada ser Personal. Como en un edificio, cada ser humano es un trozo de la gran construcción. Remitimos mejor al libro de Guénon “El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos”.
El Gran Templo de la Humanidad está solido: la tecnología y el mundo organizado de los mercaderes está impresionante. El lujo y la eficiencia, la técnica y la ciencia avanzan. Se descubren Sistemas Planetarios, se clonan seres y se deletrea el password que el Divino escondió en el Genoma.
Pero tiene fisuras profundas: De cada 100, 20 seres humanos comen, viven y se divierten. 80 mueren, malviven, estallan y caen. Construya alguien un edificio así: será el Fracaso.
Pero nosotros no nos asustamos tan fácil. Optamos por comprender que el edificio está en disolución.
Algunos autores distinguen entre Cultura y Civilización. La primera, producto natural de la convivencia humana entre sí, con la Naturaleza y lo Sagrado, trascendente. La segunda, implica la creación de la técnica y la Ciudad.
Distinta visión pero no reñida.
Asimov, Lem, Sagan y otros audaces escritores de ciencia imaginada visualizaban ciudades en completa armonía con su entorno. En la Serie "Fundación", Asimov preveía un orden social que tenía por un lado la técnica en evolución (Civilización) pero también, un renacer de las capacidades mentales de un Ser Humano Comunitario, potencializado por la Gaia.
Dirían los Vedas que el Kali Yuga ha llegado a lo peor. La violencia, el absurdo orden económico basado en la acumulación y no en la distribución equitativa para la sobrevivencia, el burdo Pensamiento Solidificado, “Materia”, “Mineral”, que olvida la belleza de la flexibilidad y el flujo continuo que enseñan los Elementos: el Agua, el Viento, la Tierra y el Fuego.
La muerte de Dios devino en la muerte del espíritu humano. Y no como moraleja miope de una mentalidad de sacristía.
La muerte de Dios fue en realidad el triunfo de la Materia. Del no hay más. De la pasmosa rutina. Porque Dios, (el misterio de lo divino) era el Simbolo (en su sentido Mítico) de lo Misterioso.
Y el Misterio lo que hace es plantear dudas, retos, incertidumbres, preguntas.
Justo era que murieran las imágenes que de los Dioses o Dios se hacían muchos. Pero no era necesario haber llevado al sepulcro también a la sensibilidad, al espíritu de fineza, de preguntas sobre la vida, la muerte, el amor, lo humano y lo sagrado, la belleza y la creación.
El espíritu humano ha muerto. Podemos parafrasear a Nietzche. Pero… el Mito nos enseña que el Héroe resucita. Y el Mito no es mentira por más que la burda miopía de los entusiastas de la técnica lo diga.
El Mito, la Imagen, el Símbolo, corresponden a otra dimensión de lo humano. Esa dimensión que necesita de otros seres humanos, en torno a las fogatas del Tercer Milenio para descubrirse y despertarse.
Como soñaba Asimov, la Civilización puede evolucionar hacia nuevos desafíos tecnológicos, de conocimiento sobre las funciones y los procesos. Pero solo el despertar de las viejas potencialidades de Pensar-Dialogar-Crear puede hacer surgir el Anima Mundi: la Cultura que nutra en multiplicidad a esa Civilización.
Porque es la ventaja: el Espíritu Humano es diverso, infinitamente diverso. La Civilización que venga, si aprendió algo sobre la decadencia de ésta, tendrá que ser profundamente armónica, sinárquica, diríamos nosotros.
Una Civilización que fomente el equilibrio, la reconciliación, del ser humano consigo mismo, con el Otro/Otra, con la Naturaleza y con Lo Sagrado, lo Trascendente.
Y soñemos un poco: Veríamos más Ágoras que cines. Más Filosofía que psiquiátricos, más belleza que violencia.
Creemos que la Humanidad avanza guiada por impulsos ancestrales. Dirían los místicos cristianos que Dios escribe sobre guiones torcidos, o los Abuelos anahuakas que los Dioses veían a sus creaciones y mejoraban cada vez los ingredientes para forjar sus Obras.
Y el Eterno Danzante imagina cada vez con más poesía sus deseos y movimientos.
Por ello, creemos que la Humanidad después de la Decadencia tendrá nuevos tiempos. Nueva Esperanza.
Quizás el Siglo XIX fué de la Razón, el del XX el de la tecnología y la mundialización-homogeneidad de la Especie Humana. El Siglo XXI, si aprendimos la lección, traerá el Despertar de la Espiritualidad sin ataduras. Madura, Trascendente.
No por acto mágico. Si no por la enorme cantidad de dolor que generaron los siglos pasados que pueden hacer reaccionar por fin a las mentes y corazones más despiertos.
En las Culturas Tradicionales, lo Sagrado no era ajeno. No era rutina. Era festejado, era propiciado, era venerado y era esperado.
La sacudida del Espíritu Humano quizás nos lleve, si nos despojamos de miedos infantiles, a descubrir el instructivo de uso que Dios dejó escrito en el Corazón de la Materia. Más allá de la “irrisoria seguridad del hombre moderno”.
Más siempre, buscar el equilibrio, el Justo Medio, el Arkhé.
Por lo pronto, sumemos a esa sacudida. El mundo ya se ha acabado. Comencemos a construir con nuevos ingredientes.
Ea! HAGAMOS LA INSURRECCIÓN DEL ESPÍRITU!
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