sábado, 11 de diciembre de 2010

Fin del neoliberalismo, fin del capitalismo



Surge una nueva utopía
Wim Dierckxsens

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Nos encontramos hoy en día ante una coyuntura en la que el crecimiento sostenido de la economía mundial ya no parece ser una realidad tan obvia. Por primera vez desde 1930 estamos ante una recesión mundial con todas las características de transformarse en una depresión mundial. La acumulación de capital sólo es sostenible en tanto que exista crecimiento económico. Progreso y crecimiento económico resultan sinónimos. Acumular capital sin crecimiento económico solo es posible a partir de la concentración de los ingresos. Este no puede ser un proyecto sostenible a largo plazo ya que su resultado final será la contracción económica, es decir la recesión. Ir en contra del crecimiento económico significa entonces, ir en contra de la naturaleza misma del capital. Es una opción perversa. De ahí también el postulado: sin crecimiento económico no hay bienestar posible. Dentro de esta óptica, el bienestar se mide esencialmente a partir del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Todos los demás indicadores de desarrollo humano son considerados secundarios. Si el crecimiento resulta negativo hay recesión y si ésta dura años se habla de una depresión. Sin solucionar la crisis, la racionalidad misma del sistema entraría en crisis. Opinamos que hemos llegado a los límites de lo posible del crecimiento cuantitativo. La próxima recesión mundial no tiene salida. Esto plantea la necesidad de una alternativa.


1.- Se anuncia una depresión mundial sin precedentes

Después de décadas de una política económica enfocada a la acumulación de capital basada en el crecimiento económico, el neoliberalismo se orientó, a partir de los años setenta, pero sobre todo desde los años ochenta, al crecimiento del capital transnacional y financiero, a costa de la redistribución del ingreso y de los mercados nacionales y locales. Este modelo de acumulación neoliberal se conoce bajo el término de globalización. Trátase de una guerra económica por los mercados existentes a favor de las empresas transnacionales. Esta política condujo a la exclusión, al incremento en el grado de explotación del trabajo y la expoliación de las economías periféricas. Tal proceso de acumulación, basado en la concentración de la riqueza, no es sostenible.

A partir de los años setenta, la guerra económica por los mercados restó fuerza a la dinámica económica en la periferia. Las décadas perdidas de América Latina desde los años ochenta, a partir de la crisis de la deuda externa, es muestra clara de ello. La pérdida de dinámica económica en los países en transición del socialismo al capitalismo, no tiene precedente en la historia. El producto interno bruto de Rusia, por ejemplo, fue en 1998 menos del 50% de lo que era en 1989. La desestabilización de las monedas en los llamados “Tigres Asiáticos” causó una fuerte recesión en aquella región de la cual no ha podido recuperarse.

La concentración de los mercados y del ingreso mundial en menos manos, ha podido salvar la tasa de ganancia de las transnacionales, pero ha deteriorado la demanda de productos y servicios de inmensas mayorías. Ahora amenaza incluso el crecimiento en las propias potencias. Con el anuncio concreto de una recesión simultánea en EEUU, Europa y Japón, al cerrar el año 2001, la repartición del mercado y el ingreso mundial llegó a su límite. Una repartición del ingreso mundial en declive no hace más que agravar la recesión mundial. El crecimiento en unos países a costa de otros, no es salida duradera. Este “sálvese quien pueda” ahondará la recesión mundial y no salvará, a la larga, a nadie. La recesión mundial no solamente será más sincronizada que nunca, sino además tendrá una cobertura geográfica mundial. Una recesión de estas características se prolongará durante años y desembocará en una nueva depresión mundial. Los economistas neoliberales no entienden las causas de la recesión y persisten en un modelo neoliberal más agresivo.


2.- Carácter sincronizado y alcance mundial de la depresión

No es la primera vez que la economía mundial entra en recesión. Desde 1820 se pueden observar estas crisis cíclicas. Lo que es menos común y más reciente en la historia del capitalismo, es que los ciclos en los países individuales suelen coincidir cada vez más, debido a la mundialización de la economía. La profundidad de la recesión tiende así a acentuarse. Kondratieff encontró en los años veinte, períodos de depresión cada 50 años. En los ciclos largos, los ascensos se caracterizan por tasas de ganancia en ascenso, los descensos por una caída en la tasa de beneficio. Un reascenso en la tasa de beneficio se deriva de una nueva revolución tecnológica y cada período de descenso, es producto de la aplicación ya generalizada de la misma.

Presentado así, parece que los ciclos económicos siempre se darán. Con ello el capitalismo parece capaz de salir de cada crisis, a partir de otra innovación tecnológica. Así se mantiene la expectativa que una nueva ola de innovaciones tecnológicas salvaría la tasa de ganancias y con ello al capitalismo en cada recesión. La paradoja, es que hemos llegado a una velocidad tal en la sustitución tecnológica, que la vida media tecnológica casi resulta cero (el caso del “software” es buen ejemplo de ello). Acortar la vida tecnológica aún más, resulta imposible. La velocidad de la sustitución tecnológica tiene un costo de producción que ya no se compensa por la baja en el costo del trabajo que permite la innovación. La consecuencia es que la tasa de beneficio no sube por la velocidad alcanzada en la sustitución tecnológica. Con una baja tasa de ganancia en la esfera productiva, el capital no busca acumular con crecimiento económico, sino con la concentración del ingreso existente. Lo que se refleja en los grandes ciclos económicos es que los períodos de acumulación de capital, unas veces se basa en crecimiento y otras en la concentración de mercados.

El primer ciclo que va de 1780 a 1847 se debe a la Revolución Industrial en Inglaterra. El segundo de 1847 a 1890 a la aplicación generalizada de la máquina de vapor. El tercero de 1890 a 1939 a la aplicación generalizada de la máquina eléctrica y del motor de combustión. El cuarto ciclo de expansión se inicia en 1948 y concluye hacia fines de los años sesenta con un ciclo de descenso económico hasta una fecha aún no determinada. Este ciclo se debería a la aplicación generalizada de la electrónica y la energía atómica. Se esperaba que la última fase descendente, que comenzó hacia finales de los años sesenta, terminase en los años noventa a partir de la aplicación de la tecnología de computación y comunicación. En vez de realzarse, la tasa de ganancia descendió aún más en el sector productivo, dejando a los economistas el resolver esta paradoja.

Maddison analiza la internacionalización de la recesión económica en perspectiva histórica. A fines del siglo XIX aparece la primera recesión internacional que afectó simultáneamente a un tercio de los países centrales y no duró más de un año. La recesión económica de la primera guerra mundial afectó a más del 50% de esos países. La Gran Depresión Mundial de los años treinta, afectó a más del 75% de los países centrales y duró por primera vez en la historia del capitalismo más de tres años. Al sincronizarse las recesiones nacionales, las caídas en las tasas de crecimiento para el conjunto de las economías, suelen ser más profundas. A finales del siglo XIX el pico más bajo de crecimiento para 16 países centrales alcanzó apenas una tasa negativa del 1%; durante el período de la primera guerra mundial, el pico más bajo alcanzó una tasa negativa de 5%; con la Gran Depresión de los años treinta un 6.5% y con la recesión de 1945-46 una tasa negativa de 11%, rompiendo todas las marcas históricas.

Las tendencias del pasado permiten hacer proyecciones para el futuro. La recesión en una economía globalizada tiende a ser más amplia en el espacio y más sincronizada en el tiempo. Entre 1948 y 1973, se dio el ciclo de expansión económica a nivel mundial. Las tasas de crecimiento del Producto Mundial Bruto eran altas y sostenidas y de amplia cobertura geográfica. En este período no se dio un solo año de recesión para el conjunto de 16 países centrales. A partir de 1973, la tasa anual media de crecimiento a nivel mundial desciende paulatinamente. A principios del nuevo milenio se manifiesta una nueva recesión a escala mundial no vista desde 1930. La mayoría de los países centrales se ven amenazados con una recesión. La acumulación de capital a partir del crecimiento económico, se agotó completamente. La acumulación a partir de la concentración de la riqueza, muestra obstáculos claros. La recesión económica implica una crisis para el propio capital transnacional y financiero. Una crisis bursátil generalizada está en camino, la quiebra de grandes empresas y bancos está a la vista. En pocas palabras una nueva depresión mundial se está anunciando.

3.- La nueva depresión mundial: ¿fin del neoliberalismo?

El año 2002 introducirá una nueva recesión económica a nivel mundial. Una nueva gran depresión mundial, más amplia y más profunda que nunca, parece estar a la vista. Si no existen condiciones para volver a estimular el crecimiento económico, no habrá salida de la misma, sin cambio de sistema económico. Apartar la inversión del ámbito especulativo, redistributivo e improductivo con medidas que gravan con impuestos a los flujos especulativos (como el Tobín tax) es condición necesaria pero no suficiente. Sin incremento en la tasa de ganancia en el propio ámbito productivo, no habrá reflujo de capital hacia dicho sector. Este es el capítulo peor comprendido por los economistas. No entienden la diferencia entre una inversión productiva o improductiva más allá de la ganancia que se obtiene de ella. La misma recesión económica enseñará que no es lo mismo obtener beneficios de un proceso de concentración de riqueza, a obtener ganancias a partir del ámbito productivo. Acumular a partir del primer proceso, conduce inevitablemente a la contracción de la economía, mientras una acumulación a partir de la producción, agranda la misma y resulta más sostenible.

Acumular a partir de la concentración del ingreso, en esencia, consiste en hacer dinero con dinero sin creación de riqueza. La ganancia que se obtiene no se deriva de un incremento en la riqueza existente, sino de la redistribución de la misma. Las modalidades más rentables son la especulación bursátil y con monedas. Esta forma de acumulación improductiva se fomentó a partir de los años setenta cuando se echaron hacia atrás las políticas keynesianas plasmadas en el Estado Benefactor. Durante el período de posguerra, la inversión estaba muy amarrada al proceso productivo mediante todo un arsenal de regulaciones económicas. La tasa de ganancia descendente en la esfera productiva hacia finales de los años sesenta, hizo surgir el neoliberalismo que liberó los flujos de capital de esas trabas.

A nivel internacional, la banca privada comenzó a otorgar préstamos sin que existiesen amarres al ámbito productivo. Esta práctica conllevó, por ejemplo, a la deuda externa en América Latina en especial y en la periferia en general. Sobre esta base se originó la deuda externa y la crisis de la misma. Las políticas de ajuste estructural fomentaron la sustitución de mercados nacionales por otros transnacionales, la sustitución de empresas estatales por transnacionales, la adquisición de empresas, las fusiones de transnacionales y la especulación con monedas en la periferia. Todas esas medidas contribuyeron a salvar la tasa de ganancia del capital transnacional y financiero. Todas estas inversiones no generan nueva riqueza, no amplían el mercado total, no fomentan crecimiento, sino que fomentan la redistribución del ingreso y mercado existente en el mundo. En medio del estancamiento económico consecuente, prosperan las transnacionales. Las apuestas a estos ganadores, generaron la especulación bursátil.

La acumulación a partir de la concentración del ingreso disminuye el consumo global. Los más afortunados consumen, porcentualmente, menos de su ingreso que los más pobres. La concentración del ingreso significa una contracción de la demanda global y resta así fuerza al crecimiento económico. Seguir con la acumulación a partir del mismo esquema en forma más agresiva, provoca una espiral de crecimiento económico hacia la recesión mundial. La lección es clara, hay que volver a crecer o la racionalidad capitalista misma entra en crisis.

4.- Nueva economía y baja de productividad: una gran paradoja

Bajo la racionalidad capitalista, la producción económica se desarrolla en un entorno competitivo, en busca de la máxima ganancia. Poder disponer de la tecnología de punta, significa tener ventajas competitivas para maximizar la ganancia. La innovación tecnológica per se, sin embargo, no garantiza una mayor tasa de ganancia. La rentabilidad de la innovación tecnológica depende del costo de su reposición. Cuanto más una empresa pueda producir con tecnología de punta mayor será, en principio, la competitividad de la misma. Mientras más se estimula la innovación tecnológica, más corta será la vida útil de la misma y más crecerá el costo de su reposición. Cuando supera el costo de sustitución tecnológica, la reducción en el costo producción por ahorros de trabajo que permita esa sustitución, la tasa de beneficio en vez de alzarse, tiende a la baja. Es como si la productividad (rentabilidad) del trabajo no hubiese aumentado.

El período de crecimiento económico rápido de la posguerra fue estimulado por acortar, en forma metódica, la vida útil de los productos y de la tecnología. De este modo se vuelve a hacer ganancia con más rapidez. El resultado fue la sociedad de consumo y de despilfarro con un costo creciente para la naturaleza, el medio ambiente y la vida misma. La propia vida se subordina a la racionalidad económica y no al revés. La sustitución tecnológica cada vez más acelerada y sofisticada, aumenta, sin embargo, el costo de innovación. La reducción del costo del producto obtenido por economía de trabajo mostró, a partir de los años setenta, un ritmo más lento que el crecimiento del costo de innovación. El resultado final funciona como si la productividad (rentabilidad) disminuye. El capital tiende a abandonar la esfera productiva. El resultado es desempleo. En tal circunstancia bajan los salarios, aumenta la jornada de trabajo y se intensifica el trabajo. En suma, aumenta la tasa de ganancia al incrementar la tasa de explotación del trabajo.

Entre 1950 y 1973 se da una sustitución tecnológica cada vez más veloz. Lo anterior se refleja en una disminución de la vida media de la tecnología. En los países del G7 la vida media de edificios y equipo descendió de 15.7 a 10.1 años, o sea, se redujo en un 35%. Al aumentar el ritmo de la sustitución tecnológica, el costo de reposición tiende a crecer más rápidamente que el ahorro obtenido en el costo de trabajo que la innovación implica. De esta forma disminuye la tasa de ganancia. La tasa de ganancia de las empresas no financieras en EEUU oscilaba en el período de 1950 a 1970 entre 15 y 20% del PIB (no financiero); entre 1970 y 1990 alrededor del 10%, para alcanzar tan solo un 7.5% en 2001. La respuesta del gran capital a la tendencia a la baja de la tasa de ganancia, ha sido el abandono de las inversiones en el sector productivo y su traslado hacia el redistributivo, especulativo, es decir, improductivo. Consecuentemente se observa a partir de 1973 una caída en el crecimiento de la inversión en maquinaria y equipo que pasa de 4.8% entre 1950-73 a 3.5% entre 1973-87. En forma simultánea se observa una prolongación de la vida media de la tecnología de 10.1 años a 12.9 años. Se explica el aumento de la vida media de la tecnología en esta coyuntura por un sistema cada vez más amplio de patentes.

De 1991 a 1997, en la era de la computación y comunicación, la inversión en maquinaria y equipo vuelve a crecer sobre todo en EEUU. El desarrollo de esta nueva tecnología dio enormes beneficios a sus empresas productoras. Al aplicarse esta nueva tecnología cada vez en más sectores económicos y no en última instancia en el ámbito financiero, la productividad general del trabajo mostró cifras decepcionantes. ¿Que pasó? La vida media de la tecnología se tornó más corta que nunca y la velocidad de la sustitución de la tecnología aumentó más que nunca. La vida media de los edificios y equipo se acortó en EEUU de 14 a 7 años a partir de 1987 hasta finales de los años noventa. En Japón la vida media tecnológica se redujo en el mismo período de 11 a 5 años. Con ello la sustitución tecnológica parece alcanzar los límites de lo posible.

En la mayoría de los sectores productivos se presenta, con más fuerza que nunca, el dilema de la rentabilidad negativa de la sustitución tecnológica. Al subir los costos de la sustitución tecnológica más rápidamente que el ahorro en el costo del trabajo, los beneficios se esfuman. Todo ello funciona como si la productividad del trabajo no hubiese aumentado. Esta es la paradoja de la productividad perdida en la era de la nueva tecnología. En el G7 la productividad del trabajo crecía entre 1960 y 1967 a una tasa anual de 4.3%, entre 1979 y 1989 descendió a 1.7%; entre 1989-1994 se redujo a 1.2% y en la segunda mitad de los años noventa se esfuma. Esta tendencia fue aún más marcada en los EEUU. Se llegó a los límites de lo posible para acortar la vida útil de la tecnología y con ello a los límites posibles de vincular la inversión con la producción bajo la racionalidad capitalista.

5.- El “sálvese quien pueda” no salvará a nadie


a. La guerra por el mercado mundial

La productividad del trabajo, la suelen expresar los economistas como el PIB por hora de trabajo. En una economía abierta, la misma se ve influenciada por transferencias de valor externas. En un entorno donde la tasa de crecimiento económico es descendente, la concentración de la riqueza entre naciones brinda una aparente salida. La transferencia Sur-Norte, se hizo más agresiva con el neoliberalismo. Entre 1985 y 1995 los 100 países más pobres vieron reducir su PIB por habitante en casi 15%, al tiempo que el PIB en los países del G7 subió 22%. Esta transferencia infló el PIB del G7 y con ello se subestimó la pérdida en la productividad del trabajo por sustitución tecnológica.

Hacia fines de los años noventa los ingresos de las trescientas personas más ricas del mundo sobrepasaron los ingresos de los dos mil millones más pobres.

En la batalla por el mercado mundial, la participación de las 200 empresas transnacionales (TN) en el Producto Mundial Bruto pasó del 17% en 1965 a más del 35% a finales de los años noventa, en tanto que el conjunto de las TN habían acaparado al final de ese período más del 50% de dicho producto. En esta guerra económica por el mercado, sin embargo, el ritmo de crecimiento económico no dejó de bajar. El triunfalismo de los capitales más poderosos en medio de un mundo de perdedores, hizo aumentar la cotización de sus acciones en la bolsa. Apostar al aumento perpetuo de dichas acciones supone una concentración eterna de la riqueza. Este supuesto se manifiesta absurdo cuando se anuncia la recesión a escala mundial. Al verse repartido, el mercado mundial entre cada vez menos transnacionales, la renovada repartición del mercado existente se torna más disputada y más aún cuando este mercado se encoge por la caída en la demanda global. Las ventas se contraen y con ello las ganancias. La crisis bursátil resulta inevitable. Posponer esta crisis en una nación es posible, pero implica un enfrentamiento más allá de lo económico. La guerra por el mercado se torna total.

b. La economía de guerra no brindará salida

La continua repartición del mercado mundial no brindará salida para todo capital transnacional. La guerra por el mercado mundial, requiere medidas extra económicas para salir triunfante. Ello implica una amenaza de guerra a nivel mundial. La guerra contra el terrorismo que EEUU declaró a partir del 11 de septiembre del 2001 no tiene enemigo visible ni rumbo claro. Su esencia es, que en nombre de una batalla de civilizaciones, el capital occidental y sobre todo el capital norteamericano procura salvarse a costa de las demás civilizaciones. Oriente quedará excluido para salvar a Occidente y dentro de Occidente EEUU se perfila como la “nación elegida”. Bajo este esquema, se reanudan las negociaciones multilaterales. Con la amenaza de guerra, los acuerdos multilaterales han de favorecer los intereses unilaterales de EEUU. Este es el caso de la OMC a partir de Qatar a nivel mundial y del ALCA a nivel del continente americano.

Las expectativas de ganancias de las transnacionales norteamericanas se tornaron favorables. Las cotizaciones de las acciones en la bolsa de valores en EEUU (Dow Jones) aumentaron y superaron a principios del 2002 los niveles alcanzados antes del 11 de septiembre. No sucedió así en Europa. La bolsa permaneció por debajo de los niveles alcanzados el 10 de septiembre. Menos aún en Japón, donde la recesión perdura. Ni en la mayoría de los países periféricos. La bolsa de Nueva York ha podido recuperarse, al refugiarse ahí más capital internacional, no por la dinámica económica misma en EEUU, sino por las bajas expectativas en el resto del mundo. Es una nueva racha especulativa sin otro rumbo que su desplome a mediano plazo. En una guerra por el mercado global básicamente a beneficio del gran capital de una sola nación, cada vez más países se sumarán a la recesión. No hay país que pueda escaparse a la misma, ni la nación triunfante, al destruir su propio entorno. Triunfar en corto plazo significa una recesión más profunda en el futuro.

El incremento en el gasto de defensa en EEUU en un medio por ciento del PIB, programado para los años próximos, no es suficiente para elevar la demanda interna. Beneficiará a las transnacionales vinculadas al complejo industrial militar. Su efecto positivo en la bolsa de valores de Nueva York se basa en expectativas de demandas futuras y no en una reactivación real. Elevar más el gasto de defensa significaría una creciente inversión improductiva. A corto plazo, el gasto militar aumenta la demanda y la producción. A mediano plazo este producto no se encadena con la economía civil que pierde aún más dinamismo. Será imprescindible vender armas para transferir el gasto improductivo a terceras naciones y no afectar la economía civil. Cuanto más unilateral sea la guerra, más difícil resulta transferir los gastos de defensa a terceras naciones. Dicha transferencia fue plausible en el contexto de la Guerra Fría. Una guerra unilateral contra el terrorismo reduce dicha capacidad. Ello tendrá un efecto negativo sobre la economía civil norteamericana.

El efecto indirecto de los inventos tecnológicos militares sobre el alza en la productividad del trabajo en la economía civil, es la próxima legitimación. La computación y la comunicación se derivan del complejo industrial militar. Su introducción en la economía civil ha acelerado el efecto negativo sobre la productividad del trabajo. La idea de que una economía de guerra puede estar en beneficio de la economía civil en el futuro, es falsa. Una eventual destrucción masiva de edificios y equipo con una nueva guerra y su reconstrucción con altas tasas de beneficio resulta otro espejismo. La reconstrucción siempre enfrentará el dilema de una baja tasa de beneficios en el ámbito productivo y no brinda salida para el gran capital triunfante.

6.- ¿Fin del capitalismo?

Es cuestión de tiempo para que la recesión afecte al mundo entero con un desplome bursátil. Las quiebras de empresas en 2001 fueron tres veces más frecuentes en EEUU que a finales de la década pasada. La quiebra de grandes empresas transnacionales ha comenzado. El caso de Enron en EEUU es la punta del “iceberg” de lo que puede esperarse. A partir de una recesión mundial, las importaciones en el Norte bajarán en volumen y precio. Con ello los países del Sur perderán toda capacidad para pagar la deuda externa. No tendrán otra alternativa que liberar este fondo para levantar su mercado interno. El caso de Argentina es una prueba para esta tendencia. Lo anterior impediría una profundización del neoliberalismo. Un neoliberalismo agresivo conlleva así su propio contrario. En medio de la recesión mundial, “el sálvese quien pueda” genera proteccionismo por todos lados. EEUU, como “nación elegida”, dio el ejemplo en marzo de 2002 con la protección de su producción de acero. Continúa, sin embargo, con el credo del libre juego del mercado para el resto del mundo. Lo anterior generará réplicas en otros países centrales. Este clima lleva a fracasos en las próximas negociaciones multilaterales.

El proteccionismo y nacionalismo que emergen, afectarán las ventas transnacionales. Esto acentuará la recesión mundial, la crisis bursátil y financiera a nivel internacional. El “sálvese quien pueda” podrá generar más actividades bélicas. La batalla por el mercado con un “sálvese quien pueda” a costa de todo, revelará que nadie se salvará. En términos de Beinstein, estamos en el capitalismo senil. En este entorno y en medio de mucho dolor nacerá la conciencia de que sin brindar espacio al fomento de las economías locales y nacionales, no habrá salida para nadie. Esta alternativa resulta no sólo posible, sino necesaria.

7.- La utopía: “otro mundo es posible”

Una propuesta alternativa resulta más estratégica en la medida en que la misma enfoca la contradicción fundamental en la racionalidad existente. Poder orientar las alternativas a corto y mediano plazo hacia la contradicción fundamental se requiere que la misma se torne visible. La contradicción fundamental en la racionalidad existente es que el capitalismo ha llegado al momento histórico donde resulta imposible volver a vincular la inversión con la producción, en forma rentable. Un mayor desarrollo de las fuerzas productivas, en otras palabras, ya no es posible bajo la racionalidad económica y las relaciones sociales existentes. Esta contradicción se tornará visible en el proceso frustrado de solucionarlo.

El gran capital tiene conciencia de la contradicción. Para solucionarlo, el gran capital ha procurado socializar cada vez más los costos de innovación tecnológica a través de crecientes subsidios del Estado. La política de patentes significa la simultánea privatización de sus beneficios en forma prolongada. La política de patentes constituye medidas económicas altamente proteccionistas a favor de las empresas transnacionales. Esta salida proteccionista funciona a corto plazo, pero no resuelve la contradicción fundamental a mediano plazo, sino más bien la agrava más.


La política de patentes funciona como una sustitución de los mercados sin patentes, por otros con el monopolio sobre los derechos de propiedad intelectual. Esta política acentúa la concentración de mercados e ingresos existentes y contrae la economía del mercado como un todo. Esta forma de prolongar la vida media de la tecnología acentúa, en otras palabras, la recesión económica a nivel mundial. El resultado es una sobreproducción o subconsumo relativos y una consecuente baja en la tasa de ganancia. Lo anterior no hace más que acentuar la recesión.

Para salir de la recesión mundial no queda otra alternativa que volver a vincular la inversión con la producción y enfocar la demanda global con una redistribución más equitativa del ingreso a nivel mundial. A primera vista podría parecer una salida neokeynesiana a escala mundial. La misma chocará, sin embargo, con el dilema de los límites de la velocidad histórica que ha alcanzado la sustitución tecnológica sobre bases rentables. La paradoja de una crisis de productividad a partir de la innovación tecnológica, no tiene otra solución que regular en forma planificada la vida media de la tecnología, reduciendo la velocidad de la sustitución de la misma en los países centrales y declarar a la vez, la propiedad intelectual como patrimonio mundial.

Regular mundialmente la velocidad de la sustitución tecnológica y declarar el conocimiento patrimonio mundial, significa, sin embargo, poner límites a las propias posibilidades de la competencia a nivel de cada empresa particular. El motor de la economía de mercado, la competencia, se supeditará al Bien Común y no al revés. En este sentido se trata de una especie de keynesianismo al revés: la vida media de la tecnología se alargará. Con ello la demanda de tecnología y equipo se reducirá rápidamente en el Norte. Para no desvalorizarse el capital como capital, el dinero liberado en el Norte se refugiará en el Sur.

Con la socialización de los conocimientos y el refugio del dinero como capital hacia el Sur, se levantarán, rápidamente, las bases estructurales del desarrollo desigual entre Norte y Sur. La competencia por precios competitivos a partir de diferencias tecnológicas se nivela rápidamente. La competencia se ve obligada a basarse en la calidad del producto y menos en su precio, que tiende a igualarse.

El bienestar en términos monetarios pierde así sentido y se medirá más por la calidad de los productos y su longevidad. Con ello, el crecimiento económico, en términos de dinero se supedita al bienestar genuino. Esta inversión en la racionalidad económica permite poner la economía en función de la vida misma y no al revés. Al prolongarse la vida media de los productos en general, se liberarán recursos naturales y económicos en el Norte (donde se le destina el 80% de los mismos) sin pérdida de bienestar genuino. Al producir en función del valor de uso, la calidad y la vida media del mismo se elevarán.

La producción se definirá paulatinamente en función de las necesidades mismas en vez de crear necesidades en función del proceso de valorización. Con ello las prioridades de producción se definirán, paulatinamente, desde la óptica de los usuarios mismos. Lo anterior significa una descentralización en la política de producción: lo que se produce y donde se produce con las particularidades locales y nacionales del caso y no más en función última del interés privado de unas cuantas empresas transnacionales.

La inversión de las prioridades hacia la calidad del producto pondrá límites al consumismo y la seducción de los consumidores en función de la realización del valor. De esta forma se puede lograr un aumento en el bienestar genuino en el Norte con un crecimiento económico negativo. Con la liberación de recursos naturales y de dinero, se podrá lograr simultáneamente un desarrollo de bienestar genuino sin precedente en el Sur. El desarrollo genuino estará, por un tiempo, acompañado de desarrollo económico. Mientras la liberación de recursos naturales y de dinero en el Norte superan la inversión de los mismos en el Sur se logrará simultáneamente una mayor conservación del medio ambiente.

Lo que sobra en términos relativos, en este contexto, es el dinero en el Norte. El dinero sobrante en el Norte perderá su valor de uso como medio de cambio. Para no perder su capacidad adquisitiva futura, el dinero requiere fluir hacia el Sur donde incrementa la riqueza aún en términos de valor. La afluencia tiende a hacerse hasta con tasas negativas de interés, si el crecimiento de riqueza en el Sur va a menor ritmo que la desaceleración en el Norte. Con un aumento en el desarrollo genuino en el Norte con cada vez menos dinero, el mismo dinero perderá valor de uso. El motor de la economía futura dejará ser el dinero como capital, a partir de entonces el nuevo “capital” será el conocimiento y este se universaliza y dejará de ser un bien escaso. Nos parece una utopía, mañana podrá ser realidad.


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Publicado en papel en «Alternativas», 23(junio 2002)13-28, Managua
revista_alternativas@hotmail.com

Wim Dierckxsens es economista holandés
Vive desde 1971 en Centroamérica y trabaja actualmente en el DEI en San José Costa Rica.
mariwim@racsa.co.cr

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