miércoles, 14 de enero de 2009
2 de Enero. Cuando los Angeles lloraron.
Extracto de "La Noche en que los Angeles lloraron" de Omar Cortès.
No hemos tenido el honor de contactar con el. Pero nos atrevemos a publicar èste extracto e invitamos a los lectores a leerlo en la web donde se publicò originalmente.
http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/noche/lanoche.html
Las calles céntricas de León adquirieron la apariencia de una enorme fiesta popular. Por todos lados, grupos de hombres, mujeres y niños, manifestaban su descontento contra la situación reinante; el pueblo soberano tomaba pacíficamente las calles de su ciudad e iniciaba su fiesta en pro de la defensa de sus derechos.
Nadie, absolutamente nadie de aquellas multitudes de decenas de miles de personas se manifestaba armado; nadie, absolutamente nadie de aquél conglomerado de seres humanos proclives a la libertad, pensaba hacerle daño a nadie; aquellos miles de mujeres, de hombres, de ancianos y de niños, únicamente manifestaban su descontento de manera civilizada, de manera pacífica. No eran aquellas personas asesinos profesionales, asesinos a sueldo, mercenarios infames; eran mujeres, hombres y niños que clamaban por el derecho a su dignidad; eran obreros, amas de casa, estudiantes, comerciantes, industriales y empleados que participaban en el engrandecimiento de su ciudad, de su hábitat.
¡No! Aquella población leonesa no era una amalgama de asesinos. Los mercenarios, las hienas, se encontraban custodiando el Palacio Municipal; aquellos animales que ultrajaban el uniforme militar, si eran unos asesinos, si eran unas bestias sedientas de sangre, si estaban todos armados, e inclusive habían instalado varias ametralladoras en la azotea del edificio municipal.
Varios mítines se efectuaron aquél miércoles 2 de enero en la Plaza Principal, lugar a donde acudía la población descontenta por el cúmulo de violaciones al orden constitucional por parte de las autoridades. Aproximadamente a las cuatro de la tarde, los oradores de la Unión Cívica Leonesa informaron a la población que ya se había enviado una carta al señor Presidente de la República, General Manuel Ávila Camacho, en la que se le ponía al tanto de la situación reinante en la ciudad de León, Gto., y se pedía su inmediata intervención, asegurando que de un momento a otro se tendría la respuesta presidencial; por otra parte, la población estaba enterada de que en esos momentos, en la ciudad de Guanajuato, capital del Estado, una comitiva de la Unión Cívica Leonesa se entrevistaba con el señor Gobernador Ernesto Hidalgo, con el objeto de buscar la solución idónea a tan crítica situación, esperándose de un momento a otro el arribo de los comisionados y la información que éstos transmitirían a la población. Tales eran las razones por las que más de quince mil leoneses esperaban en la Plaza Principal, y no como se quiso hacer creer mediante artificiosas informaciones mediante las cuales se pregonaba la idea de que la multitud intentaría tomar por la fuerza el edificio municipal. La soldadesca, estacionada en el Palacio Municipal, hizo una serie de movimientos que alarmaron a los ciudadanos que pacíficamente esperaban la información de las comisiones de la Unión Cívica Leonesa.
Desde el día anterior se habían instalado ametralladoras en la azotea del Palacio, y ese día, 2 de enero, entrada la tarde, personal militar se había colocado tras las ametralladoras.Aproximadamente a la nueve y minutos de la noche, se produjo un apagón en la zona céntrica de la ciudad, y de inmediato el estruendo de los fusiles y de las ametralladoras se volvió ensordecedor. Como era de esperarse, el pánico se apoderó de la multitud ahí reunida, provocándose un espantoso caos. Toda la gente corría buscando refugio ante la balacera, y camiones repletos de soldados hicieron su aparición por las calles que desembocaban en la Plaza Principal, disparando contra la población inerme.
La prensa nacional informó, con lujo de detalles a la población mexicana lo ocurrido durante aquella masacre.
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