La contradicción entre capitalismo y ecología
Leonardo Boff
La lógica del capital, como modo de producción y como cultura, es ésta: producir acumulación mediante la explotación. Primero, de la fuerza del trabajo de las personas, a continuación por la dominación de clases, después por el sometimiento de los pueblos, y, finalmente, por el pillaje contra la naturaleza.
Un análisis incluso superficial entre ecología y capitalismo identifica una contradicción básica. Donde impera la práctica capitalista se envía al exilio o al limbo la preocupación ecológica. Ecología y capitalismo se niegan frontalmente. No hay acuerdo posible. Si, a pesar de ello, la lógica del capital asume el discurso ecológico... o es para obtener lucro con ello, o para espiritualizarlo y así vaciarlo, o simplemente para imposibilitarlo y, por tanto, para destruirlo. El capitalismo no sólo quiere dominar la naturaleza. Quiere más: apunta a arrancar todo de ella. Se propone depredarla.
Hoy, por la unificación del espacio económico mundial en los moldes capitalistas, el saqueo sistemático del proceso industrial contra la naturaleza y contra la humanidad, hace al capitalismo claramente incompatible con la vida. Se plantea así una bifurcación: o el capitalismo triunfa al ocupar todos los espacios como pretende y entonces acaba con la ecología y pone en riesgo el sistema-Tierra. O triunfa la ecología y destruye al capitalismo, o lo somete a tales transformaciones y reconversiones que no pueda ya ser reconocible como tal. Esta vez no va a haber un arca de Noé que nos salve a algunos y deje perecer a los demás. O nos salvamos todos o pereceremos todos.
El capitalismo produjo también una cultura, derivada de su modo de producción, asentado en la exportación y el pillaje. Sin una cultura capitalista que vehicula las mil razones justificadoras del orden del capital, el capitalismo no sobrevivirá. La cultura capitalista exalta el valor del individuo, le garantiza la apropiación privada de la riqueza, hecha por el trabajo de todos, coloca como quicio de su dinamismo la competencia de todos contra todos, intenta maximizar las ganancias con la mínima inversión posible, procura transformar todo en mercancía para tener siempre beneficios. Instaura el mercado, hoy mundializado, como el mecanismo articulador de todos los procesos de producción, de competencia y de distribución.
Si alguien busca solidaridad, respeto a las alteridades, compasión y veneración frente a la vida y al misterio del mundo, que no los busque en la cultura del capital. Se equivocó de dirección, pues ahí encuentra todo lo contrario. George Soros, uno de los mayores especuladores de las finanzas mundiales y profundo conocedor de la lógica de la acumulación sin piedad (vive de eso), afirma claramente en su libro La crisis del Capital que el capitalismo mundialmente integrado amenaza a todos los valores societarios democráticos, poniendo en riesgo el futuro de las sociedades humanas.
Queremos mostrar cómo el capitalismo como modo de producción y como cultura, inviabiliza la ecología tanto ambiental como social.
Comencemos con la ecología ambiental. A este respecto, las hipótesis acerca del futuro de la Tierra son dramáticas. Grandes analistas confiesan que el tiempo actual se asemeja mucho a las épocas de gran ruptura en el proceso de evolución, épocas caracterizadas por extinciones en masa. Efectivamente, la humanidad se encuentra ante una situación inaudita. Debe decidir si quiere continuar viviendo, o si prefiere su propia autodestrucción. Por primera vez en el proceso conocido como hominización, el ser humano se ha dado a sí mismo los instrumentos de su propia destrucción. Se creó el principio de autodestrucción que tiene en el principio de responsabilidad y de cuidado su contrapartida. De ahora en adelante la existencia de la biosfera estará a merced de la decisión humana. Para continuar viviendo el ser humano deberá quererlo positivamente.
Los indicadores son alarmantes. Dejan poco margen de tiempo para los cambios necesarios. Estimaciones optimistas establecen la fecha límite del año 2030-2034. A partir de ahí, si no se toman medidas urgentes y eficaces, la sostenibilidad de sistema-Tierra, ya no estará garantizada.
Entre otros, tres son los nudos problemáticos creados por el orden del capital, que deben ser desatados: el nudo del agotamiento de los recursos naturales, el nudo de la sostenibilidad de la Tierra y el nudo de la injusticia social mundial.
1. El nudo de la extinción de los recursos naturales.
Cada día desaparecen para siempre 10 especies de seres vivos. Desde la época de la desaparición de los dinosaurios, 65 millones de años atrás, nunca se ha visto un exterminio tan rápido. Con esos seres vivos desaparece para siempre una biblioteca de conocimientos que la propia naturaleza sabiamente había acumulado.
A partir de 1972 la desertificación en el mundo creció igual al tamaño de todas las tierras cultivadas de China y de Nigeria juntas. Se perdieron cerca de 480 millones de toneladas de suelo fértil, una superficie equivalente a las tierras cultivables de India y Francia juntas. El 65% de las tierras que un día fueron cultivables, hoy ya no lo son. La mitad de las selvas existentes en el mundo en 1950 han sido tumbadas. Sólo en los últimos 30 años han sido derribados 600 mil km2 de selva amazónica brasileña, el equivalente a Alemania unida, o a dos veces el Zaire.
Las inmensas reservas naturales de agua, formadas a lo largo de millones y millones de años, en este siglo pasado han sido sistemáticamente bombeados y están próximos a agotarse. El agua potable ya es uno de los recursos naturales más escasos, pues solamente el 0’7% de toda el agua dulce es accesible al uso humano. Va a haber guerras por las fuentes de agua potable.
Tras este proceso de pillaje, se oculta una imagen reduccionista de la Tierra. Esta es vista sólo como un almacén muerto de recursos a ser explotados. No es respetada en su alteridad y autonomía ni se le reconoce ninguna sacralidad. Mucho menos todavía es amada como un superorganismo vivo, la Gran Madre de los antiguos, la Pacha Mama de nuestros indígenas y la Gaia de los modernos cosmólogos.
2. El nudo de la sostenibilidad de la Tierra.
¿Cuánto de agresión aguanta la Tierra sin perder su equilibrio interno y sin desestructurarse? Las 60 mil armas nucleares construidas, si explotaran, podrían originar un invierno nuclear. Las finas partículas del humo provenientes de los grandes incendios por ellas producidos, junto con los elementos radioactivos inyectados en la atmósfera, oscurecerían y enfriarían la Tierra de forma más intensa que en las eras glaciales del pleistoceno. Habría un colapso de la humanidad y de todo el sistema de vida, consecuencias perversas siempre descuidadas por las potencias militaristas.
Otra amenaza importante es representada por el calentamiento creciente de la Tierra. Es el así llamado efecto invernadero. La quema de petróleo, de carbón y de las selvas, libera el dióxido de carbono que calienta la atmósfera. En el último siglo la temperatura de la tierra aumentó entre 0’3 y 0’6º C. Para los próximos 100 años se calcula un aumento de entre 1’5º a 5’5º C. Tales cambios provocarán desastres descomunales, como sequías y deshielo de los castotes polares. Las inundaciones de las costas marítimas, donde vive el 60% de la población mundial, causarían millones de emigrantes y de víctimas.
¿Qué capacidad tiene la tierra frente a tantas agresiones producidas primordialmente por el modo de producción capitalista? Se teme que el efecto acumulativo de las agresiones llegue a un punto crítico tal que quiebre el equilibro físico-químico-biológico de la Tierra. Inmensas catástrofes afectarían la biosfera y diezmarían millones de seres humanos.
3. El nudo de la injusticia social mundial.
Por fin pasemos a la ecología social: ¿Cuánta injusticia y violencia aguanta el espíritu humano? Es injusto y sin piedad que, en el actual orden del capital mundializado, el 20% de la humanidad detente el 83% de los medios de vida (en 1970 era el 70%) y el 20% más pobre tiene que contentarse con sólo 1’4% (en 1960 era 2’3%) de los recursos. Por eso casi la mitad de la humanidad tiene alimentación insuficiente. 14 millones de niños mueren anualmente antes de completar cinco días de vida.
Este cataclismo social no es inocente ni natural. Es resultado directo de un tipo de desarrollo que no mide las consecuencias sobre la naturaleza y sobre las relaciones sociales. Es un desarrollo altamente depredador e inicuo. Por eso constituye una trampa del sistema capitalista el así llamado desarrollo sostenible.
Cuando lo analizamos, evidencia una contradicción en su mismo nombre. La categoría «desarrollo» está tomada del área de la economía -por supuesto, la capitalista-. El desarrollo capitalista -en realidad deberíamos decir el crecimiento- se presenta profundamente desigual. Por una parte crea acumulación apropiada por unos pocos a costa de la explotación y del perjuicio de las grandes mayorías. Ese crecimiento pretender ser lineal y siempre creciente.
La categoría «sostenibilidad» proviene de otro ámbito: de la biología y de la ecología. Sostenibilidad significa aquí capacidad que un ecosistema tiene de incluir a todos, de mantener un equilibrio dinámico que permita la subsistencia de la mayor biodiversidad posible, sin explotar ni marginar a nadie.
Como se desprende, sostenibilidad y desarrollo capitalista se niegan mutuamente; no es una expresión que combine los intereses de la producción humana con los intereses de la conservación ecológica; antes al contrario, los niega y los destruye. Lo que se necesita es una sociedad sostenible que se da a sí el desarrollo que precisa para satisfacer adecuadamente las necesidades de todos, también del entorno biótico. Lo que se pide es un planeta sostenible que pueda mantener su equilibrio dinámico, rehacer sus pérdidas y mantenerse abierto a ulteriores formas de desarrollo.
Volvemos a preguntar: ¿Cuánta violencia la Tierra puede todavía tolerar sin quebrarse como sistema? Además de haber sido, en el pasado, suicidas, homicidas y etnocidas, ahora comenzamos a ser ecocidas. El sistema del capital ¿no nos llevará a ser, en un futuro no muy lejano, también geocidas?
Pero una esperanza nunca nos abandona: la perpetuidad de la vida y la mortalidad de la cultura humana. En su historia, la Tierra pasó por cerca de 15 grandes exterminios. Pero siempre salió con más energía y biodiversidad. Ahora no será diferente. Superaremos la enfermedad del capitalismo a través de las energías de la solidaridad, de la cooperación y de las interdependencias asumidas, pues han sido ellas las que garantizaron el pasado y el futuro de la Tierra. Y garantizarán también nuestro futuro.
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