Cecilia Rossell
Una de las principales y más bellas tradiciones de la escritura pictográfica de Mesoamérica está constituida por medio de un estilo iconográfico que floreció principalmente entre los mixtecos de Oaxaca. Éste se ha llamado Mixteca-Puebla, ya que fue compartido por varias etnias que lo adoptaron a su cultura visual y a sus lenguas, por lo que se considera como un “estilo internacional” que abarcó todo el altiplano central de México, incluyendo a Oaxaca. Tuvo su origen en la época del Epiclásico (700-900 d.c.), pero su pleno desarrollo fue durante el posclásico (900-1500 d.c.) adentrándose un poco en la colonia, hasta mediados del siglo XVI.
Como representantes notables de estilo, se encuentran dos conjuntos muy importantes de documentos conocidos como los códices mixtecos y el Grupo Borgia, que conforman un valioso sesgo con 12 de los 17 códices prehispánicos que sobrevivieron la destrucción causada por la invasión europea. Ambos grupos presentan muchas similitudes, tanto en su confección como en el estilo iconográfico, y aunque difieren en la forma de narrar los distintos contenidos, éstos siempre acaban mostrando relaciones entre sí.
El primer conjunto son los documentos históricos, donde se trata sobre los acontecimientos y la vida de los nobles o viviendo señores y señoras que actuaban en el mundo profano, otorgándole significación por medio del ritual, mediante el cual participaban del ámbito de lo sagrado, de los dioses y de los ancestros. Conformando estos soberanos o semidioses el eslabón entre el mundo de los hombres y el plano de lo sobrenatural.
El segundo se refiere a los manuscritos religiosos, donde encontramos un panteón de dioses y diosas que aparecen asociados en el calendario sagrado y complejos rituales, que serán mencionados en la segunda parte de este estudio.
Entonces, estos dos conjuntos además de presentar algunos temas en común, muestran una gran semejanza en cuanto a la técnica de elaboración de los manuscritos, pero sobretodo, comparten un estilo característico de representación de sus figuras, las cuales conforman el repertorio de sus sistemas escritura, que se conoce como pictográfico.
Ahora bien, en este ensayo se tratará acerca del grupo de los Códices mixtecos a los que se conocían como Historias de linajes, con el nombre de Tonindeye, término que posiblemente se deriven de la combinación de las palabras to(ho) = nobles, ni(ñe) = realeza y ndeye = difunto, es decir, reyes difuntos (Cansen y Pérez Jiménez, 2004:4). Y con el de Naandeye, que se forma del término naa = oscuro, tenebroso, muerto, pero que también el rostro, imagen o sustituto, y de ndyeye = difunto, o sea que hace referencia a los muertos difuntos, o bien a las representaciones de ellos (Caso, 1960:13).
El énfasis estará puesto sobretodo en el Códice Selden, que es uno de los manuscritos que pertenecen a este conjunto, el cual se compone de este mismo códice, también llamado Selden II, que se encuentra actualmente depositado en la Biblioteca Bodelina de la universidad de Oxford, junto con el Códice Bodley, y el Nuttall, que está en el Museo Británico de Londres, todos en Inglaterra. El Códice Vindobonensis se localiza en la Biblioteca Nacional de Viena, y el Bécker I en el Museo de Antropología de esta ciudad, en Austria. Finalmente, el Códice Colombino, forma parte del Acervo de Testimonios Pictográficos de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, en la Ciudad de México.
En cuanto a su procedencia, todos ellos vienen de una región que abarca el norte de Oaxaca, el sur de Puebla y una parte de Guerrero, que se conoce como la Mixteca, y que se subdivide en tres grandes arias: Alta, Baja y Costa. Los cuatro primeros documentos se clasificaron como elaborados en poblaciones del Valle de Nochixtlán, en la Mixteca Alta; y los dos últimos en un reino de la Mixteca de la costa. Sin embargo, todos mencionan lugares que se encuentran en las tres Mixtecas, incluyendo a la Mixteca Baja, y seguramente a otros sitios del estado de Oaxaca, Puebla y tal vez algunos de otros territorios circundantes.
Para su fechamiento, sea considerado como pertenecientes al período Posclásico, y se han separado en tres subestilos temporales que también son regionales; tal vez los más antiguos podrían ser el Colombino y Bécker I, que habían sido hechos entre los siglos XII y el XVI. Y el Selden y Bodley, que se ubicarían entre el siglo XV y XVI (Smith, 1973:9-19).
Así vemos que en estos documentos, se narra la historia de algunos de los reinos más importantes de la Mixteca a lo largo de cerca de 800 años de historia, que van desde el siglo VIII al XVI de nuestra era, como el manuscrito que nos ocupa.
Estilo de elaboración
Estos manuscritos eran ordenados por las élites para llevar el registro de su origen, sus hazañas y genealogías, por lo que es probable que cada reino donde residiera un linaje gobernante hubiera uno de ellos, guardado en el palacio o en los aposentos de la nobleza, así como en cierto templo tal vez se conservara el almanaque adivinatorio.
Y para conocer sobre su proceso de elaboración y escritura, encontramos un comentario en una relación del siglo XVII, recopilada por el fraile dominico Francisco de Burgoa -que probablemente se refiere tanto a códices prehispánicos como a los coloniales-, donde se observa los siguientes:
… se hallaron muchos libros a su modo, en hojas o te las de especiales cortezas de árboles que se hallaban en tierras calientes y (en pieles que) las curtirían y aderezaban a modo de pergaminos de una tercia, poco más uno menos de ancho y unas tras otras las surcían integraban en una pieza tan larga como la había menester…… donde todas sus historias escribían con unos caracteres tan abreviados, que (en) una sola plana expresaban el lugar, sitio, provincia, año, mes y día con todos los demás nombres de dioses, ceremonias y sacrificios, o victorias que habían celebrado y tenido…
… y para esto a los hijos de los señores, y a los que se escogían para su sacerdocio enseñaban, e instruían desde su niñez haciéndole decorar aquellos caracteres y tomar de memoria las historias y de estos mesmos instrumentos en tenido en mis manos, y oídlos explicar a algunos viejos con bastante admiración… (Burgoa, 1934b:210).
En general, a las pinturas-escrituras con forma de libro se les conocía como Tacu, y eran considerados como objetos divinos, por lo que también se les llamaba Ñee Nuhu o piel sagrada. Al aparecer, la escritura misma era considerada con esta categoría también, ya que había sido inventada por Quetzalcoatl, el dios del calendario y el conocimiento, que entre los mixtecos antiguos se llamaba Coo Dzavui, y una variante actual sería Koo Sau.
Por ello, el arte de escribir pintando se enseñaba como parte del sacerdocio a los hijos de la nobleza -que se consideraba descendiente de esta deidad-, seleccionando a los más hábiles, aquellos que tenían el corazón endiosado, al Tay Huasi Tacu = el que se tarda de elaborar los libros y la Dzehe Huasi Tacu = la que hacía códices.
Seguramente tomaba muchos años aprende y llegar a dominar la técnica pictórica y las convenciones del estilo plástico, así como adquirir el conocimiento profundo de su lengua y la riqueza de su extensión a través de las imágenes de la escritura pictográfica. También debían saber bien sus tradiciones y, sobre todo, aquellos temas en que habrían de especializarse.
Debió existir una suerte de talleres, como aprendices que se encargaban de la preparación de los materiales, algunos coloristas que aplicaban la pintura -que se laboraba con agua y pigmentos origen animal, vegetal y mineral-, así como con maestros que llevaran a cabo el diseño y los dibujos definitivos, que eran trazados con una tinta negra.
Estos maestros pintores, a la vez que enseñaban, debieron coordinar y dirigir todo el proceso de elaboración de los manuscritos, que están hechos con tal cuidado y son tan extensos y complejos, que es posible que se llevaran meses, un año o más tiempo en completar uno de ellos.
Los Códices mixtecos eran confeccionados a la manera tradicional, utilizando como soporte de varias pieles de venado o quizás también de algún felino, eran curtidos como gamuza y recortadas con una forma que tendía a ser cuadrada; estas piezas eran unidas unas a otras con algún pegamento para obtener la forma de una larga tira, que la cubierta con una capa de yeso o cal muy fina.
Esta tira se plegaba para darle el formato de un biombo, y por medio de los dobleces se obtenían las páginas de medidas más o menos regulares, que se subdividían entre dos y cinco secciones que se marcaban por medio de líneas rojas, dentro de las cuales se distribuían las figuras.
Los libros se conservaban cerrados y se habrían de a dos de cuatro páginas para consultar sus pinturas las que cubren ambos lados de la tira entre tres de ellos (Vindolobonensis, Nuttal, Bodley) y un solo lado con los otros tres (Colombino, Bécker I, Selden). Solamente uno de ellos, el Códice Vindolobonensis presenta pastas de madera en sus extremos, aunque es posible que se hubieran colocado que estando ya en Europa. También es probable que se guardaron envueltos en lienzos de algodón y adentro de cajas para su protección.
Éstas eran las pautas generales para su manufactura, pero en el caso del Códice Selden, observamos que si bien comparte estas características, tiene la peculiaridad de utilizar su tira de forma vertical y no horizontal, como se emplea en el resto del grupo. Aunque se ha sugerido que el uso original fuera horizontal, ya que en su parte posterior se aprecian los restos de algunas figuras en este sentido, distribuidas en cinco franjas -como el Bodley-, que fueron cubiertas con una gruesa capa de encalado. Seguramente se tapó para reutilizarla, y sólo la parte anterior fue pintada, por lo que sus imágenes podrían estar cumpliendo alguna otra pintura aún más antigua, con lo que se tendría un palmipesto (Smith, 1994:111-114).
Las figuras que ahora vemos, se distribuyen a través de las páginas en dos, tres o cuatro secciones, marcadas con rayos hojas horizontales que se llaman “líneas guía”, que van abiertas en sus extremos alternativamente para qué se vayan acumulando las imágenes en zigzag, con las que se conforman las escenas que se van integrando a manera de capítulos.
Las imágenes se pintaron de abajo hacia arriba, comenzando en la parte inferior derecha, siguiendo un sentido de lectura ascendente de derecha a izquierda y de izquierda a derecha y así sucesivamente a lo largo de la tira, que extendida mide 5.50 metros de largo por unos 28 centímetros de ancho, que fue plegaba para darle la forma de un biombo, y para componer sus 20 páginas.
Actualmente, tiene una paginación moderna que facilita hacer las referencias necesarias, y que corro del número 1 al 20, de abajo hacia arriba; y en este mismo sentido, se utilizan números romanos (I, II, III, y IV) para especificar la sección de cada página.
En cuanto a la realización de sus figuras, podemos apreciar, en contraste con los demás documentos del grupo, que éstas se trazaron en un estilo caligráfico más suelto, con pinceles y pintura líquida que se aplicó al seco sobre el encalado o imprimatura blanca, formando una película; se encuentran algunos esbozos rojos muy diluidos, y los contornos definitivos se delinearon en negro y unas pocas veces en rojo.
Dentro de ellos se aplicaron los planos de colores, con una paleta reducida y en tonos cálidos, donde predominan un rojo intenso y el ocre, con un sepia que en la mayoría de las veces equivale al verde, sino es que realmente era un verde que se degeneró en un tono pardo o café. Hay crisis y tal vez un azul claro que podrían ser el mismo color, y para el blanco se usó el tono del fondo, delineando las figuras sobre él.
Sistema de escritura
Ahora bien, en referencia al tipo de imágenes que se utilizan en estos manuscritos, vemos que con ella se conforma el sistema de escritura pictográfico desempleo tanto para registrar y conservar la información del contenido, que en este caso es la narración mítica y ritual, histórica y genealógica que se cuenta en el códice, como para trasmitir y comunicar el mensaje a través del tiempo.
Ellos se lograba por medio de la doble función que cumplían sus figuras, como pinturas y como signos de escritura, es decir, que no existe separación entre la imagen y el texto; a cada forma se interpreta su sentido y se pronuncia su nombre, ya que éste sistema era arte y escritura la vez, lo que proporcionaba una gran riqueza de significados.
Estas imágenes conocidas como pictogramas, son representaciones de seres y objetos del mundo natural y cultural de los mixtecos que se dibujan por medio de convenciones pictóricas propias de este estilo. Con ella se compone de un repertorio limitado de formas -quizá cientos-, y a cada una corresponde un concepto o un conjunto de ideas, por medio de las cuales se expresa el contenido del códice.
Por ello, su análisis se realiza en varios niveles, comenzando por conocer la manera como se representan gráficamente los seres y las cosas, ya que ello permite su correcta identificación para poder así efectuar su lectura semántica e interpretación, es decir, encontrar los distintos significados que tiene cada una de las imágenes dentro de esta cultura, lo que quieren decir o simbolizan.
Estas figuras son las unidades gráficas del sistema, se reconocen como tales porque en su mayoría se compone de formas cerradas que contienen varios elementos en su interior, y que se encuentran separadas por espacios. Y aunque suelen presentarse en combinación con otras, estas formas pueden separarse del conjunto de aparecer solas.
Como ejemplo de pictogramas, tenemos a los personajes, animales y plantas así como el vestuario, el mobiliario o las construcciones. Cada una expresa una o varias ideas, como la imagen de una casa, que puede ser un palacio un templo, y siendo éstos parte del centro ceremonial de una ciudad, a veces se utilizan para representar a una población.
Lo que sucede con el Templo Lugar de la muerte, donde primero habría que reconocer la forma de una casa, cuyas escaleras y entrada se dibujan de perfil, pero su parte superior suele aparecer de frente para mostrar elementos que sirven para su identificación. Este templo en particular, está construido por huesos y cráneos que se usaban para proporcionar el concepto de la muerte, del oscuro y del inframundo.
Pero además, cada imagen representa también una palabra del idioma mixteco, y cuando existe una relación entre la lengua hablada y las figuras, a éstas se les conoce como fonogramas, y si las unidades fonéticas que representan son palabras, a éste sistema de escritura se clasifica como logográfico.
En general, estos términos se referían en su mayoría al nombre del objeto dibujado, aunque también pueden expresar cualidades de ellos, las acciones que realizan, y quizás otros más. Pero para poder efectuar la lectura fonéticas, hay que tener presente que el mixtecos se caracteriza por ser una lengua tonal, es decir, que una palabra se puede pronunciar en tres tonos -alto, medio y bajo-, y que cada uno proporciona significados diferentes a la misma palabra.
Este atributo del idioma era aprovechado por los escribas pintores que utilizaban las imágenes tanto para pronunciar su nombre, como para proporcionar otros términos y sentidos, que a veces eran difíciles dibujar.
Hacia entonces, las unidades gráficas, las figuras, tienen su correspondencia con unidades de la lengua, las palabras.
Pero estas imágenes también aparecen en grupos o conjuntos formando escenas, y al parecer su lectura puede llegar a realizarse mediante la aplicación de difrasismos, que son “combinaciones de dos términos que expresan conjuntamente otro concepto” (Anders, Jansen, Pérez Jiménez, 1992ª:36), es decir, que son dos o a veces más palabras que suelen significar algo distinto de los términos que lo componen.
Como ejemplos de los fonogramas, encuentran los nombres de seres y objetos con podrían ser, una casa = huahi, un cerro = yuca, un hombre = tay y una palabra = ndudzu. Están los términos que describen cualidades de ellos, como lo que es largo y alto = cani, redondo o circulares = cuta, claro o blanco = cuisi, así como joven o mancebo = taque. Y palabras que hacen referencia a las acciones que realizan, como el ser y el estar = iyo -que también es presentarse y residir-, andar y de venir = sica, marcar o señalar = yuvua y decir = sii.
Tomado de libro:
LAS MUJERES Y SUS DIOSAS
En los códices prehispánicos de Oaxaca.
De Cecilia Rossell y María de los Ángeles Ojeda Díaz
CIESASMiguel Ángel Porrua, librero-editorMéxico, 2003.
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