Partido Demócrata Mexicano
de Línea Nacionalista, Popular y Revolucionario. Mantuvo Registro de 1979 a 1996
"En cambio, la autoridad jerárquica se ha ido, una vez más, por temas cuantitativamente menores en la incidencia de la vida nacional y de la justicia, pero que son electoralmente redituables para los grupos oligárquicos que atropellan el valor supremo que debe, que debería, guiar toda la moral social que dicen defender: la justicia. “Buscad primero el reino de Dios y su justicia”. Primero. Antes y como base, de cualquier valor social.
Si algo lamentamos de la pérdida del registro electoral de aquel testimonial Partido Demócrata Mexicano, el del gallito, es precisamente que no tenía empacho en publicar oficiosamente que su Declaración de Principios se sustentaba en la doctrina social plasmada en las encíclicas papales Rerum Novarum y Quadragèsimo Anno"
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Elección Pastoral
Esteban Garaiz
28-02-2012
Una vez más la más alta jerarquía de la Iglesia Católica pretende incidir en la vida electoral de México; y lo hace en contra de su propia doctrina, es decir de su propio dogma y de su propia moral: la plasmada en las Tablas de Moisés y en las enseñanzas de Jesús en los Evangelios.
No resultaría procedente, en esta difícil correlación entre autoridades conductuales, negarle a ninguna de las agrupaciones religiosas denominadas iglesias la atribución que les corresponde de definir sus orientaciones en materia de ética social.
Pero, precisamente por ello, los ciudadanos, que somos soberanos y no ovejas, tenemos el derecho igualmente indiscutible, de reclamar que no utilicen esa autoridad moral para torcer y sesgar la convivencia nacional armónica que todos deseamos y exigimos.
Hoy tenemos en la vida nacional grandes y graves problemas éticos, de elemental justicia, que están causando estragos en los seres humanos que conformamos el colectivo nacional. Empezando por la vida. No vimos en este llamado electoral ni una sola referencia a que tenemos en México un índice de mortalidad infantil vergonzoso, en el nivel internacional, respecto de países con mucho menos recursos disponibles que los nuestros. Aquí los usamos para estelas de luz.
La mortalidad infantil en México, por enfermedades perfectamente curables, es una criminal omisión de las autoridades competentes, federales y estatales, que tienen la atribución concurrente de la salud pública. No hay médicos suficientes. Si los hay, no los contrata la autoridad. No hay presupuesto disponible: eso significa que hay también omisión homicida de parte del Poder Legislativo, por no cobrar impuestos a los extremadamente poderosos que pueden y deberían pagarlos.
No puede ser aceptable que haya un país vecino geográfica y culturalmente, con mucho menos recursos disponibles y con un bloqueo internacional (imperial, habría que decir) que tiene un índice de médicos por persona triple que el nuestro.
Menos aceptable es que en la pasada administración federal, desde la Presidencia se haya puesto toda clase de obstáculos a la generosa disposición del país hermano para brindarnos ayuda en los rezagos en salud pública, con el argumento falaz (porque es verdad a medias) de que en México podemos atender nuestros problemas de salud pública.
Claro que podemos, pero las autoridades, legislativas y ejecutivas, federales y estatales, no lo hacen. Ni una palabra hemos percibido de la alta jerarquía católica sobre este grave tema que representa salvar o condenar vidas humanas, en número y en calidad de vida.
En cambio, la autoridad jerárquica se ha ido, una vez más, por temas cuantitativamente menores en la incidencia de la vida nacional y de la justicia, pero que son electoralmente redituables para los grupos oligárquicos que atropellan el valor supremo que debe, que debería, guiar toda la moral social que dicen defender: la justicia. “Buscad primero el reino de Dios y su justicia”. Primero. Antes y como base, de cualquier valor social.
Si algo lamentamos de la pérdida del registro electoral de aquel testimonial Partido Demócrata Mexicano, el del gallito, es precisamente que no tenía empacho en publicar oficiosamente que su Declaración de Principios se sustentaba en la doctrina social plasmada en las encíclicas papales “Rerum Novarum” y “Quadragèsimo Anno”.
Ni una referencia en la orientación electoral de la alta jerarquía a que Jesús, el Maestro, despenalizó a la adúltera, se reunía con publicanos, fue generoso con el vino, y, en cambio, sacó enfurecido a los mercaderes del templo, a latigazos.
“Hipócritas” es una palabra que acostumbraba a usar Jesús. Políticamente incorrecta. También se indignó. Una sola vez lo registran los evangelios. Escribas y fariseos: los que saben de leyes e interpretan la doctrina para los demás.
Citando el discurso de Juan Pablo Segundo a la Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla el 28 de enero de 1979, dice el Compendio de la Doctrina Social: “El principio del destino universal de los bienes exige que se vele con particular solicitud por los pobres, por aquellos que se encuentran en situaciones de marginación. A este propósito se debe reafirmar, con toda su fuerza, la opción preferencial por los pobres”.
Esa es la opción electoral para julio, en la cortinita, delante de su conciencia. Lo acaba de recordar el primero de enero el padre Beto Gómez, tapatío, en su parroquia de Palenque. Esa es la opción. Por el bien de todos.
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