sábado, 3 de julio de 2010
LA DEMOCRACIA ELECTORERA
¿Será una mentira que los seres humanos puedan construir una democracia? Los poderosos nos han enseñado en la escuela que la humanidad va en un ¿ascendente? rumbo hacia el progreso y bienestar humano. Que partimos del comunismo primitivo, después pasamos por el esclavismo, de ahí evolucionamos al feudalismo y finalmente hemos arribado a las sociedades democráticas, la expresión más decantada de la evolución humana en sociedad. ¿Será cierto o será un gran engaño?
Desde que iniciaron las primeras civilizaciones en las márgenes de los ríos Tigres, Eufrates y Nilo, miles de años antes de que naciera Jesucristo, hasta que les cortaron la cabeza a los reyes de Francia, la humanidad vivió en sociedades piramidales en todo el planeta. ¿Será que es la forma más eficiente de organización humana? Los conocimientos más importantes para llevar una vida virtuosa se desarrollaron entre el año 2 mil a.C. y el año mil d.C. Todos los demás inventos nos pueden hacer la vida más cómoda o peligrosa, pero en nada nos ayudan a trascender nuestra existencia en el plano espiritual.
Pero un día hace más de cinco siglos, los “mercaderes” (los poseedores de los dineros, las mercancías, los mercados, los bancos) decidieron “cambiar el viejo orden mundial” y tomar ellos el control de los pueblos del mundo. Primero se apoderaron de las salvajes y primitivas monarquías europeas y después, con sus pueblos belicosos y aventureros que guardan el espíritu vikingo y teutón, se apoderaron del mundo. Los mercaderes derrocaron a las monarquías e inventaron la “democracia” para hacerse del poder. Engañaron a los pueblos argumentando que en el “viejo orden” no existía el sacrosanto derecho a ser libres, que los seres humanos éramos iguales y que deberíamos gobernarnos entre nosotros mismos. Que se deberían acabar las sociedades piramidales y que los seres humanos éramos iguales. Que la democracia era un instrumento “perfectible” en el que podríamos llegar a lograr la justicia y la igualdad.
Los pueblos del mundo fueron forzados por las armas de los invasores europeos y se vieron tentados por esa “atractiva idea” de autogobernarse y buscar la “igualdad”. En el siglo XIX, XX y XXI, los ejércitos de los “mercaderes” se han dedicado a invadir a pueblos de cultura tradicional, derrocar a sus milenarias noblezas y a implantar el gobierno de los mercaderes, es decir la democracia Occidental. Lo mismo en la China del Siglo XIX, que en Afganistán en el Siglo XX o en Irak en el Siglo XXI. La democracia es el instrumento con el cual los mercaderes logran que los pueblos pierdan sus estructuras milenarias de organización social y entran al caos del “gobierno del pueblo y para el pueblo”. A río revuelto, ganancia de mercaderes.
En efecto, el primer paso fue derrocado a la NOBLEZA humana para gobernar en el mundo. No confundir con la primitiva nobleza europea. Pensar en cambio en la nobleza de los egipcios, babilonicos, chinos, indios o en nuestra tierra, en los hombres y mujeres de conocimiento que dirigieron a nuestros pueblos en el periodo clásico o del espendor y que dejaron impresionantes testimonios de su grandeza espiritual en Monte Alban, en Teotihuacan o Uxamal. Cuando los ejércitos de los mercaderes derrocaron a las noblezas en el mundo abrieron las puertas al poder a los rapaces políticos. Hombres sin una formación espiritual sólida, con endebles bases éticas y morales, pero con mucha ambición por el poder y el dinero. Al destruirse las estructuras éticas y morales de la sociedad, la organización humana entra en crisis y es el campo en descomposición social en el que prende fácilmente la democracia de los mercaderes.
A final de cuentas, los mercaderes han impuesta a la humanidad otra pirámide de organización social. La diferencia es que en ésta el dinero y el consumo son los elementos básicos para construirla. En nuestros días vivimos una pirámide social, solo que en la cúspide están los “mercaderes” y en la base los pobres del mundo. Tenemos una “nobleza económica y financiera” y tenemos una gran base de esclavos, formada por desempleados, campesinos sin tierra, empleados y obreros. Antaño eran reinos y ahora son mega empresas trasnacionales.
En el “nuevo orden” y ejercicio del poder, los mercaderes no dan la cara, como sí la dieron los faraones, los kanes, los sultanes, los reyes o los tlatuanis. Los mercaderes se han cuidado de no tener personalmente ninguna responsabilidad social ni histórica con los pueblos que gobiernan desde los hijos invisibles del dinero y las sociedades “anónimas”. Es por ello que los mercaderes inventaron la democracia, el sistema de partidos políticos y a los políticos. Dejan que se peleen inmoral y deshumanizadamente entre ellos por las migajas del poder, cuando ya no les sirven los desechan y logran que los pueblos crean que la “la democracia electorera” podrá mejorar su miserable condición de vida y que los que están al frente momentáneamente en el poder, tiene la culpa de lo que le sucede a la sociedad. Esto es el logro “magistral” de la perversidad de la democracia. El pueblo ciego e ignorante difícilmente visualiza a sus verdaderos opresores y enemigos.
En la democracia electorera en que vivimos, lo importantes no es el partido, el candidato, la plataforma político-ideológica para ganar las elecciones. Lo importante es EL DINERO. Quien tiene suficiente dinero para invertir en la mercadotecnia publicitaria, quien puede contratar los servicios de estos nuevos profesionales que “construyen” las democracias, quienes tienen acceso a los medios masivos de comunicación... esos son los que ganan. El punto en cuestión es quién financia a los candidatos? A pesar de que, como en el caso de México, el pueblo financia con cuantiosos recursos del erario público a los partidos, ese dinero no basta, y es necesario “invertir más y más”. Que le pregunten al PRI con el Pemexgate o a Vicente Fox con “sus amigos”. Quien paga manda.
Sin embargo y pese a todo, la lección que el “México profundo” le dio a los mercaderes, a los partidos y a los políticos en estas pasadas elecciones es ejemplar. El abstencionismo es la señal que los que pelean por las migajas del poder, no quieren ver. El pueblo no cree que a través de la democracia electoral, el sistema de partidos y los políticos pueda cambiar su miserable condición de vida. Esto el IFE lo previó en un estudio antes de las elecciones.
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