martes, 30 de noviembre de 2010

LA UNIÓN NACIONAL SINARQUISTA DESAUTORIZA LAS ACUSACIONES VERTIDAS POR EL SINDICATO DE TRABAJADORES ACADÉMICOS DE LA UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA


A LA OPINIÓN PÚBLICA



El lunes 29 de noviembre del 2010, el sindicato de trabajadores académicos de la universidad de Guadalajara (STAUdeG) publico una inserción pagada en los principales diarios de la ciudad de Guadalajara, titulada “EL YUNQUE EN CONTRA DE LA FIL”, donde acusan al Secretario General de gobierno de Jalisco Lic. Fernando Guzmán Pérez Peláez, a policías estatales y porros de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) de haber empañado la inauguración de la Feria Internacional del Libro el pasado 27 de noviembre.

En esa publicación del STAUdeG en el tercer párrafo señala en algunas líneas lo siguiente: “Fernando Guzmán Pérez Peláez es una alto miembro de la organización nacional “El Yunque”, que es una agrupación de ultraderecha que tiene sus orígenes en el sinarquismo y que han retomado las estrategias del nazismo, fascismo y falangismo (sic).

Ante estas erróneas aseveraciones manifestamos lo siguiente:

PRIMERO.- La Unión Nacional Sinarquista (UNS) O Movimiento Nacional Sinarquista (MNS) o simplemente Sinarquismo, es un movimiento político, social y cultural. Se define como una red de organismos comunitarios de línea ideológica: Nacionalista, Democrática, Popular y Social-Comunitaria.

SEGUNDO.- La UNS ha formado diversos organismos de proyección, campesinos, juveniles, estudiantiles, políticos, social comunitarios, pero jamás hemos creado al movimiento del Yunque, NI esta organización tiene sus orígenes en las filas del sinarquismo, por lo que enérgicamente rechazamos esa afirmación del STAUdeG.

TERCERO.- Hemos reconocido públicamente que el Yunque es una organización clandestina y que está quiso infiltrar a nuestra organización, pero gracias a la intervención de jefes regionales y militantes sinarquistas pudimos encarar a esos “ratones” y enfrentarlos en una guerra, misma de la que hemos librado y que ahora nos encontramos en una etapa de reconstrucción nacional.

CUARTO.- La UNS no es nazista ni fascista y menos falangista, somos una organización mexicana, nacionalista y nuestra ideología esta basada en el orden social sinarquista. Además les aclaramos a los del STAUdeG que Emilio González Márquez y Fernando Guzmán Pérez Peláez, no son miembros ni nunca han sido sinarquistas.

QUINTO.- La Unión Nacional Sinarquista se congratula con la Universidad de Guadalajara por el éxito que durante muchos años ha tenido la Feria Internacional del Libro, aunado a esto la UNS ha sido promotora de la FIL y año con año participamos en los diversos cursos, talleres y conferencias desarrolladas dentro de tan importante feria.

La Unión Nacional Sinarquista desautoriza las acusaciones vertidas por el STAUdeG donde confunden a la opinión publica expresando que el Yunque es parte de la estrategia Sinarquista, cuando nada tenemos que ver con esa organización clandestina.

Los sinarquistas no nos escondemos, somos una organización con registro y nos conducimos en estricto apego a las leyes que emanan de la constitución mexicana. Lo que hacemos lo hacemos públicamente de cara a la nación.



ATENTAMENTE:
“Patria, Justicia y Libertad”
San Luis Potosí, SLP. 29 de noviembre de 2010

JESÚS ÁNGEL PERALES CEBALLOS
JEFE NACIONAL COORDINADOR

lunes, 29 de noviembre de 2010

CÓMO TRABAJAR CON EL PUEBLO

Clodovis Boff


1 INTRODUCCION:

EL ARTE DEL TRABAJO POPULAR

Procuramos explicitar en este folleto las condiciones y orientaciones
concretas que ayuden en el trabajo popular. No pretendemos dictar
los mandamientos o recetas de cómo trabajar con el pueblo en forma
concreta. Se trata simplemente de examinar cómo se está dando hoy
este trabajo y exponer las indicaciones o tendencias más fecundas
que la propia práctica está sugiriendo.
Es evidente que esto no se hace sin análisis y crítica. Intentaremos
organizar las principales lecciones que se pueden sacar de la
experiencia de trabajo junto al pueblo.
Nada de lo que aquí se dice debe entenderse en forma dogmática.
Y esto sobre todo porque el trabajo popular es un arte y no una
ciencia. Y un arte se va aprendiendo en la práctica. Tanto más cuanto
que se trata aquí de una de las artes más difíciles: la de lidiar con la
gente. Por eso se presentan aquí sin ninguna pretensión, indicaciones
prácticas sobre cómo hacer trabajo popular. Ellas se deberán
completar y corregir con otras experiencias y otras reflexiones sobre
estas experiencias.
Sócrates, uno de los más grandes educadores de occidente, tenía
tal conciencia de la dificultad de educar, que decía que no pretendía
ser maestro de nadie ni tener discípulos, sino más bien amigos.


Asumir el riesgo

No existe propiamente reglas fijas para trabajar con el pueblo. Lo
que existe son sólo pistas, líneas indicadoras. Cada uno tiene que
asumir el riesgo, pues el riesgo hace parte de todo aprendizaje que se
funda principalmente en la experiencia. Se acierta en el trabajo
popular a través de " tentativas y errores ". Es imposible acertar
siempre. En ningún lugar quizás más que aquí vale lo que se dice, que
haciendo es como se aprende. De ahí la importancia del proceso
como tal. "En el camino se acomodan las cargas". "Se hace camino al
andar".
Esto no quiere decir que se deba proceder sin criterios o
precauciones; que se deba simplemente ir hacia adelante, de acuerdo
con la conocida afirmación: "se va a la lucha, después se verá". No.
Aquí no se permite ningún tipo de pragmatismo frívolo o activismo
grosero. Todo lo contrario: cuanto más delicada es la tarea, mayor
atención, vigilancia y seriedad se ha de tener, tanto en la práctica
como en la comprensión de la práctica. Pues si "la experiencia
enseña", hay que oír y aprender las lecciones de la experiencia. Y
esto no es posible sin una reflexión cuidadosa de la propia
experiencia. Asumir el riesgo, si, pero el riesgo calculado.
Agreguemos en este punto, que hay distintas corrientes de trabajo
popular. Algunas dan mayor importancia al papel del agente, y otras
por el contrario destacan la importancia de las "bases" o de los grupos
populares. Y también las hay que quieren encontrar un "justo
equilibrio" entre estas dos tendencias fundamentales.
Por nuestra parte, nos referimos de modo especial al campo de
nuestra propia experiencia que es el de la pastoral popular. Pero es
preciso decir que tal campo entra frecuentemente en la vasta área del
trabajo popular en general. De hecho una pastoral liberadora procura
favorecer toda forma de afirmación y promoción popular: educativa,
sindical, partidaria, etc.

A quién se destina este trabajo

Nos dirigimos aquí al agente del trabajo popular: educador,
profesional, técnico, político, sindicalista, sacerdote, etc. Tenemos en
mente principalmente el llamado "agente externo" - la persona o grupo
de agentes que "va" a trabajar junto al pueblo. Pero lo que se dice
vale también para el " agente interno ", el "agente popular mismo", es
decir aquel que surge del propio pueblo y allí ejerce un papel
educativo o político.
En realidad la distinción entre "agente externo" y "agente interno" se
debilita y casi desaparece en la medida en que el "agente externo" se
inserta en el universo popular, volviéndose "pueblo" y en la medida en
que el "agente interno" o "popular" crece en experiencia y calificación
en su trabajo. Por lo demás, es la propia dinámica del trabajo popular
la que lleva a esta aproximación progresiva.
Así, a partir de cierto momento de la marcha, es pequeña la
diferencia que separa a un "agente externo inserto" o "popularizado" a
un "agente interno experimentado" o "popular". Sin embargo siempre
perdura la diferencia imborrable del propio pasado u origen de clase.
Si aquí conservamos la distinción entre "agente externo" y "agente
interno" es para tener en cuenta los problemas específicos que cada
uno de ellos tiene, sobre todo el primero, en el comienzo del trabajo
con el pueblo.
Notemos también que en este texto hablaremos normalmente de
"pueblo", comprendiendo en este término el conjunto de las clases
oprimidas o subalternas. Entenderemos siempre "pueblo" no en el
sentido "clásico" (de "nación"), sino en el sentido "clasista" (de "clases
populares"). De hecho la gente misma acostumbra autodenominarse
como "pueblo" en los grupos de trabajo popular. A veces "pueblo"
querrá decir simplemente la comunidad popular con la cual se está
trabajando. En este caso, aunque el sentido (conceptual) sea distinto,
el significado (objetivo) es el mismo: nos referimos a la misma cosa.

Una caja de herramientas y no un recetario

Las posiciones e indicaciones aquí expresadas quieren ser claras y
prácticas. Es la propia naturaleza del trabajo la que exige esto, como
también los destinatarios. Estos, en efecto, buscan directivas
concretas fundadas en la acción y reflexión con miras a mejorar su
propio trabajo.

Este librito no debe utilizarse como recetario, sino como una caja de
herramientas. En él se encuentran instrumentos de toda clase, unos
más útiles que otros,. Ahora bien, de una caja de herramientas se
toma lo que se necesita para el propio trabajo. Lo importante aquí no
es la herramienta, sino su uso; y, más que el uso, lo importante es el
propio pueblo y su liberación.



2. CONVERSION DE CLASE DEL AGENTE

Situación inicial: una sociedad dividida
Este es el gran dato de entrada que siempre se debe tener en
cuenta en el trabajo popular: la división social del trabajo: en trabajo
intelectual (decisión) y trabajo manual (ejecución) y la división de
clases: en clases dominantes y clases dominadas. Esta situación real -
aquí apenas indicada - ha de permanecer como telón de fondo en
todo el trabajo popular. Este en realidad arranca de ella (en cuanto a
su forma de organización) y va en la línea de su superación (sociedad
igualitaria).
Esta verificación elemental y general ya proporciona la línea de
base del trabajo popular: reforzar la posición del pueblo ( su saber y
poder). Porque no es verdad que la existencia y la conciencia del
pueblo sean simplemente la de sus dominadores (alienación
absoluta). No. El pueblo tiene una existencia y conciencia propias,
aunque dominadas, reprimidas, controladas desde fuera y desde
dentro (introyección), precisamente por las clases dominantes.

La necesaria conversión de clase
Saquemos ahora las consecuencias de la situación global de la
división de la sociedad (de trabajo y de clases) en cuanto al agente
del trabajo popular.
En primer lugar, el agente externo debe reconocer su situación de
clase y el modo de su pensar y de su actuar.
Y esto sin disfraces, con toda honestidad. Ser de una u otra clase,
pertenece al destino histórico de cada uno. No depende de una
opción voluntaria. Y esta pertenencia marca la conciencia y el modo
de vida de cada uno. Es falso decirse uno igual al pueblo, identificado
con él, desde el momento en que se es de otra clase. Esta actitud
mistifica la relación con el pueblo y lleva a la dominación so pretexto
de igualdad.
Por otra parte, este reconocimiento debe hacerse sin masoquismo
ni mala conciencia, sin satanizar la propia situación social ni canonizar
la del pueblo. Hay ventajas y desventajas específicas en cada una de
ellas.
Por eso mismo - y es el segundo punto- el agente externo necesita
de una "conversión de clase" . Lo que importa sobre todo no es dónde
se está, sino de qué lado se lucha. Lo que cuenta no es el origen de
clase ni la situación de clase, sino la posición, opción y práctica de
clase. Se trata aquí de "pasar hacia el pueblo", de situarse a su lado
en la lucha por una sociedad nueva.
Sin embargo esto tiene su precio. Pues implica, en primer lugar,
romper con los intereses y la mentalidad de la propia clase. E implica
también guardar ciertos valores, desarrollarlos y pasarlos al pueblo.
¿Qué guardar y qué dejar?

Lo que se debe dejar: la ideología
Comencemos por lo que el agente externo debe rechazar en su
relación con el pueblo. Digamos que el agente debe romper con la
ideología típica de su clase y con los intereses que ella expresa.
Entendemos aquí ideología tanto las ideas como las actitudes y
comportamientos propios de una clase.
Fijémonos en el agente de "clase media", que es de donde
provienen la mayoría de los "agentes externos". Porque esta clase no
constituye una clase esencial en nuestra sociedad y porque no
constituye una clase definida, su ideología lo mismo que sus
intereses, tampoco son definidos. Ella se define solamente a partir de
la ideología de las otras clases fundamentales, con las cuales coincide
en determinados momentos o según determinadas fracciones suyas.
Por eso la definición ideológica de la "clase media" es esencialmente
su indefinición. He aquí unos rasgos "característicos" de su
ideología.

1. Posición encima del muro, que puede ser expresada en las
siguientes actitudes:
. oscilación ora a la derecha, ora a la izquierda, y de ahí la poca
firmeza de sus compromisos;
. oportunismo, que hace tomar la posición más conveniente al
momento;
. pretensión de neutralismo político;
. creencia en las soluciones negociadas a cualquier precio
(colaboracionismo de clase).

2. Gusto por teorías abstractas, que se expresa en:
. disputas de ideas y no de prácticas (para huir del compromiso);
. tendencia a la intelectualización de los problemas, a huir hacia las
nubes, a adoptar un universalismo vacío, a desmaterializar las cosas;
. revolucionarismo retórico, sin mayores consecuencias;
. sectarismo político con rasgos de fanatismo y resentimiento;
. pretensión intelectualista de dirigir el proceso histórico y de guiar
al pueblo;
. moralismo en la comprensión y solución de las cuestiones
sociales.

3. Individualismo, manifestado en:
. aislamiento social e ideológico ("cuantas cabezas, tantas
opiniones);
. egoísmo de intereses ("cada cual para sí..."');
. falta de espíritu de cuerpo, de clase (ya que no existe como clase
definida);
. privatismo en la solución de los problemas ("depende de cada
uno");
. interiorización espiritualista de los conflictos en la forma de "crisis
existenciales", etc.

Pues bien, es de toda esta mentalidad, y de los intereses que ella
esconde/ manifiesta, de los que el agente - clase - media debe
despojarse si quiere aproximarse a las clases populares para
servirles. En realidad, más que de una conversión, se trata de una
definición de clase. Es claro que esta definición sólo se puede hacer
en el proceso mismo con el pueblo, pues allí es donde se pueden
identificar y superar las propias alienaciones de clase. Evidentemente,
la disposición para esto debe ser previa en cuanto representa una
apertura al cuestionamiento y al cambio. Sin esta disposición de
fondo, no existe trabajo popular que transforme a la persona.

Lo que hay que conservar: valores universales
Hemos visto lo que el agente debe abandonar; pero ¿qué es lo que
debe conservar para pasarse al pueblo?
Debe conservar todos los valores humanos y culturales que son
útiles para la lucha y la liberación del pueblo. En realidad no todo lo
que es de la clase media es de clase media. Es decir: no todo lo que
vive o adopta la clase media es característico de ella. No se puede
confundir la naturaleza de ciertos valores, que por sí mismo son
universales, aunque monopolizados injustamente por una clase, y su
utilización o función ideológica. Así pues, tenemos que distinguir lo
que es propio de la clase (clasista) y lo que es humano y universal y
que ha sido apropiado ilegítimamente por ella. Aquí sucede en el
orden de los valores y habilidades varias lo que sucede con los
medios de producción: éstos son propiedad privada, pero su destino
es colectivo. La cuestión no es, pues, destruirlos, sino apropiarse de
ellos, no sin antes reorganizarlos profundamente.
Ahora bien, entre los valores de la clase (sin ser de clase) que el
agente de clase media debe conservar, se pueden enumerar:
o habilidades técnicas útiles a todo el pueblo: leer, escribir, contar,
curar, escribir en máquina, encaminar un proceso, etc.;
o informaciones de carácter histórico y de actualidad;
o capacidad teórica para analizar la realidad y sistematizar los
conocimientos;
o valores de carácter humano, como el cultivo de la sujetividad, que
en la clase media sólo tiene viciado su lado exclusivo y excluyente),
etc.
Todos estos valores representan riquezas que no se deben
abandonar, so pena de dejar al propio pueblo privado de aquello a
que tiene derecho y que necesita conquistar. Por tanto, estos valores
deben ser pasados, comunicados al pueblo y en cierto modo
democratizados o socializados.

Cómo transmitir al pueblo valores de origen no popular
Naturalmente, la socialización de estos valores no se produce sin
más. Ella supone en primer lugar una relación pedagógica correcta,
que determine el momento, la medida y el modo de su comunicación.
Nada, pues, de ir arrojando encima del pueblo "nuestras riquezas", sin
más, con el pretexto de que el pueblo ha estado privado de ellas por
mucho tiempo y que ahora ha llegado el momento de recibirlas.
En segundo lugar, es necesario refundir esos valores, que vienen
siempre revestidos de una forma de clase ("burguesa"). Por eso es
necesario purificarlos e inclusive convertirlos, para que puedan ser
asimilados provechosamente por las clases populares. Esto es
evidente, por ejemplo respecto a la ciencia, que, aunque tenga
vocación universalista, fue creada y elaborada por la burguesía y lleva
en su expresión cultural (lenguaje, instrumentos de producción
científica, etc.), las marcas de nacimiento (inclusive la teología y el
marxismo).
En realidad , "todo lo que se recibe, se recibe al modo de quien lo
recibe" -decían los maestros medioevales. Así, valores universitarios,
vividos hasta entonces por una clase, sólo pueden enriquecer a otra
clase cuando son recibidos y asimilados según los esquemas de esa
otra clase. Valores universales, de los cuales fueron portadores y
beneficiarias las clases dominantes, sólo puede ser vividos
correctamente por el pueblo al modo de éste, es decir, popularmente.
Y esto vale tanto para el tener como para el poder, el saber, e
inclusive el creer. Donde se ve que no es sólo el agente es quien
debe convertirse, sino que también se debe convertir la riqueza que él
lleva consigo en su trabajo popular.

¿Conversión del agente interno?
La cuestión del cambio ideológico y político (conversión o definición
de clase) se ha referido aquí al agente externo. Pero el agente interno
también puede ser llamado a la conversión, justamente en la medida
en que tiene introyectado al opresor dentro de sí y por eso piensa y
actúa según los dirigentes de las asociaciones populares de todo
género.
En este caso, el propio agente oprimido necesita de conversión:
conversión a la propia clase y a su liberación colectiva. Evidentemente
el proceso de conversión aquí obedece a una dinámica propia. Es la
dinámica del propio trabajo popular de que estamos tratando aquí. Es
decir: en el proceso de la reflexión/acción es donde el agente popular
alienado puede convertirse (sobre todo si es apenas ingenuo) o
revelarse y desenmascararse (si es malintencionado). Pero todo esto
se verá mejor más adelante.



3. EL PAPEL PARTICULAR DEL AGENTE


El agente externo no es sólo diferente del pueblo por su extracción
y su situación de clase, sino también por su posición en el proceso o
marcha de liberación. En realidad él es un agente y como tal tiene un
papel más que especial. Y esto vale también para el agente popular.
Este papel puede ser político, técnico, pastoral, educativo. A falta
de un término mejor y más apropiado podríamos quizás hablar de
función pedagógica, para englobar todas las funciones de crecimiento
integral de la comunidad o del pueblo.
Importa que el agente, a más de reconocer su carácter de clase,
reconozca y asuma su posición específica junto al pueblo. Tal posición
puede ser designada como alteridad o diferencia pedagógica
De hecho es una ilusión decirse o pretenderse "igual al pueblo". El
igualitarismo como tentativa e inclusive como apariencia o impresión
de puro achatamiento entre el agente y el pueblo, debe ser
desenmascarado como una farsa.
La igualdad entre el agente y el pueblo se da en otro nivel, más
profundo que el de la mera copia o máscara. Cómo veremos luego, la
igualdad consiste en la identificación en una misma causa o proyecto
fundamental, en una misma práctica o lucha y finalmente, y en cuanto
es posible, en un mismo universo cultural.
Si alguien es o se vuelve agente es porque tiene algo que ofrecer al
pueblo, tiene una contribución particular para darle a su marcha. El
agente es agente porque es diferente. Y esto es lo que tiene que
verse y asumirse.
Ahora, el hecho de ser diferente no coloca de por sí al agente fuera
o por encima del pueblo. Se trata por el contrario de un servicio que
debe ser prestado sin arrogancia y casi por imposición histórica. Antes
que ser un título de gloria o mérito, es una obligación ética y una
misión social objetiva. "¡Ay de mí si no trabajo con el pueblo!" -podría
decir el agente, parodiando a S. Pablo.
Por esto, sólo quien no entiende su posición real en el proceso de
crecimiento popular puede pretender o dirigir al pueblo o ser
absolutamente igual a él. Aparecer por encima del pueblo o
desaparecer en medio del pueblo no interesa al final de cuentas al
pueblo. Esto sería no ayudarle. Se trata de estar al lado o en medio
del pueblo, siendo lo que se es, sin fantasías o máscaras, y haciendo
de su diferencia un servicio.

Cómo caracterizar al agente
Podríamos aquí, más que definir, describir o caracterizar la función
propia del agente en su diferencia pedagógica (siempre en el sentido
amplio de la paidéia griega, como función integral). Vamos a
caracterizar la función del agente por medio de un esquema que
hablará por sí mismo.

Dos modelos de agente o educador
[Cuadro]

Observemos aquí que las figuras del agente o educador como
partero, agricultor y médico nos vinieron entre otras menos felices
(alfarero, domador), de la tradición griega, y fueron utilizadas
especialmente por Platón, en general en boca de Sócrates. Conviene
anotar que son simples comparaciones, que, como tales, siempre
claudican por una o varias partes, en especial aquí la del médico.
Esas figuras pueden evidenciar una alteridad pedagógica
exagerada si las tomamos como profesiones. Pero indican
correctamente la especificidad de la acción pedagógica -trabajo a
partir de dentro- si nos fijamos en la función o práctica concreta de
esos tres personajes. Se trata ahí, en verdad, de una distinción de
funciones y no de una división de categorías o personas.
De hecho, ser agente no es una cualidad ligada a la persona, sino a
su función. Por lo demás, el agente no es sólo ni siempre agente. En
la base de todo, es persona humana. El agente es también accionado.
Su lugar o función diferencial es una exigencia del grupo y no un
predicado de su persona.
Por eso la función pedagógica (como también la función política) es
absolutamente relativa. Por lo tanto, el agente verdadero actúa, sí, y
con todo su vigor propio, pero siempre con la máxima discreción y
haciéndose notar lo menos posible, sea por los títulos, sea por la
publicidad. Es porque la modestia es intrínseca al cargo de agente.
Así, la alteridad que debe reconocer y asumir el agente, es la
alteridad de una función propia dentro y al servicio del grupo y no una
alteridad de distancia o de superioridad.

Autonomía del pueblo: objetivo del trabajo popular
Sí, porque el proceso educativo tiene como objetivo esencial la
autonomía del educando. Autonomía como autodeterminación o
autodirección, y no propiamente como independencia absoluta, pues
el hombre vive necesariamente en situación de dependencia mutua
debido a su carácter social.
Esto significa que el agente, como figura educativa, está destinado
a ir desapareciendo, hasta dejar por completo de ser indispensable.
Pues importa que el pueblo llegue a "caminar con sus propios pies",
libre de cualquier tutela.
Evidentemente el trabajo de un agente en el proceso popular lleva
inicialmente al pueblo a una cierta dependencia del agente. Tal
dependencia se da precisamente en aquello que el agente trae de
nuevo: una competencia, una capacidad de convocación, una
contribución técnica o cultural, etc. Tal dependencia inicial es
absolutamente natural y pertenece a la dialéctica del proceso
educativo. La verdadera cuestión es el proceso: ¿para dónde lleva?
En efecto, la realidad es que el pueblo vive en una situación
objetiva de opresión y alienación, o sea, de dependencia y sujeción
frente a las clases dominantes. Cierto, el pueblo resiste, lucha y ataca.
Pero sin el "salto" de la conciencia crítica, para lo cual es
indispensable la presencia de una mediación educativa, la reacción
popular permanece en el nivel elemental, fragmentario,
desorganizado.
La valorización del pueblo y de su potencial cultural y político no
debe hacer olvidar la situación dominante que él vive y sufre, y que es
justamente la dominación de clase. Si no fuera por eso el pueblo ya
estaría en el poder y no tendría mayores problemas. Sin duda, aquí y
allá el pueblo consigue imponerse, pero en el conjunto está oprimido
(hasta el punto de que " clases populares" significa" clases
subalternas").
Por esto mismo todo el esfuerzo del agente es reforzar el poder del
pueblo hasta que éste alcance su autonomía o autogestión entendida
como control de sus propias condiciones de vida. De allí que la gran
cuestión del agente educador es si su acción lleva al pueblo al
crecimiento y a la libertad cada vez mayor, o a lo contrario. Esto
supone que la interferencia del agente externo va disminuyendo en
proporción inversa, hasta que el pueblo pueda organizarse solo.

Etapas de crecimiento de una comunidad
Se podría decir que esta marcha hacia la autonomía pasa por tres
fases:
1. Inicialmente el agente trabaja para el pueblo. Es como si lo
cargara, lo llevara.
2. Después el agente trabaja con el pueblo. Es como si lo amparase
para que intente caminar con sus propios pies.
3. Finalmente, el agente trabaja como el pueblo. Es como si el
pueblo ya pudiera caminar por propia cuenta.
En este punto el agente no sale del escenario; solamente cambia de
papel; continúa siendo parte viva de la marcha, pero ya sin la función
del principio, pues ésta ya ha sido incorporada por el pueblo o por
gente del pueblo. En este sentido es como el educador desaparece
como educador, no naturalmente como persona.
Evidentemente, para que tal proceso de autonomía llegue a
suceder, es preciso que el propio agente haga el camino inverso: el
de su identificación y educación progresiva a partir del pueblo. En
realidad, el proceso pedagógico es doble: consiste en el encuentro
recíproco de la gente y su saber con el pueblo. Y esto sucede en
contexto de reciprocidad, diálogo y coparticipación vital. Solamente en
el intercambio de saberes se desarrolla el proceso educativo, sea del
lado del agente, sea del lado del pueblo.
Todo esto vale para el agente en la medida en que es educador y
no en la medida en que es dirigente. Pues aquella función es por
naturaleza pasajera (aunque haya siempre una "educación
permanente", siguiendo, sin embargo, otra dinámica), en cuanto que
esta última es permanente. En cuanto a la función de dirección, ella
también deberá ser incorporada de modo creciente por el pueblo,
hasta que éste produzca sus propios dirigentes. Este es un elemento
fundamental para la autonomía popular



4. INSERCION: CONDICION PREVIA INDISPENSABLE


Se piensa a partir de los pies y de las manos
Vimos que la situación de partida del trabajo popular es la división
social del trabajo y de clase. Vimos también que la función
fundamental del agente es situarse en medio del pueblo para
contribuir, desde dentro, a su autoliberación. Decimos además que
todo eso supone una conversión de clase, conversión esta que se
expresa en el compromiso o empeño con las clases populares.
Ahora bien, para que todo esto se pueda realizar, es absolutamente
necesario que el agente se inserte en el ambiente popular. Cuando se
habla aquí de inserción, se entiende por ese concepto una presencia
o contacto físico con el universo popular. Se trata de participar
concretamente en la vida del pueblo, de convivir con él, de establecer
con él un lazo orgánico.
Sin esta inserción real el agente;
-no tendrá condiciones objetivas de deshacerse de sus tareas de
clase;
-no podrá evitar el autoritarismo o relaciones de dominación en el
ejercicio de su papel pedagógico;
-y tampoco tendrá condiciones de asumir una mística y una
metodología realmente liberadoras - como también lo veremos más
adelante.
Si la conciencia se nutre de las experiencias concretas (como lo
vieron los filósofos, de los griegos hasta Marx, pasando por los
escolásticos), si se piensa a partir de los pies (lugar social) y de las
manos (prácticas), es indispensable que se entre en contacto vivo y
participante con la vida del pueblo si es que se quiere entenderla y
trabajarla.
Es evidente que la inserción física, local inclusive, no basta. Pero es
una condición indispensable y fundamental.

La lección de una experiencia importante
Es el campo de la pastoral popular donde más se ha avanzado en
ese sentido. No hay agencia educativa en la sociedad brasileña que
haya llevado más en serio la necesidad de la inserción y encarnación
concreta de los ambientes populares que la Iglesia. Fue todo un
movimiento que agitó el cuerpo entero de la Institución eclesial en una
línea de "pasar hacia el pueblo", "moverse hacia la periferia",
"insertarse en los barrios populares", etc. Esta tendencia llevó a
obispos a dejar sus palacios para instalarse en casas populares en
las regiones pobres de la ciudad; condujo a sacerdotes a recorrer las
favelas y las áreas rurales, antes abandonadas; arrastró a laicos
cristianos a lanzarse en medio de los pobres en frentes de opresión y
crisis particulares; envolvió sobre todo a las congregaciones religiosas
en el sentido de dejar las "grandes obras" e ir a vivir en los barrios
pobres para trabajar allí con el pueblo; obligó inclusive a los teólogos
y a otros intelectuales cristianos a asumir compromisos concretos con
grupos populares.
A diferencia de lo que sucedió en otras instituciones y corrientes,
inclusive partidistas, este movimiento general y creciente de inserción
fue favorecido por la movilización de toda la Institución eclesial, que
garantizó así la continuidad y organicidad del movimiento; y también y
sobre todo por una mística de conversión, encarnación y kénosis
(despojamiento) que lanza sus raíces en lo más profundo de la propia
fe cristiana.
Esta experiencia llevó a la convicción (y ésta puede servir de lección
general para el trabajo popular) de que sin inserción concreta no
puede haber un trabajo popular correcto. Es por tanto una condición
previa básica, indispensable, aunque insuficiente, que el agente se
identifique lo más posible con el pueblo mediante un contacto vivo con
éste. La fecundidad pastoral y política de esta experiencia representa
una convicción ya hoy indiscutible y un logro definitivo del trabajo
popular.

Tipos de inserción
Sin embargo, las formas objetivas o expresiones concretas de
inserción pueden ser mayores o menores. Ellas admiten grados
distintos. Podemos indicar aquí esos grados o formas crecientes de
inserción:

1. Contactos vivos
Es la forma más elemental de sentir la realidad del pueblo. Se trata
aquí de una presencia pasajera y discontinua con el mundo de la
pobreza y opresión. Este es el nivel mínimo necesario para poder
asumir realmente la causa del pueblo y realizar el propio compromiso
por su liberación. Pues inclusive viviendo en un lugar social no
popular como sería el de la propia clase, es posible colocarse
políticamente al lado del pueblo. Pero este compromiso puede
mantenerse en forma correcta y continuada solamente con la
condición de que exista una vinculación orgánica mínima del agente
con el pueblo. Por otra parte, la .limitación de este mínimo, expresado
por contactos no continuos, es esta: no permitir una real inmersión
cultural en el mundo popular, con el peligro de volverse simplemente
una especie de turismo.

2. Participación continuada
Tenemos aquí ya un modo de inserción más avanzado. En este se
escoge una comunidad de referencia o de incardinación, cuya vida se
acompaña en forma constante o en cuyas prácticas concretas
(pastoral, sindical, etc.) se toma en forma continuada.

3. Vivienda
Morar en un barrio popular es una forma de sumergirse más a
fondo en las condiciones de vida de los oprimidos por efectos de la
impregnación que él permite. Por lo demás, es a esta forma particular
a la que se hace alusión hoy cuando se habla de inserción en los
ambientes populares.

4. Trabajo
He aquí un modo exigente de compartir la experiencia de vida de las
clases populares. Se trata de una inserción en su mundo de trabajo
(productivo), que marca toda su existencia de modo determinante. La
inserción aquí es tanto más fecunda cuanto más decisiva y rica es la
esfera en que se da.

5. Cultura
La inserción supone, en este nivel, que se incorpore el estilo de
vida del pueblo en la línea de la vivienda, del hablar, del vestir, comer,
pensar, e inclusive de orar y de creer.

Estos son los diferentes grados de inserción. Pero se pueden
establecer también formas diversas, no escalonadas, de identificarse
con el pueblo. Se adopta esta o aquella forma en función de las
condiciones objetivas y de las disposiciones subjetivas de cada uno.
Sin duda el propio proceso del trabajo popular comprende una
dinámica que lleva al agente a aproximarse en forma creciente al
pueblo y a sus condiciones de existencia.
Objetivamente no todas las formas son equivalente: ofrecen, unas
más, otras menos condiciones para realizar un trabajo popular
liberador. Sin embargo desde el punto de vista subjetivo, una forma
produce más o menos frutos también en función de la intensidad
personal con que es asumida. Así, puede suceder que una comunidad
de agentes, aunque more y trabaje en el mundo del pueblo, venga
concretamente a hacer muchos menos que otra, que sólo tiene con él
relaciones funcionales en torno a un proyecto concreto, pero que se
empeña en él más a fondo.

Insertarse para compartir y finalmente liberar
También es necesario decir que la inserción no es todo. Es sólo el
punto de arranque para algo que viene después y que ella posibilita.
Por eso la inserción no puede ser idealizada como la panacea del
trabajo popular. Ella no es fin: es medio. Ella mira a buscar la alianza
concreta y práctica del agente con el pueblo y del pueblo con el
agente, siempre en favor del pueblo. Ella tiene sentido en la medida
en que permite la participación y el intercambio de las riquezas y de
los servicios mutuos con miras a la liberación. Pues es a partir de la
inserción como el agente podrá descubrir su propio carácter de clase,
y de convertirse, comprender realmente las condiciones de existencia
y conciencia del pueblo y contribuir afectivamente a su crecimiento.
Por otra parte, es también a partir de la inserción del agente en el
pueblo como éste podrá elevar su nivel de conciencia, organización y
lucha.
En realidad, el objetivo concreto más alto tanto de la inserción como
del compartir es realizar el proyecto común de una sociedad liberada
e igualitaria, en la cual la asimetría estructural agente-pueblo sea
finalmente superada. Tal es el proyecto y al mismo tiempo el proceso
de la relación agente-pueblo.
Así, la inserción sólo puede entenderse próximamente dentro de la
perspectiva de la alianza o diálogo agente-pueblo y, más
remotamente, dentro de la perspectiva más amplia de la liberación
social.

¿El agente popular también debe insertarse?
Para el agente popular la cuestión se plantea, de modo distinto. La
necesidad de inserción corresponde para él a la participación en las
luchas del pueblo. Es a partir de allí como el agente popular se califica
como tal.
Otra cuestión del agente popular es, una vez en funciones, no
desligarse de la base, sino continuar enraizado e inserto en ella.
Pues, como estamos viendo, tal es la condición previa para un
correcto trabajo popular.


5. LA MISTICA DEL TRABAJO POPULAR

En la raíz del trabajo popular y de la propia inserción encontramos
un conjunto de convicciones y motivaciones fundamentales que
animan el compromiso del agente con el pueblo.
Aquí tocamos una zona de profundidad que raras veces es
explicitada, pero que subyace en la raíz de la práctica de todo agente.
¿Cómo llamar ese nivel profundo, oscuro, en que la práctica histórica
echa sus raíces? A falta de otra palabra mejor, llamémosla mística.
Ideología, filosofía de trabajo, ética o concepción de vida serían otras
designaciones, pero menos adecuadas para lo que aquí queremos
explicitar.
Sin mística, cualquier método de trabajo popular se convierte
fácilmente en técnica de manipulación y las reglas metodológicas
acaban transformándose en fórmulas rígidas y sin alma.
Describimos aquí los principios de vida o las actitudes de fondo que
presiden el método de acción con el pueblo y que pueden reunirse
bajo el nombre de mística del trabajo popular.

1. Amor al pueblo
Pueblo tiene aquí un significado concreto de conjunto de personas.
Es el personal, la gente, la comunidad. No es un conjunto de
entidades abstractas y anónimas, que, naturalmente, sería imposible
amar.
Sin amor al pueblo, sin simpatía y buena voluntad para con las
personas del pueblo, no se puede realizar un trabajo liberador. Para
eso se necesita un contacto vivo con el pueblo. Sólo a partir de allí se
puede establecer con él una " conexión sentimental" que sea
fecunda.
No raras veces se encuentran agentes, inclusive religiosos, que
alimentan muchas veces inconscientemente un profundo desprecio
por los oprimidos, inclusive cuando los ayudan con gran dedicación.
Pero lo hacen por consideración, viendo en el otro un simple objeto de
su generosidad.
Sólo la compasión como sentimiento de identificación afectiva y
efectiva profunda, en el sentido etimológico del término, ve en el otro
al sujeto de un derecho, del cual fue injustamente privado, y reivindica
al otro como igual a sí mismo. La conmiseración da con arrogancia,
mientras la compasión ofrece como pidiendo perdón.
No es muy difícil percibir cuándo un agente quiere realmente al
pueblo y es, a su vez, querido por él: cuando las relaciones entre uno
y otro son de igualdad fundamental. La señal más evidente de esto se
encuentra en la libertad de palabra que tiene el pueblo frente al
agente. El hablar franco e inclusive crítico es índice de una relación
fraterna y madura.
Pasemos por encima del agente autoritario, que odia y desprecia al
pueblo (hasta su olor). Evidentemente, ante él, el pueblo tiene la
palabra prisionera. Pero con el agente paternalista, que parece amar
al pueblo y ser querido por él, las cosas no suceden de modo muy
diferente. La actitud del pueblo frente a él es de expectativa, de
gratitud servil y de dependencia. Y la señal más clara de esta
dependencia es la palabra - eco, la palabra - reflejo: el pueblo dice lo
que el agente espera que diga y no lo que él mismo realmente
piensa.
Amar al pueblo es amar al "pueblo-sujeto" y jamás al pueblo-objeto.
Es amarlo en razón de fin y nunca de medio, aunque sea para la
"revolución" o la "sociedad nueva".
Querer bien al pueblo es querer su bien. Es luchar por su igualdad
(opta aequalem: Agustín). Es, en suma, buscar su autonomía. Pero
más que una regla, es el criterio del amor verdadero: si vuelve
autónoma o esclava, o libera o somete.
Cuando hablamos aquí de amor al pueblo, abarcamos en esta
actitud de fondo una carga inclusive afectiva. En verdad, si en la base
de la relación pedagógica (siempre en el sentido de la paideia ) no
hay esa raíz de afecto y ternura, no se va muy lejos. "Hay que
endurecerse, pero sin perder la ternura jamás" (Che).
El trabajo popular ha de ser un "acto amoroso" (P Freire). O mejor,
ha de desarrollarse dentro de un "espacio amoroso". Sin esta actitud
espiritual, toda metodología cae en el behaviorismo, transformándose
en tecnología de la estimulación.

2. Confianza con el pueblo
Esta motivación fundamental es consecuencia de la anterior. Pues
amar al otro como sujeto es amar sus posibilidades y su futuro. Es
amar lo que él es, para que llegue a ser lo que puede y debe ser.
El agente ama al pueblo, no porque éste es oprimido. Sería
pietismo. El agente lo ama porque, siendo libre, está oprimido. Lo ama
porque debería ser reconocido y se encuentra humillado.
En realidad, la pobreza del pueblo es empobrecimiento. Su
debilidad es debilitamiento, su ignorancia es desconocimiento. No es
que el pueblo haya sido alguna vez rico, fuerte y sabio, no. Lo que
sucede es que a él se le prohibió desarrollarse, se le impidió crecer,
se le reprimió en sus potencialidades y se le cohibió en sus
aspiraciones.
Por eso mismo, todo trabajo popular es un trabajo de liberación:
quitar la obstrucción, quitar el impedimento que obstaculiza la vida y el
desarrollo.
Ahora bien, creer en las potencialidades del pueblo y en su destino
histórico hace parte de las convicciones más profundas del agente
realmente popular. Y si a esta convicción vienen a añadirse
motivaciones de orden religioso (el pueblo como Pueblo de Dios, etc.),
entonces ella se potencializa hasta el extremo.
Por eso, en el trabajo popular debe haber esa confianza básica en
el pueblo. Confianza en su sabiduría y capacidad de comprensión,
confianza en su generosidad y capacidad de lucha, confianza en su
palabra.
Evidentemente, la confianza en el pueblo no es ingenuidad e
irresponsabilidad. Existen las preparaciones y precauciones
necesarias. Pero todas esas providencias pedagógicas ocupan lugar
dentro de esa actitud primera: confiar en el pueblo como sujeto
principal de la historia. Lo contrario de eso es el miedo. El miedo al
pueblo sólo lo tienen los déspotas, por su fuerza, y los dirigentes
paternalistas por su pretendida debilidad.
Por lo tanto, más que una fuerza actual, el pueblo posee un
potencial, una fuerza en reserva, a la espera de su activación y lista
para su eclosión. Se trata de un "potencial político". Y también de un
potencial evangelizador (Puebla 1147).
Esta confianza básica en la fuerza (potencial) del pueblo da al
trabajo popular un tono de esperanza e inclusive de alegría
fundamental.

3. Aprecio a lo que es del pueblo
Apreciar las cosas del pueblo tiene aquí el sentido, de observar con
simpatía, mirar disfrutando lo que se está viendo.
Aquí no se trata de una observación curiosa y egoísta, sino de una
atención afectiva e interesada hacia las cosas de la vida del pueblo.
Es percibir y valorizar las manifestaciones positivas de la cultura
popular.
De antemano lo popular merece ser considerado con simpatía.
Utilizar aquí sistemáticamente la presunción de la alienación, es
falsear toda relación del agente con los modos de vida del pueblo.
Sabemos que el discurso del pueblo es el discurso de la propia vida
y que es más de gestos que de palabra. Por eso mismo es preciso
sobre todo observar. Y también escuchar. Pero escuchar con un
tercer oído, intentando percibir bajo el discurso manifiesto el discurso
latente. Lo que el pueblo dice interesa menos que aquello que quiere
decir.
De hecho, el carácter metafórico o transferencial es característico
del lenguaje popular; el pueblo dice una cosa para significar otra. Esto
hace parte de su maña o táctica astuta. Ingenuo sería el agente que
interpreta todo literalmente, declarando luego desde lo alto de su
cátedra pretendidamente "crítica", que el pueblo está del todo
alienado...
Es preciso pues observar con cuidado los modos y gestos del
pueblo. Más aún, es preciso conocer la historia de las luchas de la
comunidad en el seno de la cual se trabaja. De hecho, la intervención
del agente se da dentro de un proceso de lucha que ya desde
siempre ha sido iniciado por el pueblo. El agente no es un
inaugurador, sino un continuador. No es un fundador, sino un
seguidor. No un padre, sino un hermano. No un señor, sino un
compañero.
Por lo tanto es a partir, en la base y en la prolongación de la
marcha del pueblo, desde siempre ya en curso, donde se coloca la
contribución propia del agente. Desconocer la lucha de la comunidad
es muchas veces colocar la propia contribución en lo aéreo de los
propios proyectos abstractos. La historia no comienza con el agente,
sino con el pueblo. Con el agente puede dar un paso adelante, a
veces decisivo, pero siempre a partir de etapas anteriores.
Ciertamente es necesario tener un conocimiento crítico y global del
sistema social en que se inserta una comunidad. Pero tal saber
permanece abstracto si no sirve para interpretar correctamente el
sufrimiento y la lucha del pueblo en cuestión.
Este entendimiento crítico de la realidad popular permite también
discernir entre lo que es propio del pueblo o apropiado por él en
función de sus intereses, por una parte, y lo que es antipopular,
disfuncional y alienante. Pero tal discernimiento se hace a partir de la
valorización anterior y de fondo de lo que es del pueblo.
En suma, un trabajo popular sólo es radicalmente liberador cuando
arranca de esta raíz; una actitud acogedora y positiva para toda
manifestación del espíritu del pueblo: modos de hablar, de morar, de
educar a los hijos, de vestir, de cocinar, de comer, de arreglar la casa,
de divertirse, de trabajar, de amar, de cuidar la salud, de tratar a los
ancianos, de relacionarse con los poderosos, de imaginar a Dios y a
los Santos, de rezar, etc.
Porque a través de su cultura y de su horizonte mayor el pueblo
busca su afirmación social e histórica.

4. Servicio al Pueblo
El agente que va al pueblo sólo puede ir motivado por un espíritu de
servicio, en el sentido de colocarse a la disposición del pueblo y de
sus verdaderos intereses.
Esta actitud implica asumir una posición hétero, centrada, es decir:
vuelta hacia el otro y a su liberación. Servir significa asumir un papel
subalterno, colocándose, no al frente, sino al lado o en medio del
pueblo. Sin una actitud personal y profunda de servicio toda ley o
mecanismo implica la manipulación del pueblo por parte del agente.
Servir jamás puede significar una relación de condescendencia, la
cual muchas veces esconde un desprecio sutil e inconsciente para
con el pueblo. Servir es más trabajar con el pueblo que para el
pueblo.
En realidad entre la disposición subjetiva, generosa y seria, de
servir y la realización objetiva de la misma hay mil trampas. Servir al
pueblo fácilmente toma la forma de servirse del pueblo. Vivir para el
pueblo muchas veces no pasa de un vivir del pueblo. Y aquí aparece
el vicio del paternalismo.
Sin embargo, hay un criterio infalible para deshacer todos los
equívocos del servicio: si con él se crea más autonomía o más
dependencia; si libera o amarra.
Existe un auténtico trueque de servicios (en el saber, poder y tener)
entre el agente y la comunidad. Pero este trueque - y esto es
importante notarlo- no se da entre dos términos homogéneos. Pues
agente y pueblo no son entidades con la misma posición y por tanto
con el mismo peso histórico. Se trata, por consiguiente, de un trueque
desigual. El agente coloca sus capacidades al servicio de un proyecto
mayor, que es el del pueblo. No es el pueblo el que entra en el
proyecto del agente, sino que es éste quien entra en el del pueblo. lo
que más importa no es el agente, sino el pueblo. El pueblo no fue
hecho para el agente sino el agente para el pueblo.
Con la disposición ética y espiritual del servicio, el agente coloca al
pueblo en el centro de sus atenciones. Pero se trata, una vez más, del
pueblo- sujeto y no del pueblo - objeto. Y colocar al pueblo-sujeto en
el centro es considerarlo dueño de su destino y artífice de su camina.
Es tomar en serio su libertad y su autonomía, su potencialidad y su
esperanza.
No es que se exija aquí la entrega de la personalidad del agente
(sacrificium personnae), sino justamente su incorporación en el
proceso de liberación a título de miembro vivo y actuante, que sirve
afirmándose y se afirma sirviendo.

5. Respeto a la libertad del Pueblo
Considerar al pueblo como sujeto, confiar en él y en su potencial
histórico implica respetar al pueblo en cuanto a su palabra, a su
marcha y a su iniciativa.
En primer lugar, el pueblo debe ser respetado en su palabra. Diga
lo que diga, alienado o conservador inclusive, el pueblo debe ser oído
con atención y respeto.
Nada más deseducativo que expresar con palabras o gestos,
desdén, aborrecimiento o aversión respecto a la opinión - cualquiera
que sea- de alguien del pueblo. Tal actitud inhibe a la persona, la
reduce al mutismo y la aparta del trabajo común.
No es que este respeto implique automáticamente aprobación. Sino
que cualquier crítica que se pueda o deba hacer a una palabra del
pueblo sólo será constructiva en la base y a partir de una actitud
fundamental de respeto y escucha anteriores.
De hecho, la concientización es un proceso de autoconcientización,
o mejor, de interconcientización. No es inculcación doctrinal o
manipulación. Ella se da en el diálogo entre todos, agenciado por el
agente. Por eso mismo la palabra del pueblo debe decirse y oírse en
plena libertad.
En este sentido, la "parresía" que reinaba en las asambleas
políticas griegas y en el anuncio de los primeros cristianos (Hech 4, 13
etc) o sea, el hablar franco, señal de ambiente de libertad, exige, en
contrapartida, escuchar respetuosa y atentamente.
En segundo lugar, respeto a la historia del pueblo y a su práctica en
curso.
Sabemos que el pueblo no es un espacio virgen, sino un terreno
marcado por acciones pasadas y presentes. Pues bien, es de la
mayor importancia reconocer y valorizar al máximo ese capital de
luchas y de saber (inclusive religioso) acumulado por el pueblo. Sólo
así es posible eventualmente reaprovechar ese capital en las
prácticas y propuestas que avancen hacia la liberación o de reforzar
su marcha con la contribución propia del agente.
En tercer lugar, respeto por la iniciativa del pueblo. Se alude aquí a
las propuestas o sugerencias del pueblo (de la base) y a su acción
creativa y espontánea.
Ahora bien, el pueblo es, en última instancia (no en primera) juez de
sus intereses y él es también el agente principal (no único) de su
ejecución.
No es que el agente no deba plantear problemas e inclusive
personalmente desaprobar iniciativas populares, sino que, para tener
ese derecho, debe comenzar por respetar la libertad de iniciativa del
pueblo y su decisión final.
Evidentemente, junto con el respeto, y más todavía en la base, es
importante nutrir una actitud de escucha, una disposición al
aprendizaje, a la crítica y a la corrección por parte del agente. Todo
esto significa humildad, kénosis (despojamiento, vaciamiento) y
apertura a la metanoia (conversión). Pues en este suelo profundo es
donde echan sus raíces las prácticas y las estructuras de dominación
del hombre por el hombre. Y aquí es preciso ser radical. Y la raíz del
hombre es su corazón, o sea su libertad.

Mística de la liberación integral
He aquí algunas actitudes fundamentales que están detrás del
trabajo popular y que configuran una especie de mística de este
trabajo. Nos damos cuenta de que, en el fondo, se trata de una
espiritualidad, aunque con trazos seculares. Efectivamente, aquí es el
espíritu el que está en cuestión.
Y tal cuestionamiento alcanza su radicalidad máxima cuando reviste
la forma religiosa, como pudimos intuir a lo largo de la exposición
anterior, en particular en el último punto. Por eso, la mística que
presentamos sólo alcanza su expresión plena como mística religiosa,
especialmente como mística evangélica.
La propia mística del trabajo popular se funda en una visión general
del mundo y de la historia. La visión propuesta aquí es la de un
mundo y una historia abiertos a lo trascendente. Es la de un
humanismo radical, la de una liberación integral. Por eso el trabajo
popular, para ser verdaderamente político, tiene que ser más que
simplemente político: tiene que ser radicalmente humano y por esto
también religioso. Tal es el presupuesto fundamental de todo lo que
aquí se dice en cuanto al trabajo popular de contenido
prevalentemente (aunque no exclusivamente) político.


6. ACCION - RELFEXION: METODODEL TRABAJO POPULAR

Tomamos aquí como método el conjunto de reglas o directrices
prácticas que sirven para orientar la acción concreta, en el caso, el
trabajo del pueblo.
Esta intención es quizás demasiado ambiciosa. Por eso sería mejor
hablar de líneas de acción, pistas o simplemente de indicaciones o
puntos prácticos para la acción concreta.
Lo que aquí se va a exponer proviene de la experiencia y reflexión
del trabajo popular. Es esta experiencia misma reflexionada lo que
sustenta y legitima las indicaciones que aquí se van a dar.
Nuestro esfuerzo será solamente el de recoger estas lecciones de la
práctica, explicitarlas y organizarlas.
Es preciso también decir que el trabajo popular tiene aquí un
carácter decididamente político. Hablando más claramente, él mira a la
transformación de la sociedad. No es que la política sea todo, pero sí
es el más apremiante desafío histórico (aunque ciertamente no el
único ni el principal en sí) que está viviendo hoy el pueblo oprimido.
Trataremos en seguida del trabajo popular en general, dejando
para más tarde la cuestión de la pastoral popular.
¿Cómo se da el trabajo popular? Se da dentro de este cuadro
general: la combinación entre acción y reflexión. Se habla también de
la dialéctica praxis/teoría. De hecho, las cuestiones sociales se
resuelven mediante la práctica y la comprensión de la práctica.
Por tanto, en esta articulación entre las manos (actuar) y la cabeza
(pensar) es donde se da el trabajo con el pueblo en el sentido de
cambiar las relaciones sociales. Esta es la yunta que impulsa al carro
de la historia. La unión de la práctica y de la teoría es la relación
motora del trabajo popular. Una práctica sin teoría es una práctica
ciega, o, a lo sumo, miope,. No ve bien, o no ve lejos. Orienta los pies
por las manos, y no llega a la raíz de los problemas. Es decir, se
degrada en el activismo y, en la mejor de las hipótesis, en reformismo
(cambia cosas del sistema, pero no cambia el sistema mismo).
No se resuelve los problemas solamente con el esfuerzo, la lucha y
el compromiso, "enfrentamiento", "votando para quebrar". Se necesita
la inteligencia de la situación para ver las posibilidades de acción. En
caso contrario, lo que se hace es "dar puñetazos en la punta del
cuchillo". Es lo que se llama "voluntarismo". Ahora bien, no todo
depende de la buena voluntad o de la fuerza de voluntad.
Es evidente que es menos posible todavía resolver los problemas
quedándose en discusiones interminables y propuestas "radicales".
Pues nada sustituye a la acción directa y concreta. De hecho, una
teoría sin práctica es ineficaz para cambiar el mundo. Es como tener
ojos y no tener manos. Es la sola práctica como acción concreta, la
que transforma el mundo. Y la teoría existe en función de la práctica.
Esta debe tener siempre la primacía sobre toda reflexión.
Por lo tanto, todo el trabajo popular necesita de estos dos
elementos, ligados entre sí: teoría (reflexión, estudio, análisis,
comprensión) y la praxis (práctica, acción compromiso, lucha).
Se trata más exactamente de dos momentos de un mismo proceso o
de dos tiempos de una misma marcha liberadora. Es importante que
estos dos momentos estén siempre articulados o interligados entre sí.
Así la acción debe estar siempre iluminada y orientada por la reflexión
y la reflexión vinculada y referida a la acción (hecha o por hacer).
En resumen, se puede decir que todo el trabajo popular, como
trabajo político, se ejecuta dentro de la dialéctica teoría - praxis.
Comprende la formación de la conciencia y la formación de la
experiencia o acción. Acción lúcida y lucidez activa.


7. COMO INICIAR UN TRABAJO CON EL PUEBLO

He aquí una pregunta concreta y frecuente. Van aquí algunas
sugerencias indicada por la práctica.

1. Participar de la marcha
Antes de cualquier trabajo con el pueblo, es importante y
conveniente repetirlo aquí - estar, en una u otra forma, inserto en el
medio del pueblo. Es preciso estar participando de su vida, y no
solamente por contactos y visitas. Es sólo la participación en la vida y
en la lucha del pueblo lo que da base a una persona o grupo de
agentes para comenzar un trabajo junto a él. Pues sólo de esta
manera es como una persona alcanza la confianza del pueblo y
adquiere poder de convocación y movilización popular.
Es este el primer momento del trabajo popular: tomar piso en la
realidad, bañarse en el ambiente. Este paso puede tomar la forma
más elaborada de un sondeo en torno a algún problema (salud,
religión, etc.) sentido por la comunidad en cuestión. Conviene empero
que tal empresa envuelva en cuanto sea posible y desde el principio,
la participación de gente de la propia comunidad.
Es evidente que las cosas son más fáciles cuando alguien entra en
un trabajo ya iniciado por otros, pues allí basta acompañar por un
tiempo a los que ya están absorbidos en él.

2. Partir de los problemas reales
Los problemas sentidos por la comunidad aparecen como
particularmente reales cuando toman la forma de un conflicto, de una
necesidad apremiante, de un anhelo o demanda, de un interés
concreto. Del suelo de la realidad, especialmente de la realidad
contradictoria, es de donde puede nacer un trabajo popular
promisorio. Pues es en torno a las necesidades o intereses vitales
como el pueblo se puede mover, y no a partir de esquemas y
propuestas de arriba o de fuera, por muy buenas que sean.

3. Encajarse lo más posible en la marcha del pueblo
La acción del agente busca insertarse en las iniciativas, luchas e
inclusive acciones embrionarias ya en curso. De allí la importancia de
descubrir, ya desde el primer paso, el modo cómo el pueblo está
reaccionando a los problemas que tiene. No se trata, pues, de crear
cosas paralelas a las del pueblo o de comenzar todo del cero
absoluto, cuando ya existen respuestas o elementos de respuesta
para el problema planteado. En cuanto sea posible hay que
aprovechar siempre lo que ya existe, y a partir de dentro, dan vida ese
primer embrión. Puede tratarse de una acción llamada espontánea
porque ha sido poco o nada organizada. Puede ser un grupo ya
existente, una asociación determinada, con sus dirigentes populares
propios.
Es evidente que, respecto a éste o a aquél trabajo, es posible que
no haya realmente nada en una comunidad definida (alfabetización,
guardería, sindicato, comunidad eclesial de base, etc.). Entonces es
preciso comenzar, pero siempre a partir de algún punto de inserción,
sobre el cual se inserta la propia propuesta.

4. Convocar a la comunidad
Es preciso, finalmente, tomar la iniciativa y llamar al pueblo para un
encuentro. Nada excusa del llamamiento a la reunión. Es la
experiencia la que lo dice. Alguien debe comenzar a levantar la voz. Y
esto puede hacerlo sólo quien ve el problema en cuestión y logra
expresar claramente lo que un grupo siente indistintamente. Este es el
animador y no quien se da por tal (por eso, esta competencia se gana
en el proceso).
Reunidas estas condiciones, y reunido finalmente el grupo en torno
a un problema definido, está desencadenado el trabajo popular. Es
preciso todavía ver cómo proseguirá. Es el tema de los dos puntos
siguientes.


8. (II) METODOLOGIA DE LA EDUCACION POPULAR:
CONDICIONES INTERNAS

Decíamos que el trabajo popular se realiza en dos momentos:
reflexión y acción. El primer momento (reflexión) tiene un cuño
esencialmente educativo. Consiste realmente en una actividad teórica,
que mira a la comprensión de la realidad, a la concientización. Es
esencialmente un "acto de conocimiento". Se trata aquí de la
educación popular. Más adelante abordaremos el segundo momento -
la acción directa - de cuño esencialmente práctico y a veces político
("acto político").
Indudablemente el primer momento incluye también una dimensión
práctica (e inclusive política) y el segundo, a su vez, es actuar,
aunque se reflexiona a partir y en función de la acción. Igualmente,
actuar no es reflexionar, aunque se actúa a partir de la reflexión y se
actúa pensando.
Algunos elementos componen el contexto de la parte propiamente
educativa del trabajo popular. Son las condiciones que acompañan y
encuadran el proceso de la educación popular.

1. Diálogo
Toda educación tiene lugar en una dinámica de diálogo. No es
preciso aquí retomar toda la doctrina de Paulo Freire, sino recordar
algunos puntos importantes.
En primer lugar, hay que evitar todo adoctrinamiento, que es llenar
la cabeza del pueblo con sistemas de ideas o esquemas de acción ya
montados. Educar no es adoctrinar. Evitar, pues, todo autoritarismo
pedagógico. Esta forma de educación que consiste en transferir el
conocimiento del agente al pueblo, fue llamada "concepción bancaria"
de la educación. Esta "conduce forzosamente a la división de la
sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la
sociedad". Es, por tanto, una forma autoritaria de educación, pues
supone que una parte sepa, hable y enseñe y la otra ignore, escuche
y aprenda.
El papel del agente aquí es animar el debate y estimular la
participación de todos en el mismo. Es facilitar que la palabra corra
libre y suelta como la bola en un partido de fútbol bien organizado.
El diálogo se aprende. Está situado entre la conversión informal
(como la que tiene lugar en una familia o en una cafetería), y el
discurso (de un político o de un profesor). El diálogo exige una cierta
disciplina: la de escuchar y hablar (sin interrumpirse unos a otros) y la
de centrar el debate en torno a un problema delimitado, definido (sin
hacer digresiones). De allí la importancia del papel del animador o
coordinador.
Nótese que el diálogo se hace en torno a la práctica. La práctica es
la referencia constante del diálogo y no ideas o ideales. Cuando
decimos práctica decimos "realidad" o "vida" del pueblo. "La vida
social es esencialmente práctica".
La práctica es mediación pedagógica. El pueblo aprende haciendo,
pues, saca las lecciones de la vida. Para la mayor parte del pueblo, el
aprendizaje no pasa por los libros, sino por la realidad vivida. La
mediación no es cultural (escuela biblioteca, lecturas, etc), sino
práctica. No es tanto por "El Capital" de Marx por lo que el trabajador
sabrá lo que es explotación, sino sobre todo por su propia experiencia
de fábrica y su lucha en el sindicato. No simplemente por argumentos
se convence el pueblo, de que tiene fuerza y puede liberarse, sino
más bien por su acción concreta y efectiva (una huelga, una
manifestación callejera, etc). "En la práctica es donde el hombre tiene
que demostrar la verdad, es decir, la realidad, el poder, la concretez
de su pensamiento.
Educar no es convencer. Es pensar la propia praxis. No es con
razones como se podrá probar al pueblo quiénes son los opresores,
sino con acciones concretas y con reflexiones sobre ellas.
Es claro que la acción por sí sola, sin reflexión, no educa. Para ser
educativa, la acción necesita ser digerida, asimilada. Y esa es la
función de la reflexión, pero de una reflexión "en grupo", o sea
dialogada.
Este lazo de la reflexión con la acción no debe entenderse de modo
rígido. Esta relación vale en general, de modo que la referencia a la
acción debe ser la práctica pedagógica normal en el trato con el
pueblo. Pero sin duda el pueblo puede también aprender con la
experiencia histórica y social de los otros (y no sólo de la propia),
proyectar una práctica (y no sólo pensarla a posteriori), hacer
deducciones lógicas (y no sólo inducciones ) etc.
Sea como fuere, una idea sólo se fija en el alma del pueblo cuando
se enraíza en el surco de su propia vida. Si este surco no está
preparado, poco se saca con sembrar.
Digamos también, para evitar toda confusión, que cuando hablamos
aquí de praxis como mediación pedagógica se trata de una praxis
hablada y reflexionada. No se trata en este momento de la praxis
concreta como tal. Pues una cosa es la praxis como objeto de
reflexión y otra la praxis como acción directa. Es esta ambigüedad es
donde cabe la expresión: "La educación se da en la praxis". Pues en
el momento educativo que es el de la reflexión, la praxis aparece
evidentemente como tema de conversación. Esto supone
necesariamente un distanciamiento de la praxis directa como tal. En
este primer momento se habla acerca de la praxis, pero no se
"practica" todavía concretamente. Sin embargo, esta conversación
sobre la praxis permite dar a la praxis directa un contenido y una
dirección consciente.

2. Participación
Nunca se hará suficiente hincapié en la importancia de la
participación viva de todos en la reflexión. Vivir en comunidad o
sociedad es participar. Política es básicamente participación.
Todo comienza con la participación en la palabra, en el diálogo, en
las decisiones. En una reunión de reflexión no hay solamente un
entrenamiento o preparación para la vida política. Allí mismo se da ya
una vida política en la medida en que tiene lugar la participación del
saber, del pensamiento y de los proyectos.
Independientemente de los contenidos (si son directamente políticos
o no), una reunión debe mostrar, por su dinámica participatoria, que
se trata de democracia, del poder popular. Y esto, inclusive cuando se
trata de programar una procesión o un pic-nic.
De hecho, la lucha no es solamente contra los agentes de la
opresión, externos al pueblo, sino también contra las relaciones de
opresión, internas al pueblo, a su conciencia y a su práctica diaria.
Política es participar, es luchar contra toda opresión, sea encarnada
en agentes concretos, sea en comportamientos determinados. Por
eso, la política se da también en la vida diaria, desde una
conversación hasta la organización de una sala.
Desde este punto de vista, es preciso prestar mucha atención a la
contradicción que ocurre frecuentemente entre una propuesta
liberadora y un proceso autoritario que mira a implementarla; entre
una meta democrática y un método impositivo.
Ahora bien, debe haber homogeneidad o coherencia entre una
cosa y otra: entre contenidos y formas, proyectos y procesos, metas y
métodos. Es imposible hacer la democracia "agarrando y reventando".
La liberación se realiza en el camino o no es liberación. La igualdad
comienza ya o nunca va a tener lugar.
De donde se ve que la política como participación es una dimensión
interna de toda práctica colectiva: familiar, religiosa, etc. Sin embargo
esto no elimina, sino que completa la cuestión de la práctica política
específica, con contenido , formas y objetivos propios. Pues esta es la
gran cuestión y la causa principal de la educación de hoy.

3. Comunidad
La educación se da en el contexto de la comunidad. Esta es el
espacio del diálogo. Espacio y sujeto. La comunidad es como un
"intelectual colectivo". Es junto como el pueblo se educa. Uno es
profesor del otro, uno es alumno del otro. En el grupo se da la
coparticipación de las experiencias y de las lecciones que ha
enseñado la vida. Como el pueblo es " sujeto histórico " del poder, así
también es el "sujeto colectivo" del saber.
El grupo de reflexión es como una "escuela popular" en que la
gente del pueblo es al mismo tiempo educador y educando. El texto
del aprendizaje es el libro de la vida. Por eso el diálogo se da en torno
a la vida (problemas y luchas).
Allí el agente es parte del proceso, y una parte específica del
mismo. El tiene el papel particular de facilitar la coparticipación o la
socialización del saber popular. El agente es un dinamizador de la
palabra colectiva. El es un articulador: coordina las personas entre sí
y las personas con el tema de la vida (o de la praxis).
Sin duda el agente puede provocar a la comunidad a dar un salto
adelante. Haciendo parte del grupo y de su caminar, él puede y debe
contribuir al crecimiento de la comunidad a través de lo que él mismo
ve y sabe. Esta función se ejerce especialmente en el momento de la
decodificación o comprensión crítica y sistemática de la realidad, como
veremos más adelante.
Por tanto, para el trabajo popular, la comunidad aparece como la
gran mediación pedagógica como espacio y como instrumento-. De
hecho, ella es la mediación:
-de concientización: en ella y por ella se logra una conciencia cada
vez mayor y más crítica de la realidad;
-de participación: en ella y por ella se aprende a entrar en el juego
de dar y recibir, de hablar y escuchar, de actuar y ser movido
(accionado), en fin de asumir el propio lugar y el papel en la
transformación colectiva de la realidad;
-de solidaridad: en ella y por ella se adquiere conciencia de clase y
se construye la unión en torno a un mismo proyecto de base;
-de movilización: en ella y por ella se descubren, se asumen y se
enfrentan los desafíos comunes, etc.
De donde se puede aprender la importancia del grupo como unidad
pedagógica, al mismo tiempo palco y actor de la propia conciencia,
como ha de serlo de la propia existencia


9. METODO DE REFLEXION CON EL PUEBLO

Primer tiempo: Ver

Utilizamos aquí los tres tiempos del método de la reflexión: ver,
juzgar, actuar. Este método comenzó con la Acción Católica pero
actualmente es usado más o menos sistemáticamente en los
documentos episcopales latinoamericanos. en la "Teología de la
Liberación" y en la pastoral popular (CEBs, etc.).
Se trata de un método sencillo, práctico y ya ampliamente difundido.
En realidad, a más de su empleo pastoral o católico, expresa el
movimiento mismo de la concientización. Además, traduce
convenientemente los logros concretos de la reflexión sobre la
educación popular y tiene la virtud de disciplinar, sin forzar, el diálogo
popular en el grupo.
El primer tiempo de la reflexión en grupo (ver) corresponde
justamente a la necesidad de "partir de la realidad". La reflexión
entronca exactamente allí, en lo concreto de la vida.
El diálogo arranca, pues, de las "cuestiones", "problemas",
"desafíos", en fin de la "vida concreta" del pueblo. Por otra parte ésta
es la práctica de la educación popular. Se parte siempre de la
cuestión: "¿Cuál es el problema"?, "¿Cuáles son los mayores desafíos
sentidos por el pueblo del lugar? "¿Cuáles las luchas?", etc.
El método aquí parte "de abajo", "de las bases". También se habla
de "método inductivo", porque arranca más bien de hechos que de
doctrinas.
Esta prioridad de los "problemas", "hechos", o "vida" es una
prioridad puramente metodológica y no moral o religiosa. Lo primero
en la reflexión o en la acción no es necesariamente lo primero en la
intención o en el deseo.

Realidad: ni objetivismo ni subjetivismo
"Partir de la realidad" parece más claro de lo que es. ¿Qué es esa
"realidad" de que se debe partir y en torno a la cual se va a dialogar?
Es la realidad del pueblo, es decir, la realidad tal como la vive y la
siente el pueblo.
Por tanto, no se trata en primer lugar de una realidad bruta y
extrema, tal como un analista de fuera pudiera captarla, o tal como el
agente externo la entendiera. No, se trata de la realidad que envuelve
al pueblo y en la cual el pueblo está envuelto. Aquí conviene evitar la
ilusión del objetivismo, que entiende la realidad como algo meramente
objetivo, exterior, al pueblo.
Tampoco se trata de la realidad tal como se expresa en los deseos
que se manifiestan en las expectativas manifiestas y en los intereses
inmediatos del pueblo. La cuestión de donde arranca el proceso de la
reflexión concientizadora no es: "¿Qué es lo que ustedes quieren?. Si
se comienza por allí, se cae en el subjetivismo, donde se mueven las
ideas alienadas del pueblo, sus sueños utópicos y sus deseos
falseados.
Es claro , si el grupo manifiesta un deseo o una espectativa
determinada debe ser respetado y tomado en serio. Pero el agente
tiene el deber de cuestionar tal deseo, de problematizar tal
espectativa. Evidentemente hay que partir de allí en cuanto punto de
partida táctico o didáctico. Es posible que, en la discusión
cuestionadora, tal expectativa se muestre insistente y consistente.
Entonces hay que tomar aquel punto como punto de arranque
metodológico.

Realidad: problemas y luchas del pueblo
"Partir de la realidad" es en primer lugar, partir de situaciones que
afectan la vida del pueblo. Se trata aquí de problemas que son
sentidos como "desafíos" y que piden solución. Se trata
particularmente de "conflictos" que tocan a la vida del pueblo y exigen
una toma de posición;
"Partir de la realidad' 'es también partir de las respuestas que el
pueblo está dando a los problemas y conflictos. Son sus luchas: de
fuga, resistencia o avance. Aquí se tienen en cuenta las prácticas
concretas del pueblo. Se trata de percibir el aspecto positivo de la
realidad: las reacciones del pueblo ante sus dificultades reales.
Por la reflexión de las prácticas y luchas del pueblo se puede captar
tanto el nivel de conciencia como el estado de existencia en que se
halla una comunidad determinada. Pues es en la práctica donde se
revela y se da la unión entre el aspecto subjetivo (intención, saber,
significado) y el aspecto objetivo (circunstancia, condiciones,
situación) de la "realidad concreta" en que vive el pueblo.
Es preciso por tanto no olvidar incluir en la "realidad del pueblo" la
componente importante que es su práctica: reacciones , respuestas y
luchas del pueblo. No fijarse, pues, solamente en las situaciones
objetivas. Por lo demás, para un grupo que ya tiene una cierta
"marcha, caminada", las prácticas ya hacen parte integrante y hasta
principal de la propia situación. Pues allí la situación no es ya tanto la
opresión sufrida ("problemas"), sino la reacción activa ante la opresión
("luchas").
Y esto es tanto más importante cuando se quiere caminar en línea
de continuidad con lo que ya existe, así sea germinalmente, en la
marcha del pueblo.

Revisión de un trabajo
"Partir de la realidad" puede ser, en ciertos casos, partir de una
acción determinada en términos de revisión o evaluación. En ésta se
toma una operación bien definida para someterla a la crítica y al
discernimiento.
La importancia de evaluar un trabajo es situarlo dentro de una
trayectoria o de un proyecto más amplio. Pues es allí dentro donde él
adquiere un sentido: si significa un avance, un desvío , o quizás, un
retroceso. Sin eso el trabajo corre el peligro de perderse como algo
aislado y anecdótico.
La revisión debe evidentemente hacerse en conjunto, con todos los
implicados, inclusive para percibir cómo se dio el desarrollo de cada
parte (comisiones varias, etc.) en el todo
A más de esto la evaluación tiene la virtud de rescatar
retroactivamente los errores cometidos en la ejecución. Pues un error
reconocido y corregido es un acierto. Un fracaso asumido ya es un
paso adelante. Nada hay irreversible y definitivamente perdido en
términos de proceso histórico.
Naturalmente, los errores no basta asumirlos moralmente. Es
preciso también y sobre todo, descubrir racionalmente sus causas.
Sólo así se podrá sacar de ellos lecciones para evitarlos en el futuro.
En verdad, el error no debe entenderse como contrario a la marcha,
sino como parte integrante e inevitable de la misma. Imposible que
haya un recorrido sin accidentes u obstáculos. El realismo manda
contar con ellos y no decepcionarse o desesperarse cuando tiene
lugar.
Esta concepción del error vale sobre todo para el agente externo,
especialmente religioso. De hecho el agente externo tiene dificultad
para acostumbrarse al hecho de que el pueblo vive en la opresión;
que es continuamente reprimido; que su condición dominante es la de
ser constantemente derrumbado al suelo aunque se levante siempre;
que vive siendo derrotado aunque no destruido.
Y esto vale más todavía para el agente pastoral. Pues éste parece
tener más dificultades para admitir el peligro (por exceso de
"prudencia") y en absorber el error (por celo exagerado de "pureza").
Pero esta parte negativa es apenas un aspecto de la revisión. Hay
que percibir también y más allá los puntos de luz, las señales de vida y
las fuerzas de esperanza, por pequeñas que sean, dentro de la
marcha mayor.
Del resto, tal es el descubrimiento ulterior que hace el agente
externo cuando vive con el pueblo. Superado el choque inicial a la
vista de la opresión permanente del pueblo, él se da cuenta de que el
pueblo oprimido tiene una intensidad de vida impresionante. Esto
puede notarlo en la capacidad de sufrimiento, en la generosidad en la
lucha, en las amistades, en las relaciones familiares y amorosas, en
las fiestas y devociones, etc. Verá entonces que todo esto revela una
fuerza y un vigor que dejan atrás, a años luz, la vacuidad, la frivolidad
y la superficialidad de la vida burguesa y de sus manifestaciones.
Una condición importante en cuanto a las revisiones es que el
agente (pero esto no vale para todos) mantenga a todo precio la
solidaridad con el pueblo, también y sobre todo en los momentos de
fracaso. Inclusive en el error, la presencia del agente es fundamental,
no ciertamente para solidarizarse con el error, sino para ayudar a la
comunidad a asumirlo y rescatarlo. Sólo en este sentido y con esta
intención tiene valor el dicho: "Es preferible errar con el pueblo que
acertar sin él".
En este contexto tiene lugar también la autocrítica, en la medida en
que sea sincera y libre, y la heterocrítica, en la medida en que sea
fraterna y respetuosa.

10. Segundo tiempo: juzgar

Lo que decíamos hace poco sobre la evaluación de un trabajo ya se
había anticipado a este segundo tiempo: el juzgar. Pero en esto no
hay problema. El ritmo en tres tiempos: ver, juzgar, actuar, no debe
aplicarse de modo rígido. Las más de las veces estos tres momentos
se superponen en las diferentes intervenciones. Y esto no sólo no
tiene inconveniente, sino que es oportuno. La importancia de la
distinción no está en su sucesividad (que puede tener una utilización
práctica, o mejor, pragmática, tal como organizar y disciplinar el
desarrollo de un encuentro), sino en indicar, si no los tiempos, por lo
menos los elementos o niveles esenciales de una reflexión: los datos o
descripciones de una situación (ver), su análisis (juzgar) y la acción
que se impone en consecuencia.
"Juzgar" en este segundo momento (o elemento) equivale a
analizar, examinar, reflexionar lo que hay "detrás" de lo que aparece,
lo que hay "por debajo" de lo que está sucediendo.
Esta tentativa de superar las apariencias es lo que define la
"conciencia crítica". Se trata de ver y captar las causas o "raíces" de
la situación.
Esto es necesario porque la realidad social, a partir de la cual se
arranca, no es simple y transparente, sino compleja, contradictoria y
opaca.
Esta tarea se realiza, como siempre, en conjunto. Pero no es
simplemente la fuerza de reflexionar cómo se llega a las razones de
los problemas. A más del diálogo se necesita dialéctica. El paso
"transitivo" de la "conciencia ingenua" a la "conciencia crítica" no se
da espontáneamente. De allí el papel indispensable del agente. Pues
sin teoría crítica no hay praxis transformadora.
El agente tiene una función particularmente importante en el
momento exacto de la explicación o comprensión del asunto
planteado: una situación o una lucha. Aquí no basta "intercambiar
ideas". Se necesita estudiar y aprender.

El grado de conciencia posible
En términos metodológicos, se trata de pasar de la "conciencia real"
a la " conciencia posible". Es decir, lo que importa es ver cuál es el
paso que la comunidad debe dar adelante para verlo mejor y más
claramente posible. Se habla aquí también de "elevar el nivel de
conciencia" del pueblo.
La noción de "conciencia posible" o del "nuevo paso" o "nueva luz"
en el proceso de concientización, es importante para hacer frente a
toda tentativa de doctrinarismo que quiere meter en la cabeza del
pueblo todo un sistema teórico, una ideología prefabricada. Una teoría
social global (como el análisis dialéctico) se transforma en dogmatismo
cuando se utiliza de esa manera, de modo catequético y dogmático.
Es claro que el agente tiene la obligación de ofrecer al pueblo o
colocar a su disposición instrumentos teóricos de interpretación social.
Pero esto se debe hacer pedagógicamente, es decir, según el interés
del pueblo y al modo de él. Así, la popularización del análisis crítico de
la realidad social debe seguir los intereses, el ritmo y la cultura (o
modo de ser y pensar) del pueblo. En el fondo, la cuestión de la teoría
crítica de la sociedad no es actualmente el qué, sino el cómo. No es
tanto cuestión de ciencia, cuanto de pedagogía y metodología.
Es evidente que el "grado de conciencia posible" va junto con el
"grado de acción posible". Es preciso, pues, proporcionar el grado de
conciencia a las exigencias de la propia realidad y práctica.
Ahora bien, si el agente acelera artificialmente la formación de la
conciencia, con relación al proceso de la práctica concreta, se
produce un desacompasamiento peligroso, una especie de
contradicción entre la cabeza y las manos, entre la teoría y la práctica.
Este desfase lleva a las formas estériles de radicalismo:
revolucionarismo, conspiracionismo, revuelta, utopismo, etc.

Percepción crítica del sistema como un todo
En término de método, quizás se deba aquí tener más en cuenta la
diferencia entre las dos fases fundamentales de la conciencia: la
ingenua y crítica, con sus respectivas dinámicas.
Porque hay que notar que el "nuevo paso" no significa simplemente
saber alguna cosa más acerca de la propia realidad. Esto vale en una
primera fase, hasta que se dé el salto cualitativo de la "conciencia
crítica". Esta, ya en posesión de una visión general de la sociedad,
pasa a cuestionar todo el sistema.
A partir de entonces, el "nuevo paso" es una nueva luz y una
comprensión mayor del mismo sistema en su globalidad.
Por eso mismo nada impide que pueda haber un estudio más
sistemático y orgánico de la sociedad, especialmente para gente del
pueblo ya más experimentada y en un contexto más libre de formación
teórica.
Por lo demás, cursos de esta índole se van viendo necesarios a
partir de ciertos momentos de la marcha popular, en función de la
misma práctica que se va asumiendo. Pero aquí la teoría crítica o
dialéctica de análisis social necesita redefinirse dentro del universo de
la cultura y el lenguaje del pueblo, y más todavía, debe ser
redescubierta y recreada a partir de su propia experiencia y práctica.
Sólo así mantiene ella su vitalidad y su carácter de instrumental. Es
decir: sólo así podrá ser controlada por el pueblo y sometida a sus
intereses más altos.

El "juzgar" religioso de la pastoral popular
Digamos además, que en los medios cristianos (pastoral popular), el
momento del "juzgar" coincide normalmente con la iluminación de fe
sobre el problema en cuestión. Se trata de un "juzgar" religioso, que
puede ser moral, bíblico, teológico, etc.
Este momento, que es el de la Palabra de Dios, es esencial para la
pedagogía de la fe y la pastoral. No se coloca en el lugar ni al lado de
lo que ya se vio antes: el "ver" y el "juzgar" analítico. El solamente
sitúa todo esto dentro de un horizonte más amplio - el de la fe
justamente - donde la realidad, vista y juzgada teóricamente, gana
una profundidad y peso absolutamente propios y únicos - su sanción
radical y última.
De esta manera, en el campo de la metodología pastoral, el "ver"
debe ya incluir el "juzgar" analítico. Es entonces un "ver" crítico, que
en epistemología teológica se llama convencionalmente "mediación
socio-analítica". Ya el "juzgar" representa entonces un momento
especial y propio, que no encuentra correspondiente adecuado en la
metodología de reflexión popular común. Pero volveremos todavía
sobre las cuestiones específicas que plantea el método de la pastoral
popular.
Por ahora baste notar la diferencia de terminología e inclusive de
momentos (o elementos) en los diferentes trabajos populares. Sin
embargo esto no viene a quebrar la dinámica metodológica como tal:
ésta se verifica aquí y allá bajo formas distintas pero dentro de un
mismo movimiento.

11. Tercer tiempo: actuar

El diálogo ha de llevar al compromiso, a la acción de
transformación. Non evidentemente que tal cosa deba tener lugar en
cada encuentro, pero sí en el proceso de la reflexión.
Cuando aquí se habla de "actuar", se trata naturalmente de
propuestas de acción y no todavía de la acción concreta como tal.

El paso posible
Para actuar es de la mayor importancia el atenerse a la regla de la
"acción posible", o del "paso posible". De otra manera: hay que
percibir cuál es el "histórico viable". No lo que se "quiera", hacer. No lo
que se "debiera" hacer, sino lo que se "puede" efectivamente hacer.
Querer hacer más de lo posible es como querer "dar un paso más
grande de la pierna". Es quemar las etapas. Ahora bien, en este
peligro es donde puede caer el agente, más tentado de idealismo (o
irrealismo) que el pueblo en general.
Querer "forzar la barra" puede ser contraproducente y resultar
retroceso. Aquí el revolucionarismo tiene el mismo efecto que el
reaccionarismo: los extremos se tocan. Esto sucede cuando no se
analizan correctamente las posibilidades de la situación, o sea, las
condiciones concretas de lucha.
Son conocidos los dos errores en este sentido:
a) El voluntarismo, cuando sólo se cuenta con la disposición
subjetiva del pueblo, sin tener en cuenta las condiciones reales de la
acción y la correlación de las fuerzas presentes;
b) el espontaneísmo, cuando se confía que el proceso va a llevar
por sí solo a la lucha de modo determinístico.
Para encontrar el camino cierto de la acción no se puede ni
superestimar ni subestimar las dificultades del pueblo y la fuerza de
sus adversarios. La apreciación concreta de las relaciones de fuerzas
en juego debe ser obra de los que están en cuestión. Por eso en este
tercer tiempo el trabajo del agente externo debe quedarse más atrás.
En particular, en una situación en que la correlación de fuerzas es
extremadamente desigual o desfavorable, tomar la ofensiva y atacar
es temeridad. Signifca buscar el fracaso. Y empujar al pueblo hacia
allá es una irresponsabilidad. En estas condiciones, sostener las
posiciones ya conquistadas, resistir, no ceder, o en la peor de las
hipótesis, retroceder un poco para no ceder del todo, es decir,
adoptar una posición de conversar cuanto sea posible los pasos
dados, significa ya una victoria. Calificar todo como tradicionalismo o
conservadurismo, es fruto de una cabeza idealista, que toma sus
sueños como realidad.
Cuál sea el paso posible, no se sabe por el solo análisis, sino
también por experiencia y por tacto político. Por eso, nada hay que
dispense del riesgo. En ocasiones que parecen oportunas, es preciso
intentar. Hay oportunidades que se pierden y no vuelven más. Así hay
posibilidades históricas que sólo se vuelven tales a partir de la
confianza y de la osadía de quienes se empeñan en ellas. Es el
sentido del "hacer la hora sin esperar el acontecer".

Para dar un paso adelante
La marcha del pueblo puede ser acelerada en primer lugar por
estas ocasiones u oportunidades históricas (Kairós). Se trata de
conyunturas ricas en que se da una especie de condensación
histórica. Es una crisis, un hecho que marca, una elección, una
persecución, etc. Si se aprovecha, estos momentos pueden ser una
ocasión propicia para que la comunidad dé un salto cualitativo.
Existe un segundo elemento que favorece la aceleración de la
conciencia y organización del pueblo. Es el contacto con la
experiencia o práctica viva de otros grupos más avanzados. Tal
contacto puede darse en la misma práctica o inclusive en encuentros
de reflexión. Estos marcan para muchos un punto de arranque o un
salto decisivo. En realidad, pueblo no es solamente el pueblo con que
se trabaja. Es una entidad social mayor con la cual se mantienen lazos
históricos.
En tercer lugar, lo que favorece la marcha del pueblo es el ambiente
social que se crea y que impregna en cierta manera a todos. Es lo que
sucede en las áreas ya más trabajadas por todo un proceso de lucha
y en algunas iglesias que tienen una pastoral de conjunto asumida, de
corte popular.
De todos modos, importa guardar el ritmo de la marcha, sin quemar
etapas. Esta cuestión toca sobre todo al agente, por la facilidad y
tendencia que tiene a totalizar el proceso histórico de su propia
cabeza. Al contrario del pueblo, que realiza su totalización a partir de
las experiencias y de las proyecciones que ellas permiten. Es decir, a
partir de las manos y de lo que ellas plasman.
Forzar el paso sólo puede llevar a iniciativas sectarias y a la división
en medio del pueblo. En realidad la precipitación artificial y sectaria de
la lucha sólo puede ser asumida por pocos, con resistencia por parte
de la gran mayoría por cuestiones de simple sentido común.
Así, pretender desde el primer encuentro que un grupo se
comprometa en la política directa, es la más de las veces, poner al
grupo a perder. " Es mejor dar un paso con mil personas que mil
pasos con una sola". Por eso importa sobre todo que la discusión
llegue a un consenso fundamental, si no a la unanimidad, cuando se
trata de comprometer a todo el grupo en una acción vital.

Etapas y tipos de acción
Es claro que para organizar concretamente un trabajo, para su
preparación inmediata es conveniente distribuir las varias tareas y
formar una comisión o grupo especial para viabilizar las decisiones
colectivas.
En términos de las etapas de la marcha, la experiencia muestra que
un grupo va normalmente de las tareas de nivel comunitario (ayuda
mutua), pasando por las luchas de barrio (mejoras), llegando a las de
sindicato hasta la cuestión del sistema político global (partido, etc).

En cuanto a los tipos de acción concreta se sabe que existen:
a) acciones autónomas del pueblo (asambleas, etc);
b) Acciones reivindicativas (memoriales, manifestaciones, etc.)
c) y acciones de organización, sea para fundar o para recuperar
algún órgano popular (sindicatos, asociaciones, etc).

Sólo el discernimiento colectivo podrá decidir si tal o cual mejora
debe ser exigida a las autoridades competentes o debe ser asumida
por la propia comunidad. La regla, sin embargo, parece ser: lo que un
órgano público puede y debe dar, sea exigido a él, y el pueblo asumir
solamente lo que no hay otra forma de alcanzar.
En cuanto a las acciones de organización, ellas tienen la virtud de
permitir al pueblo la continuidad y la cohesión de su marcha. Puesto
que se refieren justamente a los instrumentos de lucha del pueblo y
no a las luchas parciales. Estas, una vez determinadas, pueden hacer
decaer el proceso. Con la organización no se tiene solamente los
huevos, sino también una gallina ponedora de huevos. Así, mediante
la organización, siempre unida a una reflexión permanente, se puede
mantener la continuidad y el crecimiento del trabajo. De ahí su
importancia fundamental.


12. (II) METODOLOGIA DE LA ACCION DIRECTA:

1º ACTUAR CONJUNTAMENTE

Daremos aquí algunas indicaciones concretas para el momento de
la práctica directa. Son algunas sugerencias sueltas, que enseña la
experiencia.
Estas indicaciones normalmente son tenidas en cuenta en el
momento anterior - el de la reflexión, particularmente a la hora del
"actuar", o sea, de la elaboración de las propuestas de acción. Por
eso, podrían haber sido colocadas allí, pues allí es donde ellas deben
ser enjuiciadas. Pero puesto que deben ser tenidas en cuenta en el
proceso mismo de la acción, vamos a colocarlas en esta sección.
Esta parte - la de la acción directa- depende mucho más del tacto,
de la habilidad (la metis griega) y por eso de la experiencia, que de
estudios y reflexiones. Si la educación ya es un arte (un saber-hacer),
la política (entendida aquí como toda forma de acción colectiva) lo es
más todavía.
Es evidente que la experiencia histórica ofrece lecciones para
todos. Pero la experiencia de los otros no dispensa de que, en
nombre propio, cada uno haga la suya. La experiencia como tal es
intransmisible, aunque sí lo sean su relato y sus enseñanzas.

Agente: actuar junto
Evidentemente la primera cualidad de una acción colectiva es su
cohesión o entroncamiento interno. El imperativo de la unión vale para
todos, pero más todavía para el agente. En el momento de la acción,
el agente, inclusive y sobre todo el externo, debe estar junto con el
pueblo.
Si la reflexión se hace juntos, en términos de diálogos y
participación de la palabra, la acción también debe ser ejecutada
conjuntamente. Por lo tanto importa acompañar al pueblo en su
marcha.
En efecto, el agente, aunque venga de fuera, hace parte del
proceso y del pueblo. El asumió la causa de los oprimidos y su
marcha. Por lo tanto debe acompañarlos y asumir con ellos.
Pero ¿cuál es el lugar del agente en el proceso vivo de la acción?
Es claro, el agente no puede sustituir al pueblo, adelantarse y tomarse
como representante del pueblo. Esto sólo es posible al agente interno,
realmente popular, o al agente externo que está física y
orgánicamente inserto en medio del pueblo, sea por la habilitación,
sea por el trabajo.

Lugar de la dirección en la acción directa
El agente externo no debe normalmente tener el liderazgo de la
acción popular. Pero esto no quiere decir que no pueda y deba ir
junto, participar, acompañar, en fin, hacer acto de presencia. Claro, se
trata siempre de una presencia cualificada - el pueblo lo sabe, lo
mismo que todos los que están eventualmente confrontados con dicha
acción, como los opresores.
Por su parte, la dirección o coordinación de una iniciativa popular,
también ella debe estar bien situada. Jamás actuar solo. Tampoco se
trata de estar necesariamente al frente, en el proscenio del teatro.
Una visibilidad ostensiva puede perjudicar la acción colectiva. Primero,
porque revela el carácter dirigista de una acción: ésta aparecerá
como controlada por cúpulas. Segundo, porque expone a la dirección
a la mirada de los ataques adversarios, comprometiendo así toda la
acción. El pueblo camina como la tortuga: con la cabeza protegida.
Así, la acción popular debe ser y, por esto mismo, aparecer una
acción colectiva, asumida por todos. Por eso el lugar normal de la
dirección no es atrás, protegida de las balas, pero tampoco al frente,
expuestas fácilmente al ataque, sino en medio del pueblo. Claro, no
para defenderse, sino para animar la lucha.

13. 2º Valorar cada paso dado

La idea de "política", "revolución", "historia" y "praxis" suscitan
imágenes de grandeza y excelencia inalcanzables. Ellas llevan una tal
connotación de sueño y utopía que condensan todo el deseo de
plenitud de una existencia alienada. El agente, por ser un intelectual,
es particularmente vulnerable a esta seducción idealista. Es que se da
allí más importancia al proyecto que al proceso. Sí, el cambio del
sistema: es lo que se quiere, pero es más todavía lo que se hace.
Es indudable que hay momentos de ruptura, de saltos adelante.
Pero éstos sólo acontecen después de un largo período de
"acumulación política". Es ésta la que crea las condiciones de una
"revolución".
Por eso mismo, es preciso comenzar y seguir adelante. Y se
comienza siempre con la semilla. Todos los comienzos verdaderos son
comienzos de humildad. Una comunidad crece a partir de los
pequeños problemas que siente y tiene la posibilidad de solucionar
("paso posible").
Ahora bien, los " pequeños problemas" no se oponen a los "grandes
problemas". En la dialéctica social los "pequeños problemas" no son
tanto parte de los grandes - los únicos dignos de atención. Son más
bien reflejo y traducción de los grandes.
De hecho, para poder entender correctamente cualquier problema,
por más pequeño que sea, es necesario situarlo dentro de su contexto
social más amplio. Por ejemplo, cuando se toma la cuestión de la
familia, de la escuela o de la salud, se acaba siempre planteando el
problema del sistema social vigente. Sea cual fuere la puerta de
entrada, se llega siempre al núcleo de la cuestión, que es el modo de
organización social. Quiere decir que un problema particular es
camino del universal.
Es claro que esta vinculación (que da el significado político de un
problema determinado) puede ser mayor o menor. Ciertamente ella no
agota el sentido de aquel problema (la política no es todo), pero indica
hoy su sentido dominante.
Por todo esto, el agente ha de estar extremadamente atento a cada
paso, a cada pequeña lucha del pueblo, desde una reunión
participada, hasta una marcha, pasando por una acción de mutua
ayuda o realización de un proyecto de promoción social.
Basta que aquí se sigan dos criterios básicos:
a) que aquella acción vaya en la buena dirección, es decir, que
signifique un paso adelante en la línea del cambio de sistema;
b) que la acción sea asumida por el pueblo como sujeto
posiblemente protagónico de la misma.
Valorizar las pequeñas luchas no es complacerse en ellas, sino
considerarlas dinámicamente como grados necesarios para una
ascensión mayor. Justamente porque la marcha es larga y la meta
luminosa, por eso cada paso, por pequeño que sea, posee su valor
propio.

14. 3º Articular los pasos con el objetivo final

Niveles de acción
En toda acción popular hay que tener en cuenta estos tres niveles:
1. el objetivo final, que es concretamente la transformación de la
sociedad, el surgimiento de una nueva sociedad. Este objetivo puede
ser más o menos definido. Puede tener rasgos todavía utópicos (idea
de una sociedad reconciliada) o ya políticos (como el proyecto
"socialista"). La definición del objetivo o ideal histórico depende del
propio proceso de crecimiento de la conciencia y de las luchas de un
pueblo.
2. las estrategias, que constituyen las grandes líneas de acción,
que trazan el camino para llegar al objetivo final;
3. las tácticas, que son los pasos concretos dados dentro de las
estrategias para llegar a la meta u objetivo. En este sentido importa
valorizar las "astucias" que el pueblo adopta para poder sobrevivir y
burlar a sus opresores. Este "arte de los débiles" espera todavía un
mayor reconocimiento y aprovechamiento pedagógico y político.
En cuanto sea posible es preciso ser claro en los objetivos, firme en
las estrategias y flexible en las tácticas. Flexible en las tácticas
significa que se puede y se debe a veces alterar la táctica y hasta dar
marcha atrás cuando las circunstancias lo exijan. En particular es
preciso tener una gran sensibilidad en el sentido de acompañar y
respetar la dinámica viva de la acción popular en el momento en que
ella se procesa (en una manifestación, por ejemplo). Allí los dirigentes
tienen que unir hábilmente la firmeza de la estrategia con la
elasticidad y permitir así que el pueblo se afirme y avance.
Estos tres niveles se reproducen en escala menor para cualquier
proyecto social aunque sea parcial.

El paso vale por su orientación
Lo importante es que cualquier acción se mantenga orientada en la
dirección de su objetivo final. Pero orientada dialécticamente, como un
camino de montaña, que, a pesar de todas sus curvas (tácticas), va
fundamentalmente (estrategia) hacia la cumbre (objetivo). O como el
río, que rodeando montañas o saltando en cascadas (táctica), sigue
firme (estrategia) en la dirección del mar (meta final).
Entonces lo que cuenta no es el paso como tal, sino su orientación,
es decir, su articulación con el proyecto global de la acción. Una
acción recibe su peso de su rumbo o dirección.
En ese sentido es falsa la disyuntiva sumaria: reforma o revolución.
Pues una reforma puede tener contenido revolucionario. Eso sucede
cuando toma una orientación revolucionaria, o sea, cuando significa
un paso más en la línea de la transformación social. La disyuntiva real
es: reformismo versus revolución, pues ahí la reforma no apunta a la
creación de una nueva sociedad, sino a la simple continuidad
(mejorada) de la actual.
Por otro lado, la fuerza transformadora de una acción puede ser
naturalmente mayor o menor. Eso depende de los criterios ya
mencionados: cuánto avanza en la dirección de una nueva sociedad,
cuestionando necesariamente la actual, y cuánto es asumida la acción
por los oprimidos, criterio éste que no es sino una misma cosa con el
anterior, como su condición esencial.

Para que la lucha no decaiga después de una victoria
La articulación paso-objetivo no es todavía entre acciones diversas,
como veremos en el próximo punto, sino entre una acción material y
su objetivo ideal, que aquella acción va encarnando. La relación es,
pues, entre una instancia real y una instancia de representación (un
proyecto, un horizonte, etc.). De allí la importancia de lo ideológico
(teoría y proyecto) para lo práctico.
La articulación paso-objetivo es una síntesis práctico-teórica: es un
acto práctico porque se da en la acción, pero es también algo teórico
porque esta acción se debe situar dentro de un proyecto, lo que
solamente es posible a través de la reflexión.
Por eso para mantener la continuidad de un trabajo, que corre el
peligro de satisfacer con sus conquistas parciales, es necesario:
1. un proyecto histórico, que se va definiendo en forma creciente y
que constituya la meta de la marcha como el destino del viaje para el
viajero;
2. una reflexión, que va midiendo continuamente la distancia entre
lo que está allí y el destino final;
3. finalmente una organización, que lleve adelante en forma
constante la marcha, actuando y reflexionando.
Si falta uno de estos tres elementos, la lucha "cae".

La instancia utópica
El proyecto histórico adquiere un perfil concreto en el seno de la
utopía, del ideal o del sueño. Entonces la "sociedad justa" alcanza los
rasgos de un " socialismo" bien determinado.
Sin embargo la instancia utópica o escatológica no desaparece. Ella
inspira la creación de proyectos históricos y alimenta la esperanza
dentro de la marcha concreta. "Ay de las revoluciones que no
sueñan"(P. Freire).
A condición de que sea un viaje al futuro a partir del presente y en
función de él, el sueño utópico da salud y vigor a la práctica. De ahí la
importancia de que la comunidad viva momentos de poesía y
celebración del futuro absoluto. Para esto la religión ofrece recursos
sin igual y una "esperanza contra toda esperanza".
Motor de la historia es la lucha por la justicia, si, pero animada por
el deseo, por la fantasía y por el canto!

15. 4º Sumar fuerzas

Para que una comunidad avance, a más de unir las fuerzas de
dentro, es necesario unirse con otras fuerzas de fuera de ella. Esto se
da en varias direcciones.
1. Multiplicar los grupos que tienen el mismo objetivo, sea el
religioso, sindical, partidario, cultural, etc. Grupos homogéneos tienen
más facilidad de unirse y luchar por objetivos comunes. Así sucede
con una red de CEBs, una Federación sindical, etc.
2. Ligarse a otros grupos populares; asociaciones de vivienda,
clubes de madres, sindicatos, CEBs, etc. Naturalmente tal unión sólo
se puede dar en torno a objetivos bien concretos, como una lucha de
interés común.
3. Abarcar todo el barrio o inclusive el municipio rural en alguna
acción colectiva de interés común.
4. Incorporar en el propio grupo o movimiento fracciones del pueblo
que hayan quedado por fuera, así: las mujeres en el movimiento
sindical, los hombres en las actividades religiosas, parte de la gran
masa de los olvidados y anónimos en el movimiento popular, etc.
5. Abarcar personas o fracciones de otras clases en el propio
movimiento, sea en términos de incorporación plena, sea en términos
de alianza o acuerdo.
Una cuestión delicada es quién articula, o sea: la dirección de estas
fuerzas conjuntas. Evidentemente, es preciso que la coordinación sea
representativa de las fuerzas en cuestión. Ahora bien, la dirección se
determina a partir de la propia acción, como también de la elección
por parte de todos los implicados.
En particular, en los acuerdos con otras clases, o con el gobierno,
importa al pueblo "salir ganando". Para ello es preciso ser fuerte y
poder discutir, negociar y controlar la propuesta planteada para el
provecho propio.,

16. 5º Formar animadores

Nuevo tipo de dirigente (popular)
En los trabajos que se realizan dentro del Movimiento Popular está
surgiendo un nuevo tipo de "dirigente". Es el "coordinador" y no el
"ordenador"; es el "animador" y no el "líder". Esta nueva figura ejecuta
su papel como servicio y no como dominación o paternalismo. Se trata
de un dirigente no dirigista, que trabaja más con el pueblo que para el
pueblo.
En el trabajo popular la prioridad cabe a la formación no de
"cuadros" sino de la comunidad. Se trata de crear comunidades
participantes, corresponsables, autogobernadas. Y sólo en el seno de
ellas y en función de las mismas, es cuando se ha de tener también la
preocupación por formar los "cuadros" o los "animadores".
Dar prioridad a los "liderazgos" sobre las comunidades es caer en el
cupulismo o dirigismo. Esta es otra tentación de los agentes externos
(la primera es el doctrinarismo- la de anteponer la teoría a la
práctica).
Para evitar el cupulismo como primacía de los "líderes" sobre la
"base" son necesarias algunas precauciones:
1. Es preciso que los animadores surjan y se formen en la propia
práctica . En la medida de su participación es donde alguien muestra
que tiene cualidades de "animador". Esta no es una función
administrativa que pueda fundarse en una base burocrática. Es en las
luchas donde alguien puede ganar tal competencia. En este sentido
es importante reconocer los "liderazgos" populares ya existentes en el
seno del pueblo. Respetarlos, valorarlos y reforzarlos.
2. También importa que el "animador" nunca llegue a desarraigarse
de un surco de clase y de sus bases. Para esto es preciso que su
función sea renovable o rotativa. Aquí importa más la función de
"animación" que el portador de la misma. Pues lo que interesa aquí no
es tanto la persona individual del "animador" cuanto su trabajo en
favor del pueblo.

Para preparar un animador
Por otra parte, ejerciendo su función específica (y no especial), el
"animador" necesita también de un proceso de formación igualmente
específico (pero no especial). ¿Cómo se da la formación de un
"animador"?
El proceso de formación de un "animador" puede describirse así:
1. hacer primeramente que el nuevo "animador" trabaje con los
animadores más experimentados. Así, a partir de la práctica, va
aprendiendo a asumir su función propia;
2. dejar en seguida que el "animador" asuma delantera, pero
acompañarlo de cerca, trabajando y reflexionando con él su práctica
dentro del propio proceso;
3. finalmente, propiciar algún entrenamiento particular a partir de la
experiencia anterior y de la nueva tarea que ha de asumir.
Siempre existe el peligro de que el "animador" se desligue de la
base. Esto se debe a su preparación técnica o teórica mayor, al
crecimiento y complejidad de las tareas del grupo y a la articulación de
éste con otras instancias (gobierno, etc). Pero, para hacer frente a
esto es preciso cuidar para que la comunidad toda crezca al mismo
tiempo en conciencia, participación y espíritu crítico.

Controlar el ejercicio del poder
El poder tiende naturalmente a concentrarse. Contra esto es
necesario:
1. una ética personal de servicio, autocrítica y autocontrol;
2. mecanismos instituidos por consenso para el control colectivo del
poder: elecciones, sumisión a un reglamento escrito, división de las
tareas, rendición de cuentas, hétero-crítica, reconocimiento de
contrapoderes, rotatividad de los cargos, prohibición de privilegios,
honores y mayordomías, etc.
Se trata, en fin, de crear una mentalidad nueva en el ejercicio del
poder y también comunidades nuevas que sepan autogestionarse
como también resistir, criticar y cambiar a los responsables del poder
(inclusive entendido como "coordinación").
La formación de "animadores" populares es uno de los aspectos
más importantes para la autonomía del pueblo. Pues mientras los
dirigentes del pueblo no sean populares (o por lo menos
popularizados), el pueblo estará siempre mal representado: acaba por
ser primero sustituido, después olvidado y finalmente sojuzgado por
sus pretendidos "líderes".

17. PASTORAL POPULAR: CONFRONTACIÓN RELIGION/VIDA

La fórmula general teoría/praxis se traduce en términos pastorales
en la fórmula fe/ágape. en la "pastoral social" se habla más
comúnmente de evangelio /vida o religión/compromiso.
En particular, en nuestro contexto latinoamericano de hoy, esta
fórmula general se concientiza en fe/política. Y para designar el
método de unir estos dos términos se habla de "comparación",
"interpelación", "confrontación", "correlación" y hasta de "dialéctica".
¿Cuál es el punto de partida de la pastoral popular? Es el punto de
partida común a todo trabajo popular: la realidad del pueblo. Esto se
puede ver en la práctica pedagógica de Jesús. (parábolas, milagros,
etc.), como también en la mejor tradición pastoral de la iglesia.
Sin embargo, la realidad del pueblo es la realidad del pueblo y no
necesariamente la del agente. Ahora bien, desde el punto de vista
pastoral, la realidad del pueblo puede ser tanto un problema material
(enfermedad, empleo, etc.), como una cuestión religiosa (un bautismo,
una bendición, etc.). Esto depende del tipo de comunidad y de su
grado de conciencia.
De todos modos, sea que se entre por lo religioso o por lo social, lo
importante es que ligue siempre una cosa con la otra: que lo religioso
lleve hasta lo social y que lo social pase por lo religioso. En esta
dialéctica es donde se desarrolla la pastoral popular.
Pero como la práctica en este campo suscita algunas cuestiones
particulares y sugiere algunas orientaciones, queremos aquí
detenernos en algunos puntos.
En efecto, hasta ahora explicitamos la metodología del trabajo
popular en general, independientemente de sus contenidos
específicos: sindical, partidario, sanitario, pastoral, etc. Ahora tenemos
que detenernos un poco en la metodología de la pastoral popular en
función de su contenido propio: la vivencia de la fe por el pueblo.

18. COMO VINCULAR FE Y POLITICA

¿El pueblo siempre une fe y vida?
Por una parte se plantea frecuentemente la cuestión: ¿cómo llevar
un grupo que "sólo se queda en rezar", a que se comprometa
activamente en las cuestiones sociales? Esta es verdaderamente una
pregunta objetiva.
Por otra parte, se dice que la vinculación fe/política es un problema
de agentes intelectuales, ya que el pueblo, por el contrario, siempre
liga fe y vida.
En esta última posición hay un equívoco. En efecto, la fe está
siempre ligada a la vida. Pero la cuestión es: ¿cómo? De hecho las
más de las veces, en la religión popular, la vinculación fe/vida es más
conservadora que transformadora. En una visión más positiva, se
trata de una vinculación de resistencia más que de movilización. Y
esto sin duda se explica por las propias condiciones de vida (oprimida)
del pueblo.

Sugerencias para unir activamente la fe a la vida
Para llevar un grupo a comprometerse activamente en la
problemática social es preciso hacer una reflexión de la fe sobre los
problemas de la vida (conflictos y prácticas). Quiere decir: a partir de
dentro de la fe es como se va desarrollando la dimensión política que
le es connatural. He aquí algunas sugerencias nacidas de la práctica:

a) Partir de la Biblia, sobre todo de algunos textos que tienen un
poder de inducción política mayor: el Exodo, los Profetas, los
Evangelios, el Apocalipsis.
b) Convidar a los participantes a traer hechos de vida relacionados
con el texto bíblico leído.
c) Aprovechar ocasiones propicias (casos sucedidos en la
comunidad, situaciones problemáticas, testimonios de participantes,
etc. ) para reflexionar en torno a ellas y proyectar sobre ellas la luz de
la Palabra.
d) Rezar a propósito de problemas y luchas del pueblo.
e) Hacer dramatizaciones de estos problemas y luchas,
relacionándolos con algún pasaje bíblico o con la visión general de la
fe.
f) Celebrar (en misa, vigilia, etc.) los eventos comunitarios que
tienen mayor contenido social y político, etc.

Lo importante en todo esto es que no se pierda la relación entre la
fe (palabra, oración, celebración, etc.) y vida (problemas, conflictos,
luchas, etc.), sea cual fuere el punto de partida- la fe o la vida-.
Evidentemente a medida que una comunidad se va comprometiendo
en las cuestiones sociales, más fácil se vuelve la síntesis
transformadora entre fe/política o evangelio/vida.

Contra el riesgo opuesto de desligar la vida de la fe
Sin embargo hay siempre el riesgo de que la práctica social y
política sean tan envolventes, que lleven a un grupo a debilitar e
inclusive a perder su relación con el polo " fe" y con la comunidad de
fe -la iglesia. La pastoral popular debe estar atenta a esto. Así,
inclusive cuando de entrada se arranca de las cuestiones sociales
concretas es preciso que se llegue siempre al momento del " juzgar "
estas cuestiones "a la luz de la fe".
En esta hora, es importante que la referencia indispensable a la
Palabra de Dios (por un abordaje bíblico o teológico) sea orgánica y
no superficial. Para esto se exige seriedad y el tiempo necesario. a fin
de que haya una verdadera impregnación de la comunidad en las
fuentes de la fe.
El descuido de este punto lleva a destruir la pastoral como práctica
específica, disminuir la confianza del pueblo en los agentes de iglesia
y a privarse -el agente y el pueblo- de una fuente de inspiración y
animación privilegiada que lleva a la fe verdadera.

19. COMO RELACIONAR ORGANIZACION ECLESIAL
Y ORGANIZACION SOCIAL DEL PUEBLO

Cuando se habla de "práctica" se entiende normalmente la práctica
concreta (social o política). En este caso decimos aquí que la fe se
desdobla (no se transforma) en práctica social o política. Y esto sin
rupturas.
Sin embargo, más allá de las prácticas sociales en que la fe se
desarrolla, existen las prácticas religiosas o eclesiales. Estas son
específicas. Se trata de las prácticas de culto (misa, bautismo,
procesión, rosario, etc. ), enseñanza (catequesis, etc.) y de
organización (CEBs, etc.).
Hay, pues, dos esferas distintas: la esfera eclesial y la esfera social,
ambas con sus prácticas propias, aunque relacionadas entre sí. Por
eso, la cuestión, en este nivel, no es separar, sino más bien combinar
las dos esferas, o sea: la comunidad eclesial y otras asociaciones del
pueblo.
En este sentido la pastoral popular debe tender hacia algunos
puntos importantes si quiere organizar al pueblo tanto eclesial como
socialmente:

1. Es preciso, en primer lugar, garantizar la realización de la esfera
eclesial. Y esto en sus tres niveles: de doctrina (catequesis, cultura
bíblica y teológica. etc.), de la celebración (prácticas sacramentales y
devocionales) y de la organización (comunidades, ministerios, etc.).
Así, "partir de la realidad" puede significar, por ejemplo, partir de la
realidad de celebraciones muertas. "Partir de la práctica" puede ser
partir de la práctica bautismal, etc. Es preciso tomar en serio esta
"realidad" específica (problemas o prácticas) como parte esencial de
la pastoral popular. Considerar todo esto como mera ocasión para
pasar a la "realidad" que única y realmente interesaría, (la social)
significaría manipular a la comunidad y su fe.

2. Es preciso, por otra parte, adecuar convenientemente el modo de
estructuración de la esfera eclesial (su doctrina, sus prácticas
religiosas y su organización comunitaria) su misión, o sea, las
exigencias auténticas de la esfera social.


Así, en términos de metodología de la pastoral popular, es
necesario:

* que la comunidad participe activa y creativamente de las
actividades intraeclesiales (dimensión de una "política democrática"
interna a la iglesia);
* que la comunidad se abra al compromiso social, etc.

3. Finalmente importa desarrollar de modo simultáneo y combinado
la esfera religiosa y la esfera social.


En efecto, sucede muchas veces que la organización social del
pueblo esté más avanzada que su organización religiosa. Este
desacompasamiento se puede verificar también en el nivel de la
conciencia y de las prácticas.

Por eso, al mismo tiempo que crece el compromiso político, debe
crecer también el compromiso eclesial. Y esto en todos los niveles:

a) de conciencia: el conocimiento bíblico y teológico debe ir a la par
con una conciencia social y política más avanzada;

b) de práctica: las prácticas de culto, las sacramentales, han de
combinarse con las sindicales, políticas, etc.

c) de organización comunitaria: la participación en la vida eclesial,
especialmente por los ministerios, debe acompañar a la participación
en la vida social, inclusive en los puestos de dirección.

Sin esta adecuación o armonía estructural entre organización
eclesial y organización social del pueblo, habrá, en la mejor de las
hipótesis, mera yuxtaposición, con el constante peligro de
contradicción y ruptura, para perjuicio del propio pueblo, sea en el
nivel religioso, sea en el político.

20. TECNICAS DEL TRABAJO POPULAR

Las diversas técnicas sólo funcionan bien cuando traducen una
metodología. Y ésta igualmente sólo es bien aplicada cuando está
inspirada por una mística y por una concepción general previa de la
realidad.
En cuanto a las técnicas del trabajo popular, obsérvense
principalmente los dos criterios siguientes:

1. si el pueblo participa de su elaboración y aplicación, y esto de
modo creciente (en la confección de los boletines, en las
celebraciones, etc.);
2. si llevan a la comunidad a la autonomía o sea: si aprovechan el
crecimiento del grupo; de allí la necesidad de su revisión, siempre
junto con los interesados -el pueblo.

Vamos ahora a exponer brevemente los principales tipos de
recursos, mecanismos y acciones directas.

A. Recursos
1. Guiones. Son instrumentos o subsidios para la reflexión. Han de
ser flexibles y abiertos, como también, adecuados al grado de
desarrollo del grupo. El lenguaje debe ser naturalmente popular.
2. Cartillas. No son recetarios, sino cajas de herramientas. Procuran
reunir en forma más o menos orgánica un patrimonio de conocimiento
y cultura ya adquirido (salud popular, política, partidaria, leyes sobre
el trabajo, etc.).
3. Boletines. Pueden incluir un contenido muy variado, desde
material de reflexión hasta cartas y otras informaciones.
Es bueno que sean hechos a dos manos: agente del pueblo y
agentes; y con material de "doble mano": transmitiendo algo nuevo y
recogiendo la reacción de las bases.
4. Cantos. Aprovechar el caudal de la cultura popular (folclor),
inclusive en los métodos de creación (improvisaciones, etc.).
Evidentemente el pueblo puede apropiarse cantos hechos por otros.
Pero es preciso que sean comprensibles y tengan un contenido
auténtico o verdadero. En arte, nada peor que el mal gusto, el
moralismo o el didactismo.
5. Pancartas, carteleras. Tienen la virtud de ser sintetizadoras e
inspiradoras de ideas o propuestas.; Por ellas el pueblo tiene la
oportunidad de manifestar su creatividad tanto en los diseños como
en las leyendas.
6. Material audiovisual. Cuyo principal provecho está en la reflexión
colectiva que puede permitir inmediatamente.

B. Mecanismos
1. Dinámica de grupo. Naturalmente en el proceso de la educación
popular se utilizan más variadas dinámicas, como el cuchicheo, la
reflexión en círculos, la discusión en plenario, la dramatización, el
panel, etc. Lo que más importa en todo esto es la participación de
todos, la relación de las dinámicas con la vida (problemas y prácticas)
y la reflexión dialogada y profundizadora que provocan. Señalemos el
valor pedagógico - popular de las dramatizaciones.
2. Visitas. Son útiles para iniciar un trabajo y también para mantener
la cohesión del grupo y la continuidad de la marcha. Las visitas entre
grupos para intercambio de experiencias favorecen el aprendizaje
colectivo, elevando el nivel de conciencia del pueblo a partir del
intercambio de las propias luchas. Pero para que sean fructuosas, las
visitas deben ser programadas y buscar un objetivo (lo que no impide
evidentemente las visitas gratuitas, de pura amistad o solidaridad
humana).
3. Entrenamientos. Encuentros de estudio y preparación de varios
días rinden en la medida en que están ligados a una práctica (por lo
menos proyectada) . Aquí también es importante la participación de
los presentes en la elaboración y dirección del entrenamiento o
cursos. A este respecto hay todo un saber acumulado (un arte) que
aquí es imposible explicitar; bástenos recordarlo.
4. Celebraciones. Que pueden ser religiosas (vigilia, procesión, etc.)
o de la cultura popular (fiesta de matrimonio, de aniversario, etc).
Son momentos donde prevalece la exaltación gratuita,
realimentando así la esperanza y congraciando psicosocialmente al
pueblo. No deben ser, fuera del propósito, instrumentalizadas para
fines didácticos o políticos inmediatistas.
5. Juegos. No se ha de olvidar en el trabajo popular el poder
desinhibidor e integrador de los juegos. Ellos preparan un ambiente
propicio para la reflexión y el compromiso comunes, cuando ya no
vehiculan contenidos pedagógicos explícitos.

C. Acciones directas
Contentémonos aquí con presentar la lista de algunas acciones
populares concretas:
- memoriales, manifiestos de solidaridad, etc.;
- marchas, caminatas;
- huelgas, paros, etc.;
- comicios, concentraciones y otras manifestaciones
públicas;
- celebraciones de protesta, reivindicación o victoria;
- ocupación de espacios (calles, edificios, fábricas,
etc.).
- boicoteos (de reuniones, productos, acciones);
- convites y otras acciones de ayuda mutua, etc.

Cada una de estas operaciones implica un arte propicio, que se
adquiere ante todo por la experiencia.
Recordemos siempre que la calidad de estas acciones debe ser
juzgada por los criterios principales ya citados: el grado de
participación o implicación del pueblo y el efecto de autonomía
producida.


EPILOGO

Al terminar este trabajo queremos evocar la memoria de aquel que
entre todos fue el que mejor supo relacionarse con el pueblo oprimido
y que más quiso y buscó en este mundo la venida del Mundo Justo,
que llamó Reino. El adoptó como proyecto de vida y como método de
trabajo una antigua profecía, donde se habla de la misión, del
servicio, del anuncio de la justicia al pueblo, de la discriminación en el
trabajo, del rescate de la más pequeña centella de vida, de la
perseverancia en el largo caminar, y de la esperanza en el triunfo del
Derecho (Mt. 12, 18-21 - Is. 42, 1-4). Este programa -que sigue siendo
"el espejo de vida" de todo agente del pueblo- lo cumplió él de modo
insuperable:

"He aquí mi Siervo a quien yo escogí;
mi elegido en quien se complace mi alma.
He puesto mi espíritu sobre él;
dictará la ley a las naciones;
No vociferará ni alzará el tono,
y no hará oír en la calle su voz.
Caña quebrada no partirá,
y mecha mortecina no apagará.
Lealmente hará justicia;
no desmayará ni se quebrará
hasta implantar en la tierra el derecho,
y en su nombre depositarán los pueblos
su esperanza".
·Boff-Clodovis